No se puede sino celebrar que, en medio de un año complejo, desde el Ejecutivo se declare como prioritaria la reactivación. Entendiendo que el crecimiento de nuestro país nos interesa a todos, ¿Cómo hacemos para que esta declaración se transforme en algo real y proyectable a largo plazo?
Nuestro futuro luce incierto, si observamos que un 54% de los alumnos de segundo medio no pudo resolver satisfactoriamente operaciones matemáticas en el SIMCE 2022, o si nos fijamos en las brechas en capacitación laboral y cómo se traducen en dificultades importantes para encontrar un trabajo formal.
Las diferencias que se arrastran desde la educación escolar, superior y continua van en contra de la anhelada “reactivación económica,” y se requiere potenciar un ecosistema que busque soluciones en el plazo más corto posible.
Para la educación escolar, esto se estima en una inversión de 3 mil 500 millones de dólares para compensar la pérdida educativa dejada por la pandemia. Y para la educación superior y continua, se hace cada vez más necesario el impulso de flexibilidad en diferentes opciones de metodologías y modalidades que permitan el perfeccionamiento y educación de las personas durante todo su ciclo productivo, pues de lo contrario, los vertiginosos cambios generados por la innovación y nuevas tecnologías simplemente nos pasarán por encima.
Si no fortalecemos la educación con enfoques dinámicos, flexibles y continuos, nos arriesgamos a quedarnos atrás en un mundo en constante cambio.
Los países más exitosos ya han reconocido la importancia de esta adaptación y nos llevan años de ventaja. La reactivación económica a largo plazo requiere incentivos adecuados que potencien la innovación en la educación a través de nuevas tecnologías y programas articulables que apunten a cubrir de manera rápida brechas del mercado laboral, que permitan mayor eficiencia de los modelos formativos, impactando directamente en la productividad de nuestras empresas, en el crecimiento de la economía y en la atracción de nuevas inversiones para desarrollar proyectos en nuestro país.
Educación y economía son dos caras de la misma moneda en el mundo actual. Abordar estos temas de manera integral puede marcar la diferencia y crear un progreso económico sostenible en beneficio de todos.