El sonido irrumpe todos los días a las 15:00 horas en las calles de Estocolmo. Los propietarios de restaurantes protestan contra el gobierno, que aún no ha pagado las ayudas prometidas.
Sin embargo, a diferencia de muchos de otros países europeos, los restaurantes y cafés suecos siguen abiertos. Sólo tienen que mantener una distancia de un metro entre las mesas, no más de cuatro personas por mesa, y desde hace poco cierran a las 20:00 horas si venden alcohol.
Pero los suecos también han obedecido masivamente las instrucciones de quedarse en casa, y para Anders Köpte, del restaurante Pyttirian, esta capacidad de permanecer abierto ha sido una trampa.
“El centro de la ciudad es como una ciudad fantasma. Perdimos alrededor del 80% de nuestra facturación. Porque aunque esté abierto, no hay clientes. Hubiera sido mejor cerrar simplemente, contra una compensación de salarios y costes fijos, para poder sobrevivir. No estamos en contra de las restricciones, pero queremos lo que el gobierno nos prometió”, explica.
Las restricciones actuales están en vigor hasta el 7 de febrero, pero podrían ampliarse. Según el sindicato de hostelería, 100.000 personas han perdido ya su empleo en el sector.