La propagación masiva de información engañosa o derechamente falsa y su impacto en la sociedad plantean cuestionamientos profundos sobre la naturaleza de la verdad, la confianza, la manipulación de la opinión pública, la desafección en la participación y la cohesión social.
La búsqueda de la verdad ha sido un tema central en la filosofía desde tiempos inmemoriales. La propagación de las fake news plantea interrogantes éticas sobre la responsabilidad de quienes generan y difunden información y su intencionalidad. Desde una perspectiva filosófica, la verdad se presenta como un valor intrínseco y moralmente relevante en la sociedad democrática.
El respeto a la verdad y la honestidad informativa se erigen como principios fundamentales para mantener una comunicación auténtica y una deliberación racional en la esfera pública. Sabemos que el concepto de confianza desempeña un papel crucial en la construcción de la democracia.
Desde una óptica filosófica, la confianza se vincula con el contrato social, una noción donde los ciudadanos confían en sus instituciones y en la veracidad de la información proporcionada por fuentes creíbles.
Las fake news amenazan la confianza en estas instituciones y minan el pacto implícito entre el ciudadano y el Estado, erosionando los cimientos de la democracia. Así, la filosofía ética también se enfrenta al dilema de la manipulación y el engaño que subyace en la propagación de este tipo de “información”. Desde una perspectiva kantiana, la manipulación de la información es contraria a la dignidad y autonomía del individuo, ya que niega la posibilidad de tomar decisiones informadas de manera libre y racional. Asimismo, el Utilitarismo consideraría inaceptable el engaño deliberado, ya que conduce a consecuencias negativas para la colectividad y el bienestar general.
Para la filosofía política, que se interesa por el problema de la polarización y la verdad en la democracia, la propagación de fake news generaría la formación de burbujas informativas donde las personas solo acceden a información que refuerza sus creencias preexistentes, sus distorsiones políticas. Este fenómeno, según teorías como la de la epistemología democrática, limita el potencial del debate racional y pluralista, lo que resulta perjudicial para el fortalecimiento democrático de la política.
Desde una perspectiva filosófica, la búsqueda de la verdad, la confianza en las instituciones y la responsabilidad ética en la difusión de información son aspectos fundamentales para preservar la integridad del sistema democrático. La ciudadanía debe estar dotada de herramientas para discernir la veracidad de la información y comprometerse con un debate fundado en el que la filosofía ofrece una visión crítica sobre la necesidad de promover una cultura mediática que valore la verdad y la objetividad por encima de los intereses partidistas, ideológicos o económicos.