Me remonto al Año Nuevo de 1984, cerro Ramaditas, Valparaíso, miles de porteños, sumada mi generación que no pasaba los 7 años, esperábamos ansiosos un espectáculo que se ofrecía en el borde costero hasta Viña del Mar. El show de fuegos artificiales marcaba el inicio de un nuevo año, un espectáculo de luces y sonidos que simbolizaba alegría, felicidad colectiva, ilusión, cábalas, un nuevo comienzo, que quiérase o no, transmitía optimismo por el año que iniciaba.
Tres décadas después, ese espectáculo de fuegos artificiales que transmitía optimismo, hoy, es sinónimo que el crimen impera: el narco. Es el anuncio que la muerte, que “La Parca” salió con su guadaña para quién sabe, tal vez arrebatarle la vida a uno de nuestros niños que tiemblan de miedo, ya sea por una bala perdida o peor aún, por encargo de las huestes del narco.
Estos fuegos artificiales, o mejor dicho, esa narco – pirotecnia que se escucha y se ve de manera recurrente ante la inoperancia y penosa normalización de quienes gobiernan Chile, seguida inmediatamente de balazos al aire que anunciarían que la droga llegó, en una clara y evidente señal de mostrar dominio de la zona, siguen sumiendo a nuestra sociedad en el terror.
Pero ahí no queda el actuar impune, no solo es el tráfico ilícito, sino que las actividades criminales propias conexas de éste, como por ejemplo el sicariato que hoy lamentablemente se ve normalizado, el reclutamiento de “soldados” en nuestras escuelas y liceos en donde el foco está puesto en jóvenes de segundo, tercero y cuarto medio, aprovechando de la manera más miserable, el hecho que son menores de edad, con precariedades económicas y que verían en esta ilícita actividad una forma fácil de obtener dinero.
Ni qué decir de los funerales narcos, que vistos y considerandos, parecen un funeral de Estado, en donde, además, el ciudadano de bien tiene que hacerse cargo, a través de sus valientes Carabineros, de resguardar a quienes “acompañan” el cortejo del narco fallecido, pues como es de público conocimiento iban haciendo gala de sus armas disparando ráfagas, obstaculizando el libre tránsito y amenazando a quien ose cruzarse en su camino.
Súmele a lo anterior que el sistema penal sigue siendo muy garantista, haciendo muchas veces que las penas no estén acorde al lesivo impacto social que generan estas mafias internacionales. Por tanto, no es de extrañarse que las condenas se cumplan en casas de reclusión.
Por tanto, ante las poco efectivas medidas respecto de la adopción de la narcocultura en Chile, el narco sistema que ya opera y que nos podría llevar a un narco Estado y toda vez que es inaceptable seguir tolerando el bizarro espectáculo de los funerales de narcotraficantes, planteo a los señores candidatos presidenciales lo siguiente: ¿por qué no impulsar la creación de una futura ley que permita al Ministerio Público instruir la cremación de los restos de condenados por narcotráfico, terrorismo?
Los restos serían dispuestos de manera reservada por el Ministerio Público y su cremación ocurriría en presencia de un representante de dicha entidad. Las cenizas se esparcirán en un lugar reservado determinado por la autoridad.
Los argumentos: a) entrega de restos pone en riesgo Seguridad Nacional y Orden Interno; b) se evitan funerales narco, eventos de alto riesgo para la sociedad; c) se limita que el eventual lugar de depósito de los restos se convierta en un espacio de exaltación o reivindicación de narcos o terroristas.
¿Qué dicen los candidatos presidenciales?, ahora, la palabra es de ustedes.