La guerra comercial entre Estados Unidos y China entró en una “tregua” por 90 días: llegaron a un acuerdo para rebajar sustancialmente sus aranceles mutuos, a partir de mañana 14 de mayo.
No se trató de un arreglo definitivo; y ambas partes establecerán un mecanismo de consulta para continuar sus discusiones, que no serán únicamente comerciales, sino que abarcarán temas relacionados con la economía en general.
Consultado por esta contingencia internacional, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, la calificó como positiva, pero remarcó que no es “el fin” del conflicto.
Indicó que nuestro país se concentrará en la estrategia para hacer frente a los aranceles; y que la incertidumbre en los mercados globales continuaría.
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Esta pausa en el conflicto produjo efectos inmediatos en la economía internacional.
Al respecto, el economista y académico de la Universidad de Santiago de Chile, René Fernández, sostuvo que los mercados reciben esto con una serie de “sentimientos”, todo de acuerdo a cómo vayan avanzando las negociaciones entre Estados Unidos y China.
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Benjamín Villena, investigador del Instituto de Políticas Económicas de la Universidad Andrés Bello, recordó que el 50% de las importaciones en Norteamérica corresponden a productos en proceso, es decir, aquellos que forman parte de una cadena de suministros internacionales.
En ese contexto, el académico fue categórico y calificó el comportamiento de Estados Unidos como algo errático.
“Esta primavera de hoy, no necesariamente es un verano”, comentó.
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En concreto, Washington reducirá del 145% al 30% sus aranceles para los productos chinos, mientras que Pekín ha aceptado rebajarlos hasta el 10%, con respecto al 125% que estaba vigente.
Convinieron en las negociaciones reducirse sus aranceles generales al 10%, aunque Estados Unidos mantiene excepciones a sectores específicos como el aluminio, el acero o los automóviles, entre otros productos.
No obstante, EEUU suma a ese 10% un 20% que ha vinculado directamente a la crisis de la droga conocida como fentanilo, la que ha sido responsable de una de las mayores crisis de salud entre la población estadounidense en los últimos tiempos.
Ese arancel extra sirve, desde el punto de vista del Gobierno del presidente Donald Trump, para mantener la presión y que China tome medidas concretas y drásticas para controlar la exportación de los químicos necesarios para la producción del fentanilo y, a la vez, reprimir su salida ilegal con destino al mercado estadounidense.