Este 1 de mayo se cumplen 30 años de la muerte del brasileño Ayrton Senna, reconocido por la Fórmula 1 como el piloto más rápido en la historia de la categoría reina del automovilismo.
Fue en el Gran Premio de San Marino 1994, precisamente en la curva de Tamburello, donde el oriundo de Sao Paulo perdió el control de su monoplaza Williams-Renault y se estrelló violentamente contra un muro.
Para entonces, el brasileño llevaba 10 años en el ‘Gran Circo’ y era considerado una leyenda viva del automovilismo, pero fue una carrera en específico la que le dio ese estatus.
En la temporada 1984, Senna había firmado su primer contrato en la F1 para vestir los colores de la escudería británica Toleman.
Para el Gran Premio de Mónaco, el 3 de junio de ese año, Ayrton llegaba con bajas expectativas debido al rendimiento logrado con su monoplaza, considerado de segunda categoría.
Pero el clima estuvo del lado del brasileño, cuyas habilidades en pista mojada eran reconocidas por el resto de los pilotos. Largó 13° y, amparado en la torrencial lluvia en el principado, ganó tres puestos en la primera vuelta.
De ahí en más, nadie lo paró: noveno en la segunda vuelta, octavo en la tercera, sexto en la novena, quinto en la duodécima, tercero en la decimosexta y segundo en la decimonovena.
En el vigésimo giro, Alain Prost (McLaren) superaba por 20 segundos al brasileño, pero en la vuelta 31 esa distancia era de apenas 5 segundos.
Todo indicaba que el brasileño lo adelantaría en la próxima pasada, pero los comisarios decidieron detener la carrera por las condiciones de la pista.
“Creo que vemos en Ayrton Senna un talento realmente extraordinario. Es una actuación asombrosa”, destacaba el británico James Hunt, campeón del mundo en 1976.