La jornada del martes, la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó el proyecto de ley que regula y prohíbe el uso de dispositivos móviles electrónicos de comunicación personal —como celulares — en todos los colegios del país, ¿Cómo ayuda esta medida a los niños y jóvenes en su salud mental?
Previo a su aprobación, la psiquiatra infantojuvenil Mariana Labbé, directora médica de Clínica MirAndes Manquehue explicó a BioBioChile que esta medida es altamente recomendable, “siempre que se implemente con un enfoque educativo y no punitivo (disciplinario)”.
“El uso excesivo de pantallas se asocia de manera consistente con aumento de ansiedad, dificultades atencionales, irritabilidad, baja autoestima y alteraciones del sueño”, dijo la experta sobre las dificultades que conlleva el empleo de estos aparatos constantemente.
“En muchos casos, observamos también desregulaciones emocionales severas relacionadas con la dependencia, como cuadros más graves a nivel anímico o comportamental, por experiencias de traumáticas, o de exposición a riesgos, por el mal uso de dispositivos digitales”, complementó.
Al respecto, explicó que restringir la utilización de los teléfonos “no implica demonizar la tecnología, sino generar un entorno más saludable, donde el aprendizaje, la convivencia y el desarrollo socioemocional puedan darse sin interrupciones permanentes“.
Aspectos positivos de la restricción de celulares
1. Desde la vereda de lo positivo de esta medida, la experta explica que los jóvenes y niños “vuelven a estar presentes, a conectarse con su entorno real“.
Cuando el celular no está disponible, “se reactivan interacciones más auténticas y significativas entre compañeros: conversan más, se miran más, juegan más y comparten más“, afirma la doctora Labbé.
Aquello favorece el desarrollo de habilidades sociales y la empatía, que suelen verse desplazadas por la interacción digital.
En ese contexto, la experta explica que “las pantallas tienden a desensibilizar, y es más fácil herir a alguien desde una red social que enfrentarlo cara a cara. Al limitar su uso, se promueve una convivencia más respetuosa”.
2. Como segundo aspecto positivo, se recupera la concentración y el rendimiento académico, ya que al eliminar un estímulo tan intenso y constante, la mente se calma y los estudiantes pueden enfocarse con mayor profundidad en lo que están aprendiendo, afirma Labbé.
Complementado con lo anterior, la experta afirma que también se logra una mayor regulación emocional, una disminución del ciberacoso durante la jornada escolar y menos conductas impulsivas.
Asimismo, sin el celular “disminuye la comparación permanente con otros, lo que protege la autoestima y reduce niveles de ansiedad, factores especialmente relevantes en etapas de desarrollo”, sostiene la doctora.
Desafíos
Si bien esta medida representa un beneficio para los niños y jóvenes, también significa un desafío, puesto que para algunos estudiantes, el celular funciona como un “regulador emocional improvisado“.
Aquello significa que retirarlo sin acompañamiento puede generar ansiedad, malestar o resistencia y por lo mismo es clave que familias y colegios trabajen coordinadamente, manteniendo vías claras de comunicación para implementar la medida de forma segura y acompañada, aconseja la doctora Labbé.
Complementado con ello, debe tratarse de un proceso paulatino, en el que predomine el diálogo, la claridad y la coherencia para que los cambios sean duraderos en los jóvenes.
“Por eso es clave informar, sensibilizar y alinear a estudiantes, docentes y familias. Cuando todos comprenden el propósito de la medida y sus beneficios reales, la recepción es completamente distinta“, afirma la especialista.
¿Cómo los jóvenes pueden partir alejándose de los celulares en el aula?
De acuerdo a las recomendaciones de la psiquiatra infantojuvenil, una buena forma de iniciar este proceso en los colegios, es estableciendo momentos específicos sin celular y observar cómo responde cada curso.
También es útil evaluar el nivel de uso problemático o adicción mediante escalas estandarizadas, identificando a los estudiantes de mayor riesgo para un trabajo más focalizado con ellos y sus familias.
Además, es importante definir las excepciones (como necesidades médicas o educativas) y explicar claramente por qué se aplican.
Una vez consolidado ese primer paso, se puede avanzar hacia toda la jornada escolar sin celulares.
Vale destacar que es fundamental que este proceso vaya acompañado de educación digital, entrenamiento en autorregulación emocional, autocuidado y habilidades de convivencia escolar.
Por su parte, es esencial que los adultos también mantengan un uso responsable de sus dispositivos dentro del establecimiento, tal como contempla la ley.
La restricción de los celulares debe seguir en casa
Pero esta medida no solo debe limitarse al aula. En los hogares también debe existir un protocolo para ayudar a niños a jóvenes con el uso de los teléfonos.
“Si el colegio promueve entornos más saludables, pero en casa el empleo del celular es ilimitado, el impacto de la medida disminuye significativamente”, asegura la experta.
Las familias cumplen un rol central en consolidar hábitos, reforzar la autorregulación y sostener el bienestar emocional de niños y adolescentes.
Es fundamental que los padres y cuidadores establezcan rutinas claras en el hogar, tales como:
– Horarios definidos para el uso de dispositivos.
– Evitar pantallas en la noche.
– Mantener los celulares fuera de dormitorios y espacios destinados al descanso.
– Modelar con el ejemplo en un uso equilibrado de la tecnología.
También es importante acompañar emocionalmente a los menores. Algunos pueden mostrar irritabilidad o ansiedad al reducir el uso del teléfono, y es ahí donde los adultos deben contener, escuchar y ayudar a regular, no castigar ni ridiculizar. El objetivo es apoyar, no confrontar, aconseja la doctora Labbé.
La ley no significa descartar la tecnología
Según explica la experta, la ley no significa descartar la tecnología, ya que usada con propósito pedagógico y bajo guía docente, puede ser una herramienta valiosa.
“El problema no es la tecnología en sí, sino el uso irrestricto durante clases y recreos, que habitualmente perjudica más de lo que aporta”, reflexiona Labbé.
En ese sentido, afirma que la clave está en el equilibrio: “limitar los teléfonos en el colegio permite que los estudiantes recuperen la capacidad de aprender con foco, calma y continuidad, sin competir constantemente con estímulos digitales diseñados para captar su atención. Esto beneficia tanto el rendimiento académico como la salud mental”, concluyó la especialista.