CONTEXTO | Milko Carreño | Agencia UNO

El precio del descuido

10 julio 2025 | 12:33

Este golpe no es solo económico. Es simbólico. Es el recordatorio brutal de que seguimos siendo un país que extrae, exporta y reza para que los precios nos acompañen.

No hay mucho que maquillar: nos metieron un arancel del 50% al cobre chileno y lo dejamos pasar como si fuera solo un mal dato. No lo es. Es un terremoto. Y no porque nos afecte “el modelo”, sino porque deja en evidencia lo que nunca quisimos admitir: construimos una economía entera alrededor de un solo producto que no manejamos, que no procesamos y que ni siquiera protegemos.

Durante décadas nos vendieron el orgullo de ser el principal productor mundial, pero se nos olvidó que producir no es lo mismo que tener poder. El poder lo tiene quien pone el precio, quien impone las reglas, quien decide cuándo comprar y cuándo no. Y hoy nos dimos cuenta de que ese no somos nosotros.

Este golpe no es solo económico. Es simbólico. Es el recordatorio brutal de que seguimos siendo un país que extrae, exporta y reza para que los precios nos acompañen. No agregamos valor, no levantamos industria, no construimos soberanía. Y lo más absurdo es que esto no nos toma por sorpresa. Simplemente decidimos no hacer nada.

Mientras otros países se organizaban para asegurar los minerales críticos del futuro, nosotros seguíamos sacando concentrado como si estuviéramos en 1900. Creímos que con Codelco bastaba. Que con royalties e impuestos ya estábamos cumpliendo. Que con un par de discursos sobre “nuestra riqueza común” podíamos seguir igual por siempre.

Pero el mundo cambió. Hoy el cobre vale más que nunca, no por nosotros, sino porque es clave para la transición energética global. Y justo ahora nos ponen un impuesto que hace inviable competir. ¿Casualidad? No. Esto es geopolítica pura. Es poder. Y nosotros llegamos tarde.

Lo grave no es el arancel. Es la pasividad con que lo recibimos. La falta de respuesta. La falta de estrategia. Lo grave es que ni siquiera sabemos a quién tenemos que llamar, con qué cartas jugar, ni con qué aliados negociar. Porque no los tenemos.

El cobre no se defiende solo. Y el país tampoco. Si esto no nos despierta, nada lo hará. O reaccionamos, o nos vamos quedando fuera. Porque ya no basta con tener recursos. Hay que saber usarlos. Y, sobre todo, saber protegerlos.