Karolina Grabowsky | Pexels (CCO)

¿Reconoces alguna? las señales que revelan que estás sanando de una infancia tóxica

28 marzo 2021 | 09:05

Si hay algo que todo el mundo tiene claro es que a absolutamente nadie le enseñan a ser madre o padre. Por muchos libros que leas durante el periodo de embarazo, con un bebé en los brazos las cosas son diferentes y muchas de tus actitudes serán heredadas de tu propia historia y no las miles de hojas que leíste con mucha atención.

El amor que le puedas brindar a tu hijo durante su infancia lo afectarán en sus conductas al crecer, por lo que si hubo una relación de amor, durante su crecimiento es posible se pueda desenvolver sin inconvenientes.

Es probable que la salud mental de este hijo, que creció en un vínculo de amor con sus cuidadores, especialmente con la madre, esté mucho más fortalecida que la de uno que se crió en medio del rechazo con falta de amor, puesto que la calidad de este nexo será predeterminante para las futuras relaciones que vaya a establecer.

¿Por qué mi madre no me quiere?

La pregunta tiene la respuesta en el “síndrome de la progenitora tóxica”, término que se utiliza para describir a aquellas mujeres que, usualmente, llegaron a la maternidad sin desearlo, pero que debido a las presiones de la sociedad, los convencionalismos o cumplir lo esperado, accedieron a algo que realmente no querían.

Según destaca El País, a partir de esta concepción, hay hijos e hijas que no se sienten amados y más bien se ven como un obstáculo en la vida de sus madres, las que responden siempre a patrones de mujeres narcisistas que continúan viendo el mundo a través de sus necesidades.


El diario español es mucho más duro cuando describe un perfil de mujeres tóxicas señalando que “son mujeres amargadas, cuya vida no se parece en nada a lo que esperaban, profundamente infelices, que usan de chivo expiatorio a sus hijos proyectando en ellos el foco de su insatisfacción”.

Luego, añade “hay diferentes formas de madres tóxicas, pero todas incluyen la culpa, la manipulación, la crítica cruel, la humillación, la falta de empatía, el egocentrismo puro”, destacando que envidian los éxitos de sus hijos y rivalizan con ellos.

Todos estos factores implican que sus hijos crecen con una falta de autoestima importante, inseguridad, autoexigencia, necesidad de aprobación y dificultades para poner límites en las relaciones emocionales, debido al rechazo que vivieron con sus madres, lo que también les produce un miedo al abandono.

Los traumas de la infancia

Los traumas que generan estos niños durante su periodo de infancia, los acompañan hasta la adultez, cuando las marcas comienzan a notarse en ciertos comportamientos.

Andrea Brandt, experta en terapia de familia afirma en Psycohology Today, que “los niños dan un sentido a los acontecimientos que atestiguan y de las cosas que les ocurren, y crean un mapa interno de cómo es el mundo. Esta toma de significado, les ayuda a hacer frente a las cosas. Pero si los niños no crean un nuevo mapa interno a medida que crecen, su antigua forma de interpretar el mundo puede dañar su capacidad de funcionar como adultos”.

En este sentido, los comportamientos que tienden a desarrollar y que están asociados a esa infancia tóxica están relacionados con por ejemplo, crear un “falso yo”, es decir tratar de convertirse en una persona que agrada a todos, con una máscara que tiene por objetivo protegerles de no ser amados, atendidos o aceptados.


También suelen tener un pensamiento de víctima, que se comienza a desarrollar en su niñez y luego continúa en la adultez, pese a que pueden elegir en qué posición estar. Otro comportamiento que se puede apreciar es ser pasivo-agresivo o en un caso extremo, llegar a ser muy pasivo, enterrando su ira y miedos.

La psicóloga Olga Carmona es clara al destacar que sí es posible sanar de una infancia con una madre que no entregó el amor que se esperaba, destacando que “es imprescindible hacer un duelo: despedirnos definitivamente de la madre que no tuvimos, que ya no vamos a tener y no seguir buscando con manotazos de ahogado maneras infructuosas de compensar ese oscuro hueco”.

La profesional añade que estas personas que sufrieron una infancia tóxica deben “asumir sin culpa alguna que la madre no se elige y que venimos al mundo programados para amar a quien nos toque para maternarnos. Tomar la decisión interna de poner distancia emocional y física de la mujer que no supo querernos y sobre todo, hacer del intento de no traspasar la herida a nuestras hijas e hijos, un objetivo vital, una cruzada.”

Señales para reconocer

Para Peg Streep, la autora de “Detox de las hijas: recuperándose de una madre no amorosa y recuperar tu vida”, gran parte de quienes sanan una infancia tóxica creen que es específicamente sanar la falta de amor que experimentaron, sin embargo, el proceso va mucho más allá.

Según la escritora es importante entender como el trato que recibieron en la infancia, que puede estar reflejado en cosas pequeñas o grandes, determinaron un comportamiento en la adultez y muchas veces se interponen en lograr una felicidad plena, esto porque aprendieron algunas habilidades en el enfrentamiento de una niñez dura o sencillamente, la falta de sintonía con su madre les impidió adquirirlas.

Al igual que Carmona, Streep recomienda en Psychology Today que para poder comenzar a sanar estas heridas, crecer, cambiar y prosperar es importante trabajar con un terapeuta, aunque también destaca que la autoayuda puede promover el reconocimiento y el crecimiento.


Una vez que este proceso comienza, las señales que te indican que puedes estar sanando son las siguientes, de acuerdo al relato que entregó Peg Streep para su libro:

1. Estás mejorando en nombrar tus sentimientos: Los niños no amados no aprenden a manejar emociones negativas, al crecer en un entorno de burlas o ser avergonzados por mostrar emoción, por lo que no las entienden. Sin embargo, al sanar pueden comenzar a reconocer estas emociones, una habilidad que pueden cultivar, practicar y perfeccionar.

2. No te culpas automáticamente: Muchas veces estos niños que crecieron en un ambiente donde la autoculpa o la autocrítica es un comportamiento predeterminado para ellos. Comenzar a ver los fracasos y errores entendiendo que pueden ser propios, pero reconociendo otros factores, es una señal de progreso.

3. No te cuestionas automáticamente: Es sencillamente tener confianza en uno mismo, sin maquinar escenarios alternativos para cada situación que viven.

4. Puedes hablar sin preocuparte y eres mucho menos sensible al rechazo o los desaires: Enfocarte en complacer a los demás, obliga a que los hijos no amados no tengan la capacidad de tener una voz. Además, como siempre estuvieron alertas buscando señales de abandono, ser capaz de reconocer que un rechazo no siempre es una situación extrema.


5. Respetas los límites y estableces los tuyos: tener la capacidad de reconocer límites saludables es un gran avance, puesto que quienes viven un apego ansioso ven en los límites sólo señales de rechazo.

6. Sientes orgullo por lo que manejas bien y puedes lidiar con los fracasos: Reconocer estos extremos son parte de un crecimiento emocional que deja atrás el castigarte mental y emocionalmente por alguna acción que no te dejó satisfecho.

7. Ya no te avergüenzas: la autora lo destaca indicando que “la vergüenza de no ser amada, de sentirse señalada de esta manera, y la sensación resultante del aislamiento lentamente comienzan a desvanecerse a medida que la hija entra en ella misma, más y más. Comprender que no estás sola y que muchos otros enfrentan una crisis similar te ayuda a superar lo que nunca fue tuyo para comenzar.”.

8. Comenzaste a manejar tus emociones con habilidad: Cuando vives una infancia dura puedes haber estado inundado de sentimientos o haberte vuelto experta en escapar de estos, pero cuando esas heridas van sanando comienza a manejar de mejor forma tus emociones, aunque puede ser un largo camino que se dará incluso con pasos de bebé.

Para Peg Streep, la sanación es posible, pero es un proceso largo y lento, en el que te debes animar constantemente y recordar practicar la autocompasión, cuando esos viejos hábitos vuelven a la vida.