El viernes 22 de agosto, junto a mi equipo, logramos llevar a cabo una jornada inédita: organizamos en la sede de Santiago del Congreso Nacional el seminario “Desafíos que potencian: IA con propósito”. Fue un encuentro pensado para reflexionar sobre cómo Chile puede aprovechar la inteligencia artificial para impulsar desarrollo e innovación de manera responsable, siempre con el foco en mejorar la calidad de vida de las personas.
Contamos con la participación de autoridades del sector público y del poder legislativo: el ministro de Ciencia, Aldo Valle; el presidente de la Cámara de Diputados, José Miguel Castro; el vicepresidente ejecutivo de CORFO, José Miguel Benavente; Romanina Morales, directora de SENCE; y Miguel Landeros, secretario general de la Cámara, quien presentó los avances del software CAMINAR, orientado a modernizar el trabajo legislativo a través de IA. Estuvieron también el diputado Eric Aedo, presidente de la Comisión de Ciencias, y el senador Francisco Chahuán, miembro de la misma comisión en el Senado.
A la vez, se hicieron presentes destacados representantes de la academia como el CENIA y la UDD, junto a gremios de relevancia estratégica como la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (ABIF) y la Asociación Latinoamericana de Internet (ALAI).
Hubo además un espacio dinámico moderado por FinteChile, donde empresas como Amazon y Mercado Libre presentaron aplicaciones concretas de inteligencia artificial en sus procesos. Google, por su parte, expuso proyectos de colaboración con el Estado, desde la optimización de semáforos hasta el uso de IA para enfrentar incendios y desbordes de ríos. Todo ello nos recuerda que la IA no es un debate abstracto: se trata de acercar la tecnología a la vida diaria, democratizándola con equidad y justicia.
Precisamente por esta riqueza de miradas preocupa el apuro con que el Gobierno quiere despachar la ley que regula la inteligencia artificial. El proyecto ingresó con suma urgencia, lo que dificulta un debate amplio y reflexivo. ¿Cuál es el propósito de correr contra el reloj, cuando está claro que persisten alertas técnicas y políticas que podrían comprometer la oportunidad única de que Chile se consolide como hub digital líder en Latinoamérica?
Estamos frente a una regulación que definirá cómo interactuamos con tecnologías que incidirán en el empleo, la productividad y la competitividad del país. No es razonable que en un año electoral prevalezca la lógica de la urgencia política sobre el interés nacional. Lo que Chile necesita es una discusión participativa, con voces diversas, capaz de equilibrar la protección de derechos fundamentales con el fomento de la innovación y la inversión, asegurando que la IA sea una palanca de desarrollo y no un freno a la industria.
En la Cámara de Diputados, el escenario se ve complejo por la urgencia legislativa. Sin embargo, en el Senado aún hay espacio para que prime la prudencia. Como legisladores, debemos comprender que este “enjambre regulatorio” —con la ley marco de ciberseguridad, la modernización de la normativa de protección de datos personales y ahora la regulación de la IA— debe ser armonizado antes de seguir produciendo normas que, aunque bien intencionadas, terminan asfixiando la innovación.
Esta es una tarea que nos involucra a todos: Congreso, Gobierno, academia, industria y sociedad civil. Chile necesita políticas de Estado de largo plazo, capaces de proyectar un país más justo, próspero y competitivo. Si trabajamos con visión común, la inteligencia artificial puede transformarse en un motor de oportunidades para todos, siempre que la regulemos con seriedad, sin hipotecar nuestro futuro digital.