La infancia es una etapa fundamental en la vida de una persona, ya que es el periodo en el que se adquieren habilidades clave para la adultez. Durante este proceso, la familia cumple un rol importante en el desarrollo del menor, pero hay quienes no cuentan con una red propia que apoye su crecimiento.
Para estos casos, existen instituciones especializadas, tanto del Estado como privadas, que acogen a niños y adolescentes en esta situación. Una de ellas es Aldeas Infantiles SOS, una organización no gubernamental (ONG) con presencia en todo el mundo que cumple seis décadas trabajando en Chile por los derechos de la niñez.
En conversación con BioBioChile, Osvaldo Salazar, director nacional de Aldeas Infantiles SOS Chile, explicó parte del trabajo que la entidad social realiza en sus centros de acogida a lo largo del país.
“Nacimos en 1965 con un objetivo sencillo, pero urgente: dar un hogar sustituto a niños que habían perdido el cuidado familiar. Hoy, nuestra misión se ha ampliado: además de ofrecer cuidado alternativo de calidad, apostamos fuerte por la prevención y por acompañar a los jóvenes hasta su autonomía”, comentó el ejecutivo.
Esta organización fue creada en 1949 por el filántropo austriaco Hermann Gmeiner. La idea de este modelo de acogida y acompañamiento infantil surgió como una respuesta para ayudar a los miles de huérfanos sin hogar que dejó la Segunda Guerra Mundial en Europa.
Convencido de que estos niños debían crecer en un entorno familiar, Gmeiner construyó ese año la primera Aldea Infantil SOS en Austria, sin pensar que poco después su ONG se expandiría a varios países en diferentes continentes.
Aldeas Infantiles SOS en Chile
Con más de 70 años de trayectoria internacional, esta organización llegó a Chile en 1965 y desde entonces trabaja bajo la consigna de que todo niño tiene el derecho a crecer en familia.
Esta institución sin fines de lucro ha recibido a más de 25.000 niños, niñas y adolescentes a lo largo de su historia. Actualmente, cuentan con siete residencias distribuidas entre Antofagasta y Puerto Varas, donde entregan atención directa a más de 170 menores que perdieron el cuidado de sus familias.
Cada casa tiene un cuidador (ya sea hombre o mujer), quien vive en los menores y cuenta con el respaldo de un equipo técnico. El director nacional destacó que el rol de estas personas no es un trabajo, sino “una vocación”.
“El proceso para ser un cuidador incluye un filtro curricular, entrevista por competencias, evaluación psicológica y una formación anual obligatoria con módulos de crianza positiva, detección de abuso, regulación emocional y primeros auxilios”, puntualizó.
En cada programa de la ONG el núcleo de cuidado de los niños lo forma un psicólogo, un trabajador social y un educador de apoyo. Ellos diseñan un plan de intervención individual que cubre salud física, bienestar emocional, rendimiento escolar y participación comunitaria. El cronograma se revisa trimestralmente y se ajusta con base a la opinión de los propios menores.
Acompañamiento en la infancia y adolescencia
Según explicó el director nacional, uno de los pilares de Aldeas SOS es mantener unidos a los hermanos biológicos, ya que esta medida tiene un impacto significativo en el desarrollo emocional y social de los niños.
“Nuestro principio es que los hermanos son el primer factor protector: compartir historia y afectos reduce el estrés, favorece el apego seguro y mejora la adaptación escolar”, señaló Salazar.
“Estudios internos y externos muestran que la separación frena el desarrollo socio-emocional y multiplica las crisis de conducta; por eso hacemos todo lo posible para que crezcan juntos. No hay nada mejor que el entorno familiar”, indicó el líder de la ONG.
En la institución se encargan de apoyar a los adolescentes hasta que se independizan. A partir de los 14 años, la organización comienza un ‘itinerario de autonomía progresiva’ con tutorías académicas, educación financiera, prácticas laborales y, a contar de los 18 años, la posibilidad de optar a becas de arriendo o cupos en casas de transición hacia la adultez.
De acuerdo con Salazar, “el acompañamiento puede prolongarse hasta los 24 años e incluye reuniones con ex-participantes y articulación con diversos estamentos del Estado para que puedan optar a diversos subsidios”.
Conmemoración de los 60 años de la ONG en Chile
Los tiempos han cambiado y Aldeas Infantiles SOS enfrenta nuevos desafíos relacionados con la protección del derecho de los niños y niñas a vivir en familias, especialmente frente el aumento de casos de vulneración.
“Lo más complejo hoy es la sobredemanda de protección especializada que genera la Ley 21.302 y la escasez de cuidadores formados. A eso se suma el alza de casos de salud mental en niñas y niños post-pandemia y nuevos riesgos, violencia digital, migración forzada, que exigen modelos de intervención más flexibles y recursos estables”, comentó el líder de la organización.
Por ello, el financiamiento de la institución es clave para el cuidado de los menores. Actualmente, la organización cubre sus gastos mediante tres fuentes: el Estado, que financia el 50% del gasto por niño; el padrinazgo internacional, que representa un 9%; y la recaudación local, entregada por socios, empresas y campañas como la colecta nacional.
“Los socios y empresas amigas financian más del 56% de nuestro presupuesto. Todos los ingresos y gastos se auditan externamente y se publican en nuestra web. También, se organizan días de “puertas abiertas” donde los socios pueden visitar un programa y ver la labor que realizamos”, acotó Osvaldo Salazar.
En cuanto al futuro de la institución, el director nacional de Aldeas Infantiles SOS aseguró que el objetivo principal es avanzar en la protección de la infancia. “Buscamos que cada niño en Chile tenga una familia protectora y que ningún joven egresado quede sin apoyo”, agregó.
Este año, la institución cumple 60 años de trabajo en Chile y tienen una campaña con la que intentan alcanzar una base de 60.000 socios antes del 30 de junio para asegurar la continuidad de sus programas en todo el país.
”Invitamos a la sociedad chilena a hacerse socio, ser voluntario, abrir espacios laborales a nuestros jóvenes o difundir nuestro trabajo. La protección de la infancia es un deber compartido y con su ayuda podemos transformar vidas”, puntualizó Salazar.