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Aclaremos de entrada, la fecha no está para nada certificada, pero muchos señalan que el 3 de mayo del año 328 d.C., Helena de Constantinopla, la madre del emperador Constantino, dijo haber encontrado la cruz de madera en la que murió Jesucristo.
Otra aclaración, esta es una leyenda, algo no confirmado, y de hecho, este acontecimiento comenzó a añadirse al mito de Helena a finales del siglo IV. Flavia Julia Helena probablemente nació en Drépano, al noroccidente de Anatolia, actual Turquía. Supuestamente era hija de un sirviente, lo que no impidió que fuese la primera esposa del tetrarca Constancio Cloro.
Constancio Cloro se divorció de ella el año 292 para casarse con la hijastra de Maximiano, Flavia Maximiana Teodora. El hijo de Helena, Constantino, se convirtió en emperador del imperio romano y después de su coronación, Helena tuvo una destacada presencia en la corte imperial. Durante el reinado de Constantino, Helena se convirtió al cristianismo, y es considerada por los ortodoxos y católicos como santa y famosa por su piedad.
Helena es tradicionalmente conocida por buscar las reliquias de la Vera Cruz, o sea, la auténtica cruz de Cristo, buscar los restos de los reyes magos, que actualmente se conservan en la Catedral de Colonia, así como los del apóstol Matías, depositados en la abadía de San Matías de Tréveris. El historiador Tiramius Rufinus, también llamado Rufino de Aquileia, afirmó que a la madre de Constantino se le reveló en una visión que debía ir a Jerusalén, lugar donde encontraría la Santa Cruz que estaba enterrada. Entonces, el año 326 o 328, la fecha insistimos no es exacta, la emperatriz, con cerca de 80 años de edad, partió a Jerusalén.
Y según la leyenda de Santiago de la Orágine, cuando llegó, la emperatriz hizo someter a interrogatorio a los judíos más sabios para que confesaran cuanto supieran del lugar en el que Cristo había sido crucificado. Después de conseguir esa información, la llevaron hasta el supuesto Monte de la Calavera, el Gólgota, donde el emperador Adriano, 200 años antes, había mandado erigir un templo dedicado a la diosa Venus. Se cree que en realidad el Gólgota era una antigua cantera abandonada, con un macizo rocoso, poco útil para la construcción, que quedó sin utilizar y constituyó posteriormente el patíbulo donde colocaban las cruces los romanos.
Esa cantera estaba fuera de la muralla de Jerusalén, pero muy cercana a ella. Elena entonces ordenó derribar el templo y excavar en aquel lugar en donde, según la leyenda, encontró tres cruces, la de Jesús y la de los dos ladrones. Ahora, ¿eso que encontró era de verdad la cruz de Cristo? La leyenda dice que sí, porque un supuesto milagro permitió identificarla.
Una versión dice que Elena hizo traer a una mujer, o un hombre muerto, que al entrar en contacto con la cruz de Jesucristo, resucitó. Otra versión, la de Sócrates de Constantinopla, cuenta que junto a las cruces apareció también la inscripción en hebreo, latín y griego que mandó colocar Poncio Pilato sobre la cruz de Jesús. Para resolver cuál era la cruz de Cristo, el obispo de Jerusalén, Macario, pidió que acercaran a cada una de ellas a una mujer enferma que estaba a punto de morir.
Cuando las dos primeras cruces tocaron el cuerpo de la enferma, su estado no varió, pero con la tercera, la mujer recobró inmediatamente la salud. Este hecho se interpretó como el signo divino que mostraba que era la lignum crucis, o sea, árbol de la cruz. La historia, o leyenda, narra que junto a las tres cruces se encontraron los clavos, de los que uno está montado en la corona férrea de Monza, un segundo en la catedral de Milán y el tercero en Roma, y el titulus, el cartucho que contenía la condena en tres idiomas.
Un fragmento se encuentra en Roma, en la iglesia de la Santa Cruz. La emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en ese lugar, el lugar del hallazgo, un fastuoso templo, la llamada Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia. Mucho después, en el año 614, el rey persa Cosroes II tomó Jerusalén y tras la victoria se llevó la Veracruz y la puso bajo los pies de su trono como símbolo de su desprecio a la religión de los cristianos.
Tras 15 años de luchas, el emperador bizantino Heraclio lo venció definitivamente en el año 628 y poco después, en una ceremonia celebrada el 14 de septiembre de ese año, la Veracruz regresó a Jerusalén, llevada en persona por el emperador en una procesión a través de la ciudad. La capilla de Santa Elena es una iglesia armenia del siglo XII en el nivel inferior de la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén y en el sureste de esa capilla hay una silla que, dicen, era la silla que usaba Santa Elena. Flavia Julia Elena, la madre del emperador Constantino, de quien dice la leyenda que el 3 de mayo del año 380 encontró en Jerusalén la cruz de madera en la que murió Jesucristo.