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Ciencia, tecnología e innovación para volver a crecer

04 noviembre 2025 | 11:27

Es hora de terminar con las descalificaciones en la clase política y comenzar a planificar una estrategia a largo plazo de I+D, independiente del gobierno de turno, que incluya una institucionalidad robusta, que fomente la innovación y el emprendimiento y destine más recursos y esfuerzos al desarrollo científico-tecnológico del país.

Este 16 de noviembre, se comenzará a definir quien dirigirá el destino de Chile. Uno de los tantos desafíos para quien tenga este honor y responsabilidad es salir del estancamiento del crecimiento económico del país.

Esta temática ha estado presente en la campaña presidencial, sin embargo, más que un debate de ideas, lo que vimos fue un contraste de ideologías que terminan polarizando e incluso fragmentando aún más un país.

En un escenario paralelo, la Real Academia Sueca de Ciencias galardona a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt con el premio Nobel de Economía 2025, por sus contribuciones al estudio del rol de la innovación en el crecimiento económico.

Al respecto, recordemos también que el Premio Nobel de Economía 2018, fue otorgado a William Nordhaus y Paul Romer por sus aportes sobre cómo generar un crecimiento económico a largo plazo sostenido y sostenible.

En ambos casos, se otorgó la distinción por demostrar que la generación de ideas, el conocimiento, las tecnologías y la innovación son el motor del crecimiento y desarrollo de las naciones.

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Existe consenso que los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo son tecnológicamente avanzados o tienen muchos recursos naturales. Nuestro modelo de desarrollo, basado en la exportación de recursos naturales, ha cumplido una etapa.

Sin lugar a dudas, ahora, debemos avanzar hacia procesos productivos cada vez más amigables con el medio ambiente y que minimicen el impacto en las comunidades y territorios. Esto se logra a través de la generación de conocimiento, del fortalecimiento del desarrollo científico-tecnológico y de una estrecha colaboración público-privada con la academia.

A pesar de que Chile sigue con indicadores por debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE); un gasto en I+D muy bajo (en torno al 0.4% del PIB) y con solo 600 investigadores por millón de habitantes, el país tiene una destacada productividad científica con una alta tasa de impacto.

Adicionalmente, en el Índice Global de Innovación (GII) 2025, publicado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), nuestro país alcanzó el primer lugar en la región y se ubicó en el puesto 51 a nivel mundial.

Con todos estos antecedentes, es hora de terminar con las descalificaciones en la clase política y comenzar a planificar una estrategia a largo plazo de I+D, independiente del gobierno de turno, que incluya una institucionalidad robusta, que fomente la innovación y el emprendimiento y destine más recursos y esfuerzos al desarrollo científico-tecnológico del país.

Chile es un país resiliente y solidario, que ha sido capaz de salir adelante con sus diferencias políticas y desastres socionaturales, por lo que ya es hora de un liderazgo político que acepte como aliado el desarrollo científico-tecnológico y la innovación para retomar el crecimiento económico que permita un desarrollo sustentable y mejorar la calidad de vida de quienes habitamos en este hermoso país.