La primera vuelta presidencial se convirtió en lo que todos creímos que ocurriría: una primaria para la derecha. En ese escenario, es lógico que sus discursos tengan como finalidad alcanzar la hegemonía del sector, pero lo que hemos presenciado es una pelea tosca y violenta.
Lo esperable sería que todos los candidatos se apeguen a estándares democráticos y al Estado de Derecho. Pero el debate de ARCHI nos deja varios aspectos relevantes sobre los que debemos preocuparnos y ocuparnos.
El régimen democrático implica necesariamente el irrestricto respeto de los Derechos Humanos, pero en esta materia la competencia entre candidatos de derecha ha escalado a niveles inhumanos.
El populismo reinante en la derecha ha provocado que aquel candidato que expone ideas más extremas en torno a restringir derechos o condicionar el ejercicio de derechos a “una” nacionalidad, es quién gana.
Punto aparte es la inexplicable propuesta del candidato Parisi relativa a que las parejas posean sólo una cuenta bancaria limitando absolutamente a las mujeres, negando su calidad de sujeto de derecho y volviendo a los tiempos más oscuros sometiéndola a su pareja.
Este perfil de candidatos exige y presume de hacer cumplir la ley de manera estricta y sin miramientos, pero extrañamente casi todas sus propuestas hoy son ilegales o inconstitucionales. Presumo que tienen planeado legislar y reformar, pero el proceso legislativo toma tiempo y sus promesas presidenciales se “deben cumplir” en el primer año, un plazo autoimpuesto que, claramente, no da.
Agreguemos que todas sus propuestas irrogan un gasto fiscal importante y hasta la fecha no han podido explicar cómo se van a financiar. Simplemente con una gran soberbia y mucho desconocimiento de la administración del Estado, levantan hipótesis inviables. Un ejemplo de aquello es la propuesta de realizar vuelos de retorno para migrantes pagos por quienes son expulsados.
Tratar de comprender todo este fenómeno es complejo. Tal vez estas ideas representan o configuran el denominado “gobierno de emergencia” que, de aplicar estas políticas públicas, se asimila más bien a un autoritarismo, algo muy pero muy lejano al régimen democrático.
La otra opción, que no es menos grave, es que estamos presenciando en tiempo real un típico populismo que tanto daño le ha generado a las democracias liberales.