Por Samuel Toro Contreras
Es en este contexto, de práctica y exploración, donde se encuentra hoy la exposición titulada “Balzac”, una muestra que reúne una tensión entre dibujo, con Antonio Guzmán, y pintura de Edgar del Canto (ambos con residencia en la región de Valparaíso), con la curaduría de Justo Pastor Mellado.
La propuesta de la exposición se sustenta en un aparente contraste, propuesto como diálogo. En términos formales, Guzmán presenta más de una docena de dibujos en grafito donde explora la tensión entre el arte, la pedagogía y el poder. Edgar del Canto trabaja sobre telas de brocado de uso decorativo, depositando pigmentos hasta formar una costra pictórica (la base de una mancha que asciende).
El título y su desplazamiento
“El título es el primer gesto interpretativo del curador”, me decía hace poco una colega. Nominar esta muestra como “Balzac” es justificado, según Mellado, a partir de la evocación de la novela La obra maestra desconocida, donde el pintor ficticio Frenhofer destruye su propio lienzo por exceso de ambición. Pero más decidor aún es la referencia al no encuentro de la representación de un cuerpo en la acumulación de …colores confusamente amontonados y contenidos por una multitud de líneas extrañas que forman un muro de pintura. Aquí podríamos encontrar -en términos generales de acuerdo a la necesidad referencial literaria (y por ende teatral) de nuestro curador- una primera consideración entre la relación de los artistas y el curador, donde el “lazo” entre aquel pionero ficticio y la práctica de los dos artistas podría formar parte de la fundación literaria del arte moderno propuesta por Mellado.
Sin embargo, asumiendo la hipótesis teatralizante, Guzmán y del Canto serían herederos de una cuarta fase de una modernidad histórica, llamada contemporaneidad. La primera es a comienzos del XX, la segunda en los mediados del mismo, la tercera a fines del XX y principios del XXI. Hoy, la nominada contemporaneidad a secas, es “patrimonio” de no pocos/as artistas (tampoco son muchos/as). Entonces, la distinción histórica literaria de una proto-fundación inaugural sería la necesidad escritural y comunicativa de Mellado, la cual usa como primera plataforma o lanzamiento general de la presente exposición.
Aún así, y siguiendo el relato ficcional de la novela (que no deja de ser pertinente pero -repito- para más cantidad de artistas), Edgar del Canto parece deslizarse por ese límite difuso de la perfección balzaciana, donde sus capas pictóricas, que acumulan pigmento como sedimento, remiten a la destrucción lenta y poética de la figura, deshaciéndose del todo de ella en una gran mancha controlada que crece en un posible “imaginario no controlado” como The Blob, La masa devoradora (1958) que anuncia la posesión de toda la representación del brocato de aspiración tardo europea en la pintura chilena.
Antonio Guzmán opera en otro terreno, pues sus dibujos con grafito no buscan la grandeza romántica, ni la lectura de una superación formal de lo colonial, sino que es esa misma herencia educativa demencial, en relatos alegóricos, principalmente de la base pedagógica, la que entra en juego de forma (contradictoriamente hablando) barroca y sencilla en el trazo.
Si Frenhofer se autodestruye por perfeccionismo, Guzmán se regocija en quebrar el objeto de perfección desde su origen pedagógico, particularmente latinoamericano. La modernidad/contemporaneidad de Guzmán es la línea demarcadora del grafito, el dibujo/ilustración, narrativa política pedagógica, pero no el conflicto del límite pictórico en que se basa el título general de la muestra. La novela de Balzac, en este caso particular, es forzosa.
Producción activa versus genealogía
El curador usa categorías psicoanalíticas (principalmente freudianas) para hablar de matriz, corte y hueco vinculado a lo pulsional, donde, inevitablemente, sería el deseo el que configuraría la composición entre un soporte (femenino) y una deposición no limpia del origen que ocultaría el hueco de las tramas que sostienen los orígenes de la fabricación cultural, y por ende del arte. Pero olvida que, antes del trabajo de la asepsia, se encuentra la tecnología, la cual menciona como predecesora del arte, pero esta es su principio, no su base “disciplinar” separada, cuasi como la metáfora que instala de las tramas que se entrelazan para fabricar la tela, pero en el anverso de la productividad, o sea, en la infertilidad que esperaría la marca de la civilización. Es una postura comprensible, ya que la herida y la costura -esa fisura simbólica- genera lecturas lineales para metaforizar los orígenes del arte. Sin embargo, ya hace casi medio siglo que en Capitalismo y Esquizofrenia, Deleuze y Guattari hacen mención sobre la cultura sin raíz única, sino en nodos interconectados, donde el deseo no es falta ni carencia, sino productividad constante. De allí que me resulte más pertinente -por ahora- esta perspectiva multiplicadora, donde cada trazo y cada brochazo conecta con territorios insospechados e inesperados.
En la exposición en D21, ese rizoma se asoma en Edgar del Canto, en la base cultural del brocado y en el deseo productivo de las manchas acumuladas constantemente para exagerar lo moderno y convivir, incómodamente positivo, con la tradición de base. En este caso no remite a un origen materno de una falta, sino a la complicidad erótica de la producción histórica de la artesanía y el tejido industrial aspiracional.
Antonio Guzmán y el dibujo como Ring de desobediencia
La serie de más de doce dibujos de Antonio Guzmán se presentan como ilustraciones de una cronología de cómics críticos de resistencia pedagógica, donde su cuerpo performativo (en otras muestras) se plantea como propedéutica de ella.
A primera vista, se advierte la economía de recursos con lápiz grafito sobre papel blanco, sin cromatismos. Esta aparente sencillez “golpea” con una maquinaria narrativa: adultez e infantilidad escolar atrapadas en cubículos (castigadas), máscaras escolares de burro y cartones que recubren rostros atrapados, o escondidos en sus propios uniformes de sus propios estancamientos y porvenires conceptuales en las lecciones desconocidas de lo “contemporáneo”. Cada imagen es una performance detenida, donde el gesto del maestro deviene sátira y el estudiante enmascarado se convierte en su propia revolución nunca acabada. La técnica del grafito se pliega en superficies alusivas -uniformes raídos, pizarras agrietadas, escenarios de aula desmontados- para agredir la seriedad alegórica del enclaustramiento académico.
Falla, madre cuerpo, con y sin órganos
Como mencionaba antes, la lectura de Mellado insiste en la “falla” y la matriz como herida primordial, heredera de la genealogía de lo materno. La mención a Lyotard no debiese conllevar las dificultades de inscripción nacional (si es que eso ya importa), pues fue ese filósofo quién siempre tuvo miedo a la tecnología digital, la cual carecía, según él, de matriz, o sea de madre trascendente. Sin embargo, volviendo a Deleuze y Guattari, el concepto de Cuerpo sin Órganos como un plano de inmanencia sería un espacio de intensidades “puras” donde las funciones orgánicas se disuelven en flujos de deseo, sin jerarquías ni origen fijo, profundizando un poquito en lo mencionado, también, antes. Estos flujos se materializan en la obra de Del Canto, donde las capas pictóricas no organizan órganos simbólicos sino que desbordan su propia superficie, y en los dibujos de Guzmán, donde los temas pedagógicos se desprenden de su función habitual.
Si apelamos a la respuesta de Žižek, el cual, responde a los autores anteriores con la noción de Órganos sin Cuerpo para describir cómo en la ideología moderna los órganos simbólicos (ley, lenguaje, normas, etc.) circulan sin un sustrato orgánico coherente, generando agujeros y parches en el tejido social, lo que llevaría a una especie de freno político de disidencia posmoderna. Sin embargo, aún incorporando los órganos del tejido social y cultural como bases simbólicas ancladas en las ficciones literarias, estas no son limitaciones al momento de pensar la vinculación moderna/contemporánea del deseo en devenir de ambos artistas. El único problema es que, aplicado a “Balzac”, este enfoque nos muestra que el discurso curatorial de la raíz moderna de la in-forma escondiendo la forma, en tanto “matriz herida” plantea una construcción teórica que no se relaciona en los “cuerpos materiales” de las obras de Guzmán (a menos que se hiciera la diferencia tácita de su búsqueda no “inscrita” en la tradición pictórica), sino en un aparato interpretativo autónomo. Quizá, Balzac y Vasari, no se…
El problema es cuando se sigue insistiendo en uno de los “recursos” de intento de análisis de la historia del arte con la familiaridad literaria. En muchas obras y contextos puede ser, no en todos, pues, al final del día, el principio no es la tecnología poética literaria, sino el primer gesto plasmado: el trazo.
Balzac
Artistas: Antonio Guzmán y Edgar del Canto
Curador: Justo Pastor Mellado
Galería D21
Nueva de Lyon 19, Departamento 21, Providencia, Santiago, Chile
Hasta el 14 de agosto 2025
La exhibición también se encontrará disponible en la plataforma web www.d21.cl para ser visitada de manera remota en 360º.