El Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI) presentó un informe con 36 propuestas a las candidaturas presidenciales, cuyo eje es repensar la infraestructura urbana como un sistema para garantizar equidad, resiliencia y calidad de vida.
Este llamado llega en un momento decisivo: con el 89 % de la población viviendo en ciudades y un déficit habitacional que supera el medio millón de hogares, no podemos seguir replicando modelos dispersos y poco sostenibles. El documento enfatiza que redes de transporte, servicios básicos y espacios públicos son esenciales para reducir brechas urbanas, junto con dos condiciones clave para el desarrollo: sostenibilidad y digitalización.
Diseño urbano sostenible
El paradigma del Siglo XXI exige dejar atrás el automóvil como patrón dominante y apostar por transporte público eficiente, corredores verdes y espacios inclusivos. También demanda ciudades preparadas para el envejecimiento poblacional: en 2050, más del 30 % de las personas tendrá sobre 65 años, lo que obliga a diseñar entornos accesibles y seguros. En paralelo, la infraestructura habilitadora del territorio –telecomunicaciones, energía, residuos y agua– debe modernizarse y conectarse a redes inteligentes con economía circular. Todo esto para recomponer la cohesión social que nuestras urbes han visto deteriorarse en las últimas décadas.
El CPI propone cuatro líneas de acción:
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– La primera, priorizar infraestructuras ciudadanas en tres categorías: habilitadoras (telecomunicaciones, residuos, energía y agua), sociales (salud, educación, cultura, deporte y seguridad) y de conectividad (vialidad, transporte masivo e integración intermodal).
– La segunda, impulsar barrios sostenibles como unidad de planificación, densificando en torno al transporte público, fomentando calles caminables, diversidad de usos e infraestructura verde.
– La tercera, crear un programa de certificación de barrios que, adaptando estándares como LEED-ND –Leadership in Energy and Environmental Design for Neighborhood Development, que evalúa criterios ambientales, sociales y de conectividad–, establezca indicadores medibles e incentive a municipios y desarrolladores.
– La cuarta, en barrios existentes, fortalecer centralidades que concentren comercio, servicios y transporte, favoreciendo ciudades policéntricas.
El diseño urbano sostenible también es clave para mitigar el cambio climático y mejorar la salud física y mental. Corredores ecológicos, drenaje urbano y espacios públicos de calidad son herramientas de adaptación frente a sequías, inundaciones y otros eventos extremos.
Incorporar soluciones basadas en la naturaleza permite a las ciudades gestionar mejor sus recursos y su vida pública.
Políticas de Estado
En síntesis, ya no basta con proveer infraestructura: es imprescindible integrar criterios ambientales y articular redes urbanas para consolidar nodos que aporten sostenibilidad y vitalidad.
Convertir estas propuestas en políticas de Estado es reconocer que la ciudad es motor de desarrollo económico y social, construido con planificación, colaboración público-privada y una ciudadanía con voz activa. Ese es el desafío.