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La bipolaridad como un sistema de equilibrio de poder

29 julio 2025 | 17:58

In Memoriam, homenaje a Ruperto Concha

Introducción

En mi registro personal, pocas veces me había encontrado con un analista de la política internacional con el tipo de cosmopolitismo que Ruperto Concha solía incorporar, en las miles de crónicas por más de 20 años transmitidas en Bio Bío La Radio. Su extenso dossier puede encontrarse en las páginas de esta misma radio publicado a raíz de su partida física.

Como remarqué en un mensaje, en lo metafísico, el calibre intelectual de Ruperto estará siempre presente en sus miles de auditores y seguidores. Me atrevería a decir sin ambages, Ruperto Concha creó una escuela de abordar el asunto de la política internacional, basada en tres elementos: Conocimiento y estudio; actitud sin sesgo político, plasmada en años de aprendizaje con información transversal; comunicación cercana, le conversaba al auditor, y capacidad de síntesis.

En cuanto al cosmopolitismo de Ruperto, me refiero a un estilo, una forma y un contenido a la vez, que lo hacía único en el género del análisis o del comentario internacional. Cual fuere el asunto a tratar, desde lo especifico, se dirigía de inmediato a una plataforma macro amplia de relaciones históricas de los estados, y de allí, desde el contexto mundial, comenzaba a trazar su enfoque multidimensional del asunto específico que estaba abordando.

El título de su crónica muchas veces, aunque no siempre, indicaba el anuncio de lo que sería una suerte de conclusión al final. Eran crónicas de 25 o 30 minutos, intercalados con pausas de una muy buena producción radial, con la frase musical característica del famoso tema de Dave Brubeck, Take Five, que le agregaba una sonoridad perfecta a lo que se estaba abordando.

Ruperto apuntaba a lo que está sucediendo hoy, la debacle por decirlo suave, del sistema político, en donde las relaciones políticas son determinadas por la razón económica y la ausencia de un orden mundial donde exista un centro político a través del cual se establezcan relaciones internacionales basadas en los equilibrios de poder, en una todavía muy frágil comunidad internacional.

La bipolaridad como un sistema de equilibrio de poder

El concepto de equilibrio de poder en la bipolaridad, está planteado en un sistema de múltiples estados, donde todos tienen potencialmente la posibilidad de formar alianzas y hacerse más poderosos en una perspectiva de alineamiento con uno u otro poder mayor o hegemónico.

La bipolaridad en este sentido, es un quiebre inmediato en el sistema de los incipientes equilibrios a partir de 1945, al constatar que una Europa Occidental débil y devastada después de la guerra, de inmediato decide construir una alianza con EE.UU. para contener el comunismo.

La confrontación en el ámbito de la bipolaridad, desde esta perspectiva, no contribuye a sustentar los últimos vestigios de las bases conceptuales del equilibrio tradicional. El recorrido más crucial del período de la guerra fría clásica que reconocemos hoy, confirma que la “teoría de los equilibrios” reducida al funcionamiento de los dos polos, no la hacía comparable a la experiencia europea pre Segunda Guerra Mundial respecto a los tipos de equilibrios sobre los cuales funcionaba esa teoría. La simplicidad del sistema de equilibrios basado en la bipolaridad, en rigor, tampoco entregaba una sustentación conceptual para hablar de una teoría.

En las últimas cinco décadas, especialmente desde el desplome de la Unión Soviética y su sistema de relaciones para el socialismo, en la mayor parte de los continentes, se han observado hechos políticos “locales” que han adquirido una singular relevancia mundial. Cuando se producían estos hechos bajo el sistema de la llamada bipolaridad que le imprimía la existencia de la Unión Soviética como potencia, no se les vinculaba a fenómenos como la globalización, sino más bien con fenómenos asociados a la confrontación de dos potencias como la Ex URSS y EEUU, ambas orientadas a la supremacía global.

Nombremos apenas algunos de estos hechos constituidos en hitos: La guerra en Vietnam; la lucha por los Derechos Civiles en EEUU; las denuncias por violaciones a los Derechos Humanos en la Ex URSS; el Apartheid en África del Sur; el conflicto palestino-israelí, la revolución Iraní; los cambios en el sistema económico en China; la consolidación de India como nación estable e independiente; la implantación de dictaduras en Asia, África y América latina en las décadas de los años 70 y 80, y luego, el desplome de la Ex URSS y del bloque de países adheridos a su sistema socialista en 1990. Todos ellos han provocado un efecto en el clima internacional, y comprobadamente, el resto de los países reaccionaban ante ellos de diferente forma.

Las comillas en hechos “locales”, se refiere a una situación central de base, a las que muy pocos países y territorios en este período pudieron escapar. Se trata de su equidistancia o posición respecto a la confrontación por la supremacía global entre la Ex URSS y Estados Unidos. Muchos de estos hechos “locales”, de una u otra forma, estaban –en algunos casos- estrechamente vinculados a la confrontación de Estados Unidos con la Ex Unión Soviética.

Los casos de la Guerra de Vietnam, las protestas por los Derechos Humanos en la ex URSS, y la implantación de dictaduras proclives a la expansión norteamericana en varias regiones, son los ejemplos más representativos de los vínculos con aquella confrontación. Otros, como el Apartheid en Africa del Sur, la lucha por los derechos Civiles en los EEUU, podrían considerarse problemas cuya raíz derivaba de situaciones con raigambre histórica más genuinamente local.

En todos estos conflictos, es posible observar una división gruesa entre aquellos que expresaban la vinculación directa con el conflicto mayor, en algunos casos convirtiéndose en escenario de confrontación directa como es el caso de la guerra de Vietnam, o de la crisis sobre los cohetes soviéticos en Cuba en 1962.

Se podría también aplicar una regla general, de que escasamente un conflicto de carácter interno de importancia nacional no estuviera relacionado con algún factor interventor externo. Inclusive las manifestaciones por los Derechos Civiles en los EEUU de la década de los años sesenta, están impregnadas por la influencia libertaria y de igualdad proveniente de las ideas originales del socialismo democrático europeo.

Las relaciones internacionales post Segunda Guerra Mundial, han estado determinadas por el mantenimiento de la paz y la búsqueda de los equilibrios en el marco de institucionalidad e instrumentos que la aseguren. Al centro de esta preocupación, existe hasta hoy una condicionante radical: el peso del poder bélico nuclear repartido en muy pocas naciones. Con el advenimiento de un clima de creciente tensión global y regional, y de mayor interdependencia entre las naciones, el poder bélico a disposición de una nación, es quizás más trascendental en el ejercicio de las relaciones internacionales, que lo que se pudiera haber imaginado a partir del derrumbe del llamado mundo bipolar.

La bipolaridad funcionó como un sistema central programable en ambos bloques de poder. Los espacios territoriales de las dos potencias operaban en base a un diseño donde era posible la planificación y el control, teniendo como base la posibilidad límite de la confrontación nuclear. En prácticamente todos los escenarios mayores de confrontación, la posibilidad de aplicar la capacidad bélica nuclear no sólo estaba latente, sino que la situación límite para su uso fue el factor dominante de la crisis. Este es el caso de la guerra en Corea (1949-1951), Vietnam (1963-1974); Crisis del canal de Suez 1957; Crisis en Cuba por los cohetes, 1962.

El concepto de equilibrio de poder en la bipolaridad, está planteado en un sistema de múltiples estados, donde todos tienen potencialmente la posibilidad de formar alianzas y hacerse más poderosos en una perspectiva de alineamiento con uno u otro poder mayor hegemónico.

El período post Segunda Guerra Mundial corresponde a un fragmento de la historia en que se establece en forma central la seguridad nacional como doctrina y base estratégica para la conservación de la integridad territorial de una nación, actuando al mismo tiempo -esta doctrina- como instrumento para asegurar las bases de la estructura social y económica.

Es aquí donde surge el elemento central de la conservación del sistema que es la protección del país respecto a la penetración desestabilizadora de la idea comunista. En el fondo, las relaciones internacionales –hecho admitido por una vasta legión de analistas- han estado por más de cincuenta años profundamente influidas por las estrategias de la contención al comunismo.

No en vano, las primeras palabras del secretario de defensa de los EEUU Donald Runsfeld, al caer la primera estatua de Sadam Hussein en la toma de Bagdad en abril 2003 señalaban “que la imagen de Hussein se agregaba al panteón de los tiranos como Lenin y Stalin. O sea, a más de una década de haberse decretado arbitrariamente el fin de la Guerra Fría en 1991, en la paradójica invasión a Irak, la idea de la contención al comunismo seguía vigente. Y continúa vigente, al observarse periódicamente en los principales medios occidentales, (The New York Times, Nouvelle Observateur, The Guardian, entre otros), después de la invasión 2003 a Irak, extensos reportajes sobre los crímenes de Stalin y Mao Zedong.

Se observa en forma creciente, que las relaciones internacionales de última generación y los patrones de análisis, están en proceso de reformulación. Las teorías basadas en los equilibrios de poder, y en un derecho internacional en gestación, aún forman la base de principios y criterios útiles que continúan siendo usados por las naciones.

Sin embargo, tanto en las intervenciones ocurridas en Irak 2003, Afganistán 2002, en el Medio Oriente en forma continua con el conflicto palestino israelí, así como las que se gestaron en torno a Siria, Irán, Libia, o el escenario de la actual guerra entre Rusia y Ucrania, el tipo de respuesta de los organismos internacionales hacia estos fenómenos, conducen a pensar que se está en presencia de un recambio mayor en las concepciones más básicas sobre el orden internacional. Esto es, con un centro político basado en un sistema de equilibrios de poder, cuando existía un orden internacional bipolar.

Es útil señalar que el colapso del orden internacional bipolar ocurrió 35 años atrás, tiempo más que suficiente para explicar sustantivamente sus múltiples razones, y más aún para articular una definición de lo que sucede: la ausencia de un nuevo orden mundial con un centro político que mantenga equilibrios de poder.

Mientras más se incita a la creencia de que en la actualidad sí existe un nuevo orden mundial, más se reduce el análisis a buscar la explicación fácil de, no solo porqué colapsó la Ex URSS, sino de lo que representaba un planeta funcionando en el marco de la disputa hegemónica de dos poderes omnipresentes. Ese reduccionismo en el análisis del conflicto entre la Ex URSS y EEUU más la alianza Atlántica, ha impregnado todo el espectro del análisis de las relaciones internacionales contemporáneas.

Así como esa tensión dejó caer su sello en esas mismas naciones centrales, las naciones más marginales, alineadas eso sí, con uno u otro bando en mayor o menor grado, desarrollaron sus políticas de estado de control interno y de seguridad internacional en base a esas tensiones.

De allí por ejemplo que la carrera armamentista de los países no se detuvo a pesar de los 35 años del “Nuevo Orden” no bipolar. Más aún, las relaciones internacionales son todavía más dependientes del soporte bélico. Quedó demostrado en la invasión Irak 2003, y en las últimas demostraciones bélicas en Ucrania por ambas naciones Rusia y Ucrania, y en Gaza con los ataques de Israel, ni hablar del bombardeo de Estados Unidos a las montañas de Irán para desmantelar instalaciones nucleares.

La reacción de la comunidad internacional hacia estos eventos ha sido muy pálida en relación a la magnitud de los hechos. Se confirma que hay un país central, Estados Unidos, con capacidad de liderazgo por su soporte bélico.

El esquivo Nuevo Orden Mundial

Los hechos señalados han gravitado sustantivamente en las variadas formas de percibir a la sociedad, y de articular la convivencia en ella. Gran parte de ello se debe a la mayor interdependencia entre la situación interna de los países y la situación de los países en el plano internacional. Se constata además, que el “nuevo orden mundial” pronosticado a partir del colapso soviético, ha sido esquivo. El apresuramiento para decretar ese nuevo orden mundial, ha quedado en evidencia.

Ese colapso político y económico de la Ex Union Sovietica, han precipitado muchas conclusiones delineando la creencia de que, una vez colapsado el comunismo soviético, se abría en el mundo una abundancia de posibilidades ciertas y próximas, para ordenar la convivencia entre las naciones y dentro de cada nación. Los discursos de los líderes de turno, tanto de los países, como de las instituciones clave, abundan con esa creencia del “crisol” de oportunidades para construir y reconstruir el mundo que se dejaban caer una vez que el enemigo principal de la libertad, de acuerdo a la cultura liberal, el comunismo, desaparecía.

A pesar de estas constataciones, se observa un creciente reacomodo de fuerzas entre los países de las diferentes regiones del globo formando alianzas nuevas para ganar cuotas de maniobra en las negociaciones. Es una faceta emergente en un mundo donde ni los actores principales, ni las aspiraciones fundamentales en las negociaciones del futuro parecen ser claras. La compleja relación entre los grandes espacios de poder representados por EEUU, el Japón, la Comunidad Europea, Rusia, China e India, reflejan la realidad de un planeta cuyo nuevo orden no ha sido posible construirlo exclusivamente desde la perspectiva económica.