Cineasta chileno Pablo Larraín sorprendió en Berlín con filme sobre pedofilia en la Iglesia

Odd Andersen | AFP
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El cineasta chileno Pablo Larraín sorprendió este lunes en la Berlinale con un filme en competencia por el Oso de Oro que desvela el círculo infernal de encubrimiento e impunidad de la Iglesia católica en los casos de pedofilia de sus sacerdotes.

Muy aplaudida por la prensa en el Festival internacional de cine de Berlín, “El Club” cuenta la historia de un grupo de curas con pasado oscuro expulsados a una casa de “oración y penitencia” en algún lugar de la costa chilena.

“La Iglesia lleva años escondiendo y así se me ocurrió hacer una película sobre este ‘club’ de los perdidos”, explicó Larraín en rueda de prensa tras el estreno de este filme que aborda un tema espinoso sin imágenes escandalosas pero que llama sin tapujos las cosas por su nombre.

Larraín contó que él mismo se había educado en una escuela católica y dijo que había sacerdotes respetables, otros que están presos por sus actos, mientras que un tercer grupo -a los que él llama “los perdidos”- nadie sabe bien donde están.

El filme aporta respuestas agudas a las preguntas que el mundo entero se hace desde que estallaron en distintos países casos de miles de curas que durante décadas abusaron de niños.

¿Cómo es posible que durante años no se haya sabido nada? ¿Cómo puede ser que la jerarquía de la Iglesia haya tapado tantos abusos?

A la búsqueda de explicaciones, la película se introduce en el mundo de estos sacerdotes “perdidos” que la Iglesia exilia en un lugar alejado donde la justicia civil nunca llega a ejercerse.

Luz y tinieblas

Todos tienen un pasado oscuro, uno por acusaciones de pedofilia, aunque niegue los hechos (Alfredo Castro, el actor fetiche de Larraín y protagonista de “Tony Manero”), otro por encubrir abusos a los derechos humanos durante la dictadura, otro por tráfico de niños y un cuarto, más anciano, cuya memoria parece haber eliminado casi por completo los rastros de sus actos pasados.

Una mujer laica -que también arrastra una historia- rige las normas de vida de los sacerdotes como en un convento, pero tampoco la pasan mal: hay alcohol, salidas y hasta carreras de galgos.

La rutina se alterará con la llegada de un quinto sacerdote “perdido” y de Sandokán (Roberto Farías), un marginal alcohólico y drogadicto que merodea en el lugar acarreando demonios del pasado que intentará luego desenmarañar un jesuita (Marcelo Alonso), enviado a la residencia para indagar una muerte.

Todos están en una suerte de limbo moral y jurídico que oscila entre la banalidad de una vida relativamente confortable y el pasado que no deja de asediarlos.

“La luz y las tinieblas no son disociables, creo que ésa es el alma de esta película”, comentó el director de 38 años, ya aclamado en Berlín en 2013 por su película “Gloria”, que valió un Oso de Plata a Paulina García como mejor actriz.

Filmada en la localidad costera de Matanzas (al sur de Santiago) la película deja más preguntas que respuestas, pero lo que es seguro es que la Iglesia sale bastante mal parada.

El filme incluye pinceladas de humor negro, desborda a veces en cinismo crudo y es particularmente eficaz a la hora de poner la lupa en los engranajes de encubrimiento de los abusos.

Según Alfredo Castro, del filme se desprende “lo que todo el mundo anhela: que (los abusadores) sean juzgados como todo el mundo”.

“Chile está viviendo un proceso de secularización, la gente está cada vez más lejos de la Iglesia”, comentó Pablo Larraín. “El papa (Francisco) tiene que lidiar con una situación complicada tras tres papas encubridores”, advirtió. Pero también opinó que el pontífice argentino tiene por delante “una oportunidad única en la historia de revertir todo esto”.

Sobre la eventual reacción del Vaticano a su película, el cineasta chileno comentó que “la Iglesia lo que hace en estos casos es no hablar, porque sabe que si habla le hace publicidad”.

“El Club” es una de las dos películas chilenas que figuran entre las 19 en la competencia oficial de la Berlinale, junto con el documental “El botón de nácar” de Patricio Guzmán.

Otro filme de América latina, “Ixcanul”, del guatemalteco Jayro Bustamante, también está en carrera por el Oso de Oro. Fue muy aplaudido el día del estreno y podría figurar en algún lugar del palmarés el próximo sábado: varios críticos citados por la revista Screen le atribuyeron el máximo puntaje.

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El cineasta chileno Pablo Larraín sorprendió este lunes en la Berlinale con un filme en competencia por el Oso de Oro que desvela el círculo infernal de encubrimiento e impunidad de la Iglesia católica en los casos de pedofilia de sus sacerdotes.

Muy aplaudida por la prensa en el Festival internacional de cine de Berlín, “El Club” cuenta la historia de un grupo de curas con pasado oscuro expulsados a una casa de “oración y penitencia” en algún lugar de la costa chilena.

“La Iglesia lleva años escondiendo y así se me ocurrió hacer una película sobre este ‘club’ de los perdidos”, explicó Larraín en rueda de prensa tras el estreno de este filme que aborda un tema espinoso sin imágenes escandalosas pero que llama sin tapujos las cosas por su nombre.

Larraín contó que él mismo se había educado en una escuela católica y dijo que había sacerdotes respetables, otros que están presos por sus actos, mientras que un tercer grupo -a los que él llama “los perdidos”- nadie sabe bien donde están.

El filme aporta respuestas agudas a las preguntas que el mundo entero se hace desde que estallaron en distintos países casos de miles de curas que durante décadas abusaron de niños.

¿Cómo es posible que durante años no se haya sabido nada? ¿Cómo puede ser que la jerarquía de la Iglesia haya tapado tantos abusos?

A la búsqueda de explicaciones, la película se introduce en el mundo de estos sacerdotes “perdidos” que la Iglesia exilia en un lugar alejado donde la justicia civil nunca llega a ejercerse.

Luz y tinieblas

Todos tienen un pasado oscuro, uno por acusaciones de pedofilia, aunque niegue los hechos (Alfredo Castro, el actor fetiche de Larraín y protagonista de “Tony Manero”), otro por encubrir abusos a los derechos humanos durante la dictadura, otro por tráfico de niños y un cuarto, más anciano, cuya memoria parece haber eliminado casi por completo los rastros de sus actos pasados.

Una mujer laica -que también arrastra una historia- rige las normas de vida de los sacerdotes como en un convento, pero tampoco la pasan mal: hay alcohol, salidas y hasta carreras de galgos.

La rutina se alterará con la llegada de un quinto sacerdote “perdido” y de Sandokán (Roberto Farías), un marginal alcohólico y drogadicto que merodea en el lugar acarreando demonios del pasado que intentará luego desenmarañar un jesuita (Marcelo Alonso), enviado a la residencia para indagar una muerte.

Todos están en una suerte de limbo moral y jurídico que oscila entre la banalidad de una vida relativamente confortable y el pasado que no deja de asediarlos.

“La luz y las tinieblas no son disociables, creo que ésa es el alma de esta película”, comentó el director de 38 años, ya aclamado en Berlín en 2013 por su película “Gloria”, que valió un Oso de Plata a Paulina García como mejor actriz.

Filmada en la localidad costera de Matanzas (al sur de Santiago) la película deja más preguntas que respuestas, pero lo que es seguro es que la Iglesia sale bastante mal parada.

El filme incluye pinceladas de humor negro, desborda a veces en cinismo crudo y es particularmente eficaz a la hora de poner la lupa en los engranajes de encubrimiento de los abusos.

Según Alfredo Castro, del filme se desprende “lo que todo el mundo anhela: que (los abusadores) sean juzgados como todo el mundo”.

“Chile está viviendo un proceso de secularización, la gente está cada vez más lejos de la Iglesia”, comentó Pablo Larraín. “El papa (Francisco) tiene que lidiar con una situación complicada tras tres papas encubridores”, advirtió. Pero también opinó que el pontífice argentino tiene por delante “una oportunidad única en la historia de revertir todo esto”.

Sobre la eventual reacción del Vaticano a su película, el cineasta chileno comentó que “la Iglesia lo que hace en estos casos es no hablar, porque sabe que si habla le hace publicidad”.

“El Club” es una de las dos películas chilenas que figuran entre las 19 en la competencia oficial de la Berlinale, junto con el documental “El botón de nácar” de Patricio Guzmán.

Otro filme de América latina, “Ixcanul”, del guatemalteco Jayro Bustamante, también está en carrera por el Oso de Oro. Fue muy aplaudido el día del estreno y podría figurar en algún lugar del palmarés el próximo sábado: varios críticos citados por la revista Screen le atribuyeron el máximo puntaje.