Yuri Contreras Araya
Secretario de cultura y recreación de la ANEF
El movimiento sindical del sector público enfrenta hoy un momento crucial. A diferencia de otras etapas, los desafíos no solo provienen del Estado empleador, sino también de un escenario político fragmentado, una ciudadanía exigente y un sindicalismo cada vez más desmovilizado.
La precarización laboral, expresada en figuras como el trabajo a honorarios, la subcontratación encubierta y la rotación permanente, ha debilitado no solo la estabilidad del empleo, sino también la calidad de los servicios públicos. A ello se suma el creciente descrédito de la función pública, alimentado por discursos que, desde ciertos sectores, buscan instalar la idea de que los funcionarios somos un lastre, más que un pilar del Estado social.
En este contexto, el avance de la ultraderecha representa una amenaza concreta. Con propuestas antisindicales y una visión mercantil del Estado, promueven una agenda que erosiona derechos laborales, desprecia la organización colectiva y socava la función social del servicio público.
Revitalizar el sindicalismo público en tiempos de incertidumbre
Casos como el mal uso de licencias médicas deben ser enfrentados con claridad y compromiso con la probidad. Pero también debemos denunciar cómo algunas autoridades han manipulado las cifras para instalar una narrativa que criminaliza a los trabajadores, invisibilizando la sobrecarga y el deterioro de la salud mental en nuestros espacios laborales.
La modernización del Estado es una necesidad ineludible. Pero no puede traducirse en la deshumanización de quienes lo sostienen. Automatizar procesos, incorporar tecnologías y hacer más eficientes los servicios son objetivos legítimos, siempre que se respeten los derechos laborales, se escuche a las y los funcionarios, y se comprenda que el Estado no es solo una estructura técnica, sino también una comunidad de trabajo al servicio de la ciudadanía.
La ANEF y el conjunto del sindicalismo público tenemos la responsabilidad histórica de rearticular la fuerza del Estado desde sus trabajadores. Para ello, debemos dejar atrás la pasividad y volver a ser protagonistas de las grandes transformaciones sociales que Chile demanda.