Fotografía de Hans Scott, Agencia UNO (c)

Gobierno y oposición parecen no haber aprendido de las experiencias de Derechos Humanos

28 noviembre 2019 | 08:09

Cuando alguien tiene, por ejemplo, un accidente y se fractura una pierna, uno no parte comprándole un helado… Tampoco buscando al culpable o tratando de dilucidar responsabilidades.

La experiencia en relación a los familiares de víctimas de Derechos Humanos, contrariamente a lo que opinan algunos sectores, va en sentido contrario a lo que ha hecho el Gobierno desde el llamado “Estallido Social”.

Desde mi experiencia trabajando con familiares de Detenidos Desaparecidos de Paine (años 2004-2007), como a través de diversos textos, documentales, testimonios, puedo afirmar que la gran mayoría de víctimas y familiares de víctimas demandan, primero, el reconocimiento por parte del Estado y la sociedad de los atropellos y sufrimientos vividos. Es decir, que el Estado y la sociedad los escuchen de verdad y digan en forma explícita que sus Derechos Humanos fueron violados.

Una segunda demanda es el tener los restos del familiar asesinado, aunque sea una parte mínima de su cadáver, o el resto de su vestimenta. En concreto, piden tener algo material que reafirme la existencia de esa violación de los Derechos Humanos, de esa persona (Detenida Desaparecida).

Las dos primeras demandas son reparaciones simbólicas, emocionales.

Recién en tercer lugar, se demanda y se exige justicia. Algo muy humano, porque no puede haber justicia real sin las reparaciones anteriores No hay justicia si un atentado que ha sido perpetrado por el Estado, por organismos del Estado, no parte por el reconocimiento de éste y de la sociedad (no al “negacionismo”). Es importante aclarar que las víctimas y los familiares de víctimas buscan justicia, rara vez venganza. Generalmente piden sanciones penas que se ajustan a los crímenes cometidos, y no más.

En cuarto lugar, sí, en cuarto lugar recién se piden compensaciones económicas, materiales. Contrariamente a los que afirman algunos, lo material está en cuarta prioridad.

Demandas Sociales a un Gobierno sin empatía

Desde inicios de las movilizaciones, el Gobierno ha transitado entre la descalificación y criminalización (que, en muchos casos, responde a actos de violencia y delictuales evidentes) y una “agenda social” de “ofertazos” o “migajas” económicas, que muestran que no ha escuchado las demandas de la ciudadanía. Bajar el pasaje del transporte público, subir las pensiones a los mayores de 80 años, etc, etc.

En definitiva, el Gobierno ha abierto la billetera (algunos dirán la “chauchera”) para responder a las demandas, las frustraciones y las rabias que han expresado un número que bien podría bordear los cuatro millones de personas.

Si el gobierno -y la oposición- hubieran aprendido de las situaciones de Derechos Humanos de la “historia reciente” del país, es evidente que habría partido por el punto uno (escuchar de verdad y reconocer el dolor, la rabia, la frustración, los abusos, etc.), para seguir con el dos (actos simbólicos en relación al punto uno, el que, como gesto de confianza, podría haber incluido la rebaja del pasaje o alguna de las medidas anunciadas, para demostrar voluntad, o como una solución), y el tres (asegurar mecanismos para tener justicia real, si no retroactiva, al menos a partir de ahora). Recién ahí se puede empezar –luego de escuchar de verdad, reconocer, hacer actos simbólicos y asegurar justicia- a responder a las demandas sociales. Las que requieren ser recogidas en su diversidad, sistematizadas y jerarquizadas antes de empezar a tomar medidas. Es decir, requieren ser abordadas de manera seria.

Porque cuando el Presidente Piñera abrió la billetera/chauchera, lo que mostró (aunque tal vez no sea en realidad así) es que las reiteradas negativas durante los últimos gobiernos a ceder a demandas eran falta de voluntad. Es decir, en lugar de bajar la tensión, de aquietar las aguas, lo que hizo el Presidente fue echarle “acelerante” al conflicto.

Cuando alguien tiene, por ejemplo, un accidente y se fractura una pierna, uno no parte comprándole un helado… Tampoco buscando al culpable o tratando de dilucidar responsabilidades. El primer paso es preguntar qué le pasa, qué siente, qué necesita, reconocer lo que le pasa para recién tomar decisiones en conjunto (a menos que la situación sea tan grave y urgente que aquello no se pueda hacer).

Lo anterior y lo que hemos visto, es falta de empatía, capacidad de ver y escuchar de verdad al “otro” u “otra”, de tratar de entender qué le pasa (porque nadie se moviliza como hemos visto en estas semanas por algo irrelevante, superfluo), qué puedo hacer para cambiar esta situación que tanto le afecta.