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En 1982, el IFK Göteborg de Suecia sorprendió al mundo del fútbol al coronarse campeón de la Copa de la UEFA, a pesar de ser un equipo semiprofesional con graves problemas financieros. Guiados por el joven entrenador Sven-Göran Eriksson, cuya única experiencia había sido en tercera división, el equipo logró llevarse el trofeo de manera invicta. Compuesto por electricistas, fontaneros, profesores y estudiantes, el IFK Göteborg demostró su calidad tanto en la liga sueca como en la competencia europea, sorprendiendo a propios y extraños con su estilo de juego basado en el orden táctico, el despliegue físico y la rapidez en llegar al arco contrario. A pesar del éxito, el modesto club sueco no pudo retener a sus principales figuras y se desmanteló tras la hazaña.
¿Es posible que un equipo repleto de electricistas, gásfiters, trabajadores de bancos y profesores logre levantar un título internacional? Hoy en día, el sólo plantearlo como una incógnita resulta descabellado, sin embargo, sí existe un club que lo logró en 1982; se trata del IFK Göteborg de Suecia, campeón de la Copa de la UEFA en 1982.
Una hazaña difícil de repetir en el mundo del deporte y que puso en jaque al fútbol europeo, luego de presenciar cómo un equipo semiprofesional con severos problemas financieros logró llevarse el trofeo de manera invicta y de la mano de un joven entrenador que su única experiencia había sido en tercera división.
Un equipo semiprofesional con problemas económicos
Fundado en 1904, el IFK Göteborg es uno de los equipos fundadores del fútbol en Suecia que, rápidamente, se estableció como uno de los grandes en este país, consiguiendo títulos nacionales en casi todas las décadas, si no fuera por sequías de triunfos que han quedado marcadas en la historia del club, como fue el caso entre 1918 y 1935, entre 1942 y 1958 y entre 1959 y 1969.
Justamente, tras el trofeo conseguido en este último año (el séptimo del elenco blanquiazul), el IFK se hundió en el peor momento de su historia al caer descendido un año después y, pese a haber tenido experiencia en la segunda división, le costó bastante volver a la élite del balompié sueco, estando más de media década en esta categoría.
Este largo mal momento acabó en 1976 con el ascenso a la primera categoría, sin embargo, los paupérrimos resultados deportivos ya habían mermado la economía del club. Aferrado a una base sólida de jugadores que, si bien cumplían dentro del terreno de juego, el dinero que les pagaba la institución no era suficiente para poder vivir, por lo que la mayoría del plantel compaginar el fútbol con otras labores, habiendo electricistas, gásfiters, profesores y estudiantes en el equipo.
El crecimiento del Göteborg desde su regreso a la élite era innegable. Y es que, en su segundo año en primera división, finalizó en el tercer lugar de la clasificación. ¿El gran responsable? El entrenador Hasse Karlsson, a quien no pudieron seguir pagándole y, en una decisión impensada, lo reemplazaron por un joven de 30 años que había dejado el fútbol en 1973 y que sólo tenía experiencia como DT en la tercera división. De esta manera, Sven-Göran Eriksson se hizo cargo del club en 1979.

Sin una reputación que lo avale, el estratega sueco era un completo desconocido para los jugadores del IFK, quienes debían trasladarse a entrenar al medio de un bosque tras salir de sus respectivos trabajos. Además de su nula experiencia en el profesionalismo, Eriksson también debió luchar contra el rechazo nacional que existía hacia las tácticas británicas, las cuales no le habían resultado a la Selección de Suecia en el Mundial de Argentina 1978.
Sin embargo, este grupo de electricistas, fontaneros y profesores decidió empaparse de las enseñanzas de quien después se convirtió en director técnico de Marcelo Salas en la Lazio y los resultados no se hicieron esperar. Por primera vez en su historia, el Göteborg se coronó campeón de la Copa de Suecia el mismo año, imponiéndose en la final con un resultado de 6 a 1. Además, quedó en el segundo lugar en aquella campaña y en el tercero al año siguiente, lo que le permitió acceder a la Copa de la UEFA 1981-1982 (actual Europa League).

A pesar de los problemas económicos, la directiva del elenco blanquiazul se la jugó con tres grandes refuerzos que le sumaran calidad a un plantel compuesto por jugadores provenientes de equipos pequeños, trabajadores de la ciudad y canteranos. De esta manera, anunciaron los fichajes del portero Thomas Wernerson, del lateral Stig Fredriksson y del delantero Håkan Sandberg. Los tres venían de jugar en segunda división. Era lo que podían comprar.
El equipo quería sorprender en el ‘Viejo Continente’, donde sólo había cosechado cuatro participaciones continentales en la Champions League, donde nunca llegó más allá de la segunda fase. Además, su única experiencia en la Copa de la UEFA no fue la mejor, luego de caer en la etapa inicial del certamen frente al Twente de Países Bajos. No obstante, tampoco es que el fútbol sueco había tenido buenos resultados a nivel internacional, salvo la hazaña del Malmö en 1979, llegando a la final de la Copa de Campeones, donde cayó por la mínima ante el Nottingham Forest del mítico Brian Clough.
El inolvidable camino
Tras un positivo sorteo para el IFK, llegaba el momento del debut el 16 de septiembre de 1981. ¿Su rival? El modesto Haka de la vecina Finlandia. En el primer partido de visita, los nervios casi le juegan una mala pasada a los dirigidos por Eriksson que, pese a comenzar en desventaja, lograron un importante triunfo por 3 a 2. La vuelta fue un trámite tras un 4 a 0 que sólo presenciaron un poco más de 2.500 espectadores en el Estadio Ullevi, el cual tiene capacidad superior a 50.000. Aún no entusiasmaba el equipo.
Ya con los 32 equipos expectantes de cara a la segunda fase del certamen europeo, el Hamburgo de Alemania se erigía como uno de los candidatos a levantar la copa. Con el legendario Ernst Happel al mando y con Franz Beckenbauer como la principal figura y capitán del equipo, el cuadro de la Bundesliga no tuvo problemas para sortear las tres primeras rondas, dejando atrás al Utrecht de Países Bajos, al Burdeos de Francia y al Aberdeen de Escocia, el cual era entrenador por el mítico Sir Alex Ferguson.

En tanto, el Göteborg se encontraba viviendo un sueño tras avanzar a cuartos de final, luego de superar al Sturm Graz de Austria y al Dinamo Bucarest de Rumania. Pese a la hazaña que comenzaba a construir el elenco sueco, no se condecía con los ingresos económicos. La mayor asistencia en estos partidos fue de ocho mil espectadores, menos de un sexto de la capacidad del estadio. Mientras tanto, la directiva tenía que seguir pagando las cuotas de los fichajes y los sueldos.
La Copa de la UEFA ya no era tema en las reuniones de la directiva. La crisis financiera provocó la renuncia de varios miembros del consejo. Incluso, de su propio presidente, Bertil Westblad, quien no veía otra opción que la quiebra. Con deudas millonarias, la escuadra sueca debió realizar una colecta y buscar ayuda de empresas locales para poder viajar a España para enfrentar a su próximo rival, el Valencia.

Luego del éxito de la colecta por parte de los aficionados y de un préstamo que logró conseguir el vicepresidente del club, el IFK logró incluso organizar unos amistosos en Inglaterra antes de enfrentar los cuartos de final del torneo europeo, con el fin de recuperar el nivel futbolístico mostrado previo al parón invernal. Ya en España, los medios de comunicación locales veían a los futbolistas suecos como amateurs y los tildaron de turistas en la previa.
El empate en el Estadio Mestalla (anteriormente llamado Luis Casanova) hizo que tanto la prensa como los fanáticos españoles se tragaran sus palabras. Y en la vuelta, los suecos terminaron el trabajo con una victoria por la cuenta mínima. El siguiente rival del cuadro blanquiazul iba a salir del duelo entre el Real Madrid y el Kaiserslautern. Quizás qué hubiera sucedido si el Göteborg hubiera vuelto a España para medirse ante el poderoso merengue, sin embargo, los alemanes los dejaron en el camino.

La pasión, la garra, el orden táctico y los grandes resultados del elenco sueco no eran suficiente para los diarios europeos, que daban por hecho que la final sería 100% alemana. Pero los guerreros de Sven-Göran Eriksson no fallaron. Mientras el Hamburgo dejaba atrás sin complicaciones al Radnički Niš de Eslovenia tras un global de 6 a 3, el IFK hacía lo propio, aunque con muchas más complicaciones, luego de obligar el tiempo extra en la vuelta y avanzar a la final con un gol agónico de Fredriksson.
La cena estaba servida. El 5 de mayo de 1982 se disputó la ida en el Estadio Ullevi, que se encontraba completamente empapado y embarrado por la intensa lluvia caída en la ciudad sueca. Unas complicadas condiciones climáticas que no impidieron que los más de 42 mil espectadores repletaran las tribunas, quienes vieron cómo los futbolistas locales olvidaban que hace un tiempo se dedicaban a hacer otro tipo de trabajos y se plantaron ante el combinado alemán de Beckenbauer, que no pudo hacer nada para evitar la derrota por la mínima.
Aún con la victoria del IFK en el encuentro de ida, nadie esperaba que la edición 1981-1982 de la Copa de la UEFA fuera una de las más sorprendentes. Y no sólo por el resultado final (0-3 en la vuelta), sino por el incuestionable merecimiento de un equipo semiprofesional de Suecia, el cual amargó la fiesta de más de 55 mil espectadores en el Volksparkstadion, transformando los lamentos en aplausos. Histórico.

Los guerreros de Sven-Göran Eriksson
Entre electricistas, fontaneros, profesores, trabajadores de bancos y estudiantes, Sven-Göran Eriksson logró formar un equipo titular que revolucionó el fútbol europeo con un estilo basado en el orden táctico, el despliegue físico y la rapidez en llegar al arco contrario, comenzando justamente por el guardameta, Thomas Wernerson, que llegó al club para suplir al veterano seleccionado Ronnie Hellström, un inamovible de Suecia.
Pese a la revolución que provocó el IFK Göteborg en el ‘Viejo Continente’, la formación era una tradicional y equilibrada 4-4-2, por lo que en el centro de la defensa la dupla de marcadores centrales estaba formada por Conny Karlsson, que llegó al equipo tras abandonar el modesto IFK Oskarshamn (club amateur que no contaba con futbolistas profesionales ni semiprofesionales), acompañado por Glenn Hysén, de apenas 22 años y ya titular en la selección.
Igual de sólidos que los centrales eran los laterales. El discreto pero eficiente Ruben Svensson era el encargado de la banda derecha y, por el otro lado, Stig Fredriksson poseía características completamente distintas, ya que además de ser el cobrador oficial de penales, llamaba la atención por su juego ofensivo y directo. Este último también logró disputar 58 partidos con la selección nacional.

Jerry Karlsson (hermano gemelo de Conny) era el responsable de entregarle orden y rudeza al mediocampo, el cual era dominado por el versátil Glenn-Peter Strömberg, quien tenía características más ofensivas pero que, de igual manera, tenía la capacidad de marcar y crear.
Los extremos también eran hermanos, pero no gemelos. El mayor, Tord Holmgren, jugaba por la franja derecha y se caracterizaba por su potencia y garra, llegando a ser conocido como ‘Turbo-Tord’ por la hinchada sueca. Por su parte, Tommy Holmgren era considerada la estrella del equipo, siendo mucho más habilidoso que su hermano y haciéndose conocido a nivel europeo por su preferencia por los regates.
En la delantera también destacaba un dúo dinámico como lo era el joven de 20 años, Dan Corneliusson, y el goleador del Göteborg y único futbolista del equipo que había disputado el Mundial de Argentina 1978, Torbjörn Nilsson. Mientras que el novato medía 1,83 metros, el artillero superaba los 1,90. Dos torres que, pese a su estatura, sorprendían también con su técnica, velocidad y entrega para presionar.

Formado en la cantera de la institución, Corneliusson irrumpió en el equipo justamente aquella temporada en el segundo semestre, enviando al banco de suplentes al recién fichado Håkan Sandberg, quien se transformó en el primer cambio de Sven-Göran Eriksson cuando las cosas se torcían.
El éxito fue un arma de doble filo para el modesto elenco sueco que, con muy pocos recursos económicos, le fue imposible retener a sus principales héroes, desmantelándose en cuestión de meses tras levantar el certamen europeo. En la temporada siguiente, cinco jugadores titulares migraron a otras ligas, como fue el caso de Nilsson y Corneliusson a Alemania, Hysén a Países Bajos, Karlsson a Estados Unidos y Strömberg, que se reunió con Eriksson en el Benfica de Portugal.
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