La Ola, Fábula

La Ola, la mejor película de Sebastián Lelio

23 agosto 2025 | 15:59

El título, por supuesto, es engañoso. Porque esas categorías de “la mejor”, lo “imperdible”, “los 15 mejores…” son siempre subjetivos. Y, en el fondo, tienden a imponer ciertos criterios culturales. Colonizar, hasta cierto punto. Por eso, doy mis argumentos por los, habiendo visto todas las películas de Lelio (salvo la primera, Fragmentos Urbanos), yo creo que es la mejor.

La Ola es una película muy arriesgada, lo que se agradece frente a una cartelera donde la gran mayoría parecen reversiones. Refritos o papillas que no son necesarias de masticar.

Es de todas sus películas, a mí juicio, la más sólida en términos de complejidad en su trama y contenido, la que tiene más capas de lecturas e interpretaciones. En ello confluyen, de gran manera, tanto el género musical, el casting, temas musicales, como los manejos espaciales y de locaciones.

Posiblemente el gran problema de La Ola es que, si es muchísimo más arriesgada en poner temas que Gloria o Una mujer fantástica, a diferencia de ellas, que aparecieron en momentos propicios, surge en momentos adversos, a contracorriente, cuando el mar se está recogiendo…

La historia

El contexto son las movilizaciones feministas en Santiago el año 2018. Facultad de artes de una universidad ficticia. Surgen múltiples denuncias de abusos y conductas inadecuadas de docentes y estudiantes hacia mujeres y minorías sexuales.

Hay movilizaciones, tomas, asambleas, intervención de carabineros… Un ir y venir por una universidad ficticia que toma espacios de diversas instituciones. En ese contexto, la protagonista queda en el centro al confesar el abuso del ayudante de la profesora de canto.


Un musical

El musical es un género que se asocia, primero, con Estados Unidos y el “Sueño Americano”. Luego, con Europa con temas sociales. Y, tal vez, en tercer lugar con la India. Pero en Latinoamérica y en Chile, es un género casi inexistente. Son muy pocas las películas nacionales que incursionaron con el género, y sin buenos resultados.

Como sostiene Sebastián Lelio, el género musical permite decir cosas cuando las palabras no bastan. Es, en ese sentido, como el humor, que facilita el abordar temas que, de otra manera, serían muy duros o podrían generar mucho rechazo. En otras palabras, quita o disminuye barreras.

La Ola usa el lenguaje del musical para mostrar colectivos, disputas, tensiones y argumentos. Lo hace con humor, mostrando energías y cualidades a través de los movimientos, bordeando lo irreal, lo absurdo, para evidenciar ciertos aspectos, ideas, caracteres.

El musical, al sernos ajeno en términos culturales, permite mirar con cierta distancia lo que nos identifica y, al mismo tiempo, sin tantas barreras lo que sentimos como contrarios o, en estos tiempos de tantas descalificaciones, como enemigos.

En síntesis, La Ola usa el musical, más allá del desafío y la experimentación, como un lenguaje diverso al habitual para permitirnos mirar y tratar de comprender la complejidad de los temas y realidades abordados. Es una invitación a abrirnos a cuestionar, comprender, reflexionar y dialogar. Muy en la línea de lo que ha sido el cine de Lelio (La Sagrada Familia, Gloria, Una mujer fantástica, Desobediencia, El prodigio).

Canciones

Sebastián Lelio presenta una película que, en concordancia con su temática, es colectiva. No solo porque participaron alrededor de 500 personas en ella, donde crearon especialmente una academia de danza, con cuatro personas a cargo del guion (Manuela Infante, Paloma Salas, Josefina Fernández y Sebastián Lelio). También, a la música del Matthew Herbert (Una mujer fantástica, Gloria Bell, Desobediencia, El prodigio), se une una serie de compositoras (como Javiera Parra, Anita Tijoux y Camila Moreno) que le aportan complejidad y diversidad.

La música, las puestas en escenas, las coreografías y los espacios, van generando, dentro de un todo, momentos, cápsulas, fragmentos con los que vamos configurando un todo. Como cuando configuramos una mirada del mundo y de la realidad a partir de pequeños videos que aparecen en la web, en redes sociales.

Polifonía caleidoscópica

La Ola, aunque tiene una protagonista, presenta una polifonía de personajes y de grupos. Grupos que se forman y se diluyen para volver a reconstituirse con nuevas configuraciones. Presenta una realidad dinámica, con relaciones cambiantes, donde las individualidades -y el individualismo- muchas veces prevalecen.

Así, las voces que aparecen, que confluyen, que se enfrentan, son muchas y muy diversas. Individuales y colectivas, en grupos muchas veces efímeros. Pero esa polifonía es, a su vez, cambiante y dinámica. Como un caleidoscopio que, con cada movimiento, cambia. Cambia en la disposición y la relación entre las partes, pero también cambian las partes.


Casting

En La Ola, la gran mayoría no son actores, esta fue su primera experiencia en cine, y sus protagonistas son jóvenes. No son (o no eran) “rostros” reconocibles. Son personajes por conocer desde “cero” (Daniela López, Avril Aurora, Lola Bravo, Paulina Cortés). Así como las y los espectadores deben entregarse al género musical, de la misma forma deben entregarse a un vasto elenco de actores nuevos, que no podemos relacionar con otras películas, televisión, personajes o ideas.

Sin embargo, en segundo plano, pequeñas apariciones o en el conjunto de las masas, aparecen varios actores y actrices reconocibles. Entre ellos, Néstor Cantillana, Tamara Acosta, Luis Dubó, Mariana Loyola, Amparo Noguera, Elvira López, Claudia Cabezas, a las que se suman Roxana Naranjo, Elvis Fuentes, Nicolás Durán y Enzo Ferrada, entre otros.

En el fondo, en medio de este gran despliegue de personajes “desconocidos”, van apareciendo rostros que nos resuenan, que nos son familiares o creemos reconocer. Como si entre los manifestantes e integrantes de los diversos grupos, o la secretaria del rector o quienes dan los más diversos argumentos o asumen posturas contrapuestas, incluso entre quienes realizan la toma, hay personas que conocemos. Desde personas abusadas a abusadoras, o que defienden a unas o a otras.

La Ola, con este casting, pareciera que invita a aclarar posturas, a develarnos, discutir y dialogar. A que asumamos que son temas de toda la sociedad, en todos los ámbitos, en todos los lugares donde hay desequilibrios de poder.

Una ciudad

Los espacios, la ciudad, en este caso el centro histórico de Santiago, son un gran protagonista. El Instituto Nacional, el Ceina, la Casa Central de la Universidad de Chile, MAC, GAM, la Biblioteca Nacional (Archivo Nacional), la Bolsa, entre otros, se van entremezclando para crear una nueva realidad espacial, una nueva arquitectura, una nueva ciudad. Muestra una ciudad interesante, cautivadora.

Este juego -a mí juicio con un mal resultado en Una mujer fantástica- en La Ola es soberbio. Primero, porque es coherente en sí, como funcional a las dinámicas y movimientos en la película. Pero, y tal vez lo más importante, es ante todo coherente con el contenido de la película. Uno donde las cosas, las personas, los temas, posturas, abusadores y abusados están conectados, relacionados y pueden estar en todas partes. Son redes. Son temas que pasan en un colegio, una universidad, una institución cultural… en cualquier lugar donde se pueda abusar del poder.

La Ola

La Ola, como el mar, puede remover a cualquiera que se acerque a ella, en especial desprevenido. La recomendación es ir a verla, entregarse a ella para dejarnos llevar por sus vaivenes, sus movimientos, sus pugnas, la gran belleza de algunas escenas y espacios que muestra. Y por la invitación que, en el fondo, nos hace a ser receptivos a estos temas para ser activas y activos en construir una mejor sociedad. Aunque no sea evidente.


La Ola

Dirección: Sebastián Lelio
Guion: Manuela Infante, Paloma Salas, Josefina Fernández, Sebastián Lelio

Elenco: Daniela López, Avril Aurora, Lola Bravo, Paulina Cortés, Néstor Cantillana, Tamara Acosta, Luis Dubó, Mariana Loyola, Amparo Noguera, Elvira López, Claudia Cabezas, Roxana Naranjo, Elvis Fuentes, Nicolás Durán, Francisca Walker.
Música: Matthew Herbert
Parra, Anita Tijoux y Camila Moreno
Fotografía: Benjamín Echazarreta
Montaje: Soledad Salfate