Si uno aguanta es gaucho bruto
Si no aguanta es gaucho malo
¡Dele azote dele palo!
De todo el que nació gaucho
Esta es la suerte maldita.
Martin Fierro
Los hermanos se deben cuidar los unos con los otros, especialmente cuando el plato de comida está difícil de llenar. Porque está claro que el bife de chorizo está más caro. Y hay que aguantar, y aguantar, de la forma que bien lo ejemplificaba Diego cuando hablaba de su madre: “Cada vez que era la hora de la comida, mi vieja decía: Me duele el estómago. ¡Mentira! Era porque no alcanzaba y quería que comiéramos nosotros.”
Argentina es nuestra hermana mayor, el corazón de nuestra América café. La cabeza se le dejamos a Pelé, y los pulmones a nuestro escarpado territorio Incaico. La espina dorsal, qué duda cabe, le pertenece a mi Chile, y por cuestiones geológicas algo podemos decir, ya que de terremotos sí que sabemos.
Milei está generando un terremoto grado 7.9 en la escala de Richter. Sin embargo, Maradona fue un grado 8.8. Él rompió esta suerte maldita. No lo digo yo, lo produjo el mismo en las capas tectónicas-sociales de nuestra América morena. Así lo escribió Charly, lo observo Kusturica, y así lo entendieron los Stones, sus padrinos de fe.
Diego fue el gaucho que dio la pelea desde la frontera, la periferia, desde nuestra pobreza común, desde nuestra mismísima América popular, pobre y desvalida pero digna. Decía Martin Fierro: “Aquello no era servicio ni defender la frontera, aquello era ratonera en que solo gana el más juerte.”
Diego fue un gaucho desertor, rebelde, trabajador, valiente, que vivió al margen de las normas y convenciones sociales. Diego, el péndulo izquierdo que cometió errores, que se drogaba, pero que nunca ofendió a su pueblo. Ese Diego que provocaba llanto masivo, pero también alegría, ¿quién podría más?
No me dirijo a Milei como un fan de Diego, sino como un gaucho más. Porque Diego es el gaucho del pueblo, es de todos, no le pertenece solo a la Argentina, le pertenece a toda Sur América. Y como él mismo lo decía, “no era público, era popular”. Por lo mismo le digo al presidente que los gauchos bajo azotes y bajo palos aguantan, no por brutos ni por malos, aguantan porque son luchadores, y porque de hambre saben.
Diego nació anarquista porque su conciencia de clase se lo exigía. No creía en las instituciones del gobierno, ni los políticos, ni en los empresarios. Creía en su pueblo, la libertad, en la clase popular, en su sabiduría, y quería la felicidad para ellos. Creía profundamente en un paraíso de hombres justos, pero se rodeó de muy pocos. Y si faltaba el pan, la pelota lo podía todo, “la pelota no se manchaba”, porque la pelota era su pueblo.
Por el otro lado, está Milei. Un anarcocapitalista libertario y autoritario que tampoco cree en las instituciones, el banco central, la burocracia, ni en los políticos. Su desprecio por el estado es explícito, “es infinito”. Sin embargo, cree en los empresarios y también en la reducción de los beneficios sociales, porque según su ministro de economía, es lo que la Argentina necesita. Y así, la pobreza y las taperas han aumentado, qué duda cabe.
Por ello es inverosímil afirmar que Caputo será algún día Cruz, será solo un pulpero habilidoso. Por lo anterior, sería bueno que Milei leyera el Capítulo XIX del Príncipe de Maquiavelo.
Maradona decía que “La bronca es mi combustible” y Milei que “la motosierra será lo suyo”. Yo no sé quién tiene la razón, lo único que puedo afirmar desde estas latitudes enfriadas es que ni lo uno ni lo otro podrán poner a nuestra Argentina en el lugar que se merece, porque ya lo está.
Está allí donde duele, donde se raja la suerte y la oportunidad de nuestro futuro Latinoamericano, está allí donde se escribe la narrativa y la bronca del sur, desde Hernández hasta el viejo búho de Borges.
Es superfluo afirmar que Milei será el Diego de la economía mundial, pero será un buen delantero. Ojalá desmantele la maquinaria Kirchneriana. Sin embargo, Milei no pasará a la historia por usar la mano de Dios, sino por reducir el Estado, el déficit fiscal y la inflación argentina. Pero además por reducirle el pan a su pueblo.
Y todo esto para parecerse algo a ese Chile que vendió y desreguló todo, o casi todo, a cambio de la sangre, y la opresión de su otrora pueblo. Milei, en cambio, no tiene a los militares en la calle, solo tiene a un pueblo, especialmente una masa joven que le tiene fe.
Hermano Milei, eso no tiene precio, repito… eso no tiene precio y debes cuidarlo. Si a vuestra Argentina le va bien, al flaco Chile también le irá bien, ¿cachai? Pero una vez más, ten cuidado huevón con tu querida chusma, porque el corazón y la narrativa de nuestra América Latina podría estar en tus manos.
