Señor Director:

El voto obligatorio con multa avanza a empujones en el Congreso. No es la verdad lo que se busca, sino un expediente para cuadrar cifras y mostrar eficacia. Pero la política no se sostiene en castigos ni en atajos: se sostiene en la dignidad de la persona, en su libertad responsable, en su capacidad de deliberar.

Cuando se legisla con apuro, se olvida que detrás de cada número hay un alguien. Se discuten porcentajes, quórums y sanciones, pero se deja de lado lo esencial: que la democracia no es una máquina de votos, sino una comunidad de personas. Y cuando se reduce la ciudadanía a un trámite sancionable, lo que se debilita no es la abstención, sino la confianza.

Convertir el sufragio en un trámite sancionado es confundir la ética con la aritmética. No es así cómo se honra la democracia, porque la democracia no vive de multas, sino de convicciones.

Chile necesita menos prisa parlamentaria y más verdad política: la verdad que exige coraje, que no se compra ni se vende, y que históricamente ha costado hasta la vida de quienes la defendieron. Pero claro, para algunos es más cómodo legislar con la calculadora en la mano que con la verdad en los labios.

Kenio Estrela
Académico investigador
Escuela de Filosofía – Universidad Finis Terrae