El Liberty
Lupe se sienta durante las tardes en alguna de las mesas del Liberty, su hija Jazmín es la encargada del bar y corre para todos lados. Mientras tanto, la matriarca disfruta de su jubilación conversando con los clientes, recordando gente y añejas canciones del lugar que ella ayudó a crear con su marido hace 30 años.
La familia Masso, que llegó de España, fue la que abrió el bar en 1897. Después pasaron muchos dueños, entre ellos “La negra linda”, quien era famosa por organizar grandes y recordadas fondas y ramadas en el puerto.
Don Carlos Fierro, padre de Jazmín, fue quien le compró el bar al “Motoneta”, cómo todos conocían a don Jorge Vega. Los Fierro continuaron así una larguísima tradición de bohemia porteña.
El Liberty es un sobreviviente. Muchos bares emblemáticos han tenido que cerrar sus puertas. Primero fue el terremoto, el estallido social, la pandemia, los incendios. El Liberty se ha librado a duras penas.
En el Liberty no hace falta estar en Fiestas Patrias para celebrar la cueca. Acá, todas las semanas, se celebra en grande. Y todos los jueves del año hay un ambiente genuinamente dieciochero. Se improvisan cuecas hasta tarde, mientras los cantores remojan la garganta entre guitarreo y guitarreo.
El Liberty se encuentra en una esquina junto a la plaza Echaurren, en el edificio Lynch-Lizardi. Esta fue la primera plaza de la ciudad y un importante centro social y económico durante la colonia.
Origen de Valparaíso
Valparaíso era solo una estrecha franja de tierra entre los cerros, las quebradas y el mar. Durante milenios la ocuparon pueblos aborígenes para pescar y mariscar. La cultura Aconcagua la llamó Alimapu, que significa tierra quemada.
Durante la colonia, Valparaíso surgió espontáneamente como el puerto más próximo a Santiago. Su bahía era ideal como puerto, pero no había espacio plano para construir casas. La primera construcción fue una pequeña capilla, donde ahora está actualmente la iglesia de “La Matriz”, el corazón de la ciudad. Pequeñas casas comenzaron a construirse a su alrededor. El embarcadero estaba a 2 cuadras, en lo que hoy es la calle Serrano.
Poco a poco se fue ganando terreno hacia el mar. Los primeros rellenos fueron el resultado del creciente auge económico que colocaba al puerto en un destacado lugar en las rutas náuticas mundiales. Se le bautizó como la joya del Pacífico.
Los 44 cerros que rodean Valparaíso son un anfiteatro natural que da al mar, son como un gran escenario donde miles y miles de personas actúan a diario. La forma singular de la ciudad es única y le da un fuerte carácter. Valparaíso atrae por su encanto y por sus casas multicolores, que comenzaron poco a poco a colgarse de los cerros hasta formar un mosaico único.
El Cinzano
El Cinzano es un bar un poco más refinado. Está en la plaza Aníbal Pinto y son especialistas en boleros y tangos. Fundado en 1896, ha visto pasar infinidad de dueños. Las botellas empolvadas evocan el irremediable paso del tiempo, mientras en el escenario cantan a la mujer amada, a los amores perdidos, a las traiciones y los desengaños. Se han filmado películas con Franco Nero y en su pequeño escenario han tocado célebres grupos como “Los Tres”.
Vienen muchos turistas, los estudiantes extranjeros de intercambio son los más fieles, y los universitarios chilenos que abundan en el puerto.
Pedro vino de niño con su padre y ahora trae a su nieto. “Son los de siempre, por eso se ha salvado del bar” dice el encargado sin dudarlo. Son los vecinos del puerto, todos del Wanderers a morir.
“A visto como está el barrio puerto?….es como Kosovo”, dice Pedro con cara seria. “Solo quedan las fachadas de muchos edificios que son patrimonio histórico. Algunos están en ruinas, pareciera que paso por allí una guerra”.Afuera del Cinzano hay bancos que sirven también de paradero y descanso de los porteños que vuelven a sus casas en los cerros, esperando el colectivo, la micro, o el trole. Está justo en la famosa plaza Aníbal Pinto, en una esquina caótica y auténtica.
También marineros, poetas, comerciantes, pintores y buscavidas han pasado por el bar, porque a diferencia de otros lugares de Chile, en el puerto principal recalaron generaciones de trotamundos pobres de todas partes del mundo, gente que buscaba abrirse paso en una metrópoli bullante, donde las casas de colores trepan por los cerros que cierran el puerto como si fuera un circo.
Barrio puerto
Que duda cabe que Valparaíso ha cambiado en los últimos 10 años. Hace una década atrás los turistas abarrotaban sus calles, era un lugar seguro. Ahora ya se ha corrido la voz por todas partes, el puerto se ha puesto peligroso y es mejor no ir después que oscurece, sobre todo al centro. Las agencias de turismo alertan a sus clientes y los pasajeros de los cruceros prefieren moverse en grupos.
El puerto carga con un evidente deterioro del patrimonio. Los incendios y los edificios en ruinas han mostrado la decadencia y el abandono. La fama internacional que tenía ha ido cayendo en el olvido.
El puerto principal es como un espejo de nuestro país, es como si fuera una alegoría. Porque el puerto muestra toda la marginalidad, las carencias, el abandono de barrios enteros. “Carabineros no existe”, se quejan los vecinos.
Cualquiera que camine por los alrededores de la iglesia “La Matriz”, se encontrará con decenas de indigentes, mendigos y drogadictos.
Muchos edificios patrimoniales han quedado reducidos a sus fachadas, han terminado como estacionamientos, basurales y viviendas improvisadas de cartón. Muchas de estas fachadas están en ruinas y en serio peligro de derrumbe. Se calcula que hay unos 140 inmuebles abandonados, la gran mayoría, el 87 por ciento, son privados.
Liberty y la ruta
El Liberty a primera vista puede parecer un bar de mala muerte, pero no lo es. Es un lugar acogedor y familiar, todos se conocen, no se discrimina a nadie y el trato con el cliente es el sello del bar. Acá viene desde el señor que cuida autos en la esquina, hasta artistas, empresarios y políticos. Es un reducto del Wanderers también.
“La ruta” es un espacio donde los jueves se improvisan cuecas choras y viene gente de distintas latitudes. Un chico de 18 años toca el piano, sigue a los guitarristas que cantan remojando sus gargantas entre cueca y cueca. Es de la Serena y está enamorado del puerto, llegó buscando oportunidades para desarrollar su carrera artística, toca 12 instrumentos y sus sueños son simples, tocar en el Liberty.
Lupe sigue en su mesa viendo pasar el mundo, afuera parece tierra de nadie, pero ella no se queja de la delincuencia. “Ellos no se meten con nosotros, ni nosotros con ellos” sentencia. Así hay una convivencia, todos conocen el Liberty, más que un bar es una institución. Lupe dice que los incendios es lo peor de todo lo que ha pasado, y que siempre los hay.
El puerto está a mal traer, herido. La joya del pacífico vive días amargos, dónde el centro se ha transformado en barrio sin ley. Pero hay esperanzas, sus vecinos forman una cofradía y son muchos los actores que se esfuerzan por revertir la situación. Mientras tanto Valparaíso no pierde su bohemia nunca, ni un solo día.
El núcleo fundacional está en ruinas y a todos nos debiera importar. Porque el puerto principal está en el alma de los chilenos, y el alma, cómo se sabe, no muere nunca, solo se transforma.