—Cuando decidí dejar la keta, tenía que ir al baño cada 10 minutos… o cada 30 minutos más o menos, hacía un poquito. Lloraba, estaba asustado.
Fernando tiene 41 años, es sicólogo y trabaja para un organismo público desde hace una década. En abril de 2019 probó por primera vez la ketamina. No pura ni en estado líquido, como terminó consumiéndola más adelante. Ese día en realidad esnifó tusi, una mezcla impredecible de ketamina con otras sustancias, también conocida con el apodo de “cocaína rosa”.
Reconoce que el efecto le gustó y eso lo motivó a comenzar con las averiguaciones. Siempre que probaba una droga nueva, en sus palabras, se “volvía fan”. Así fue como en un par de semanas ya había conseguido “una mano” de ketamina inyectable.
Buscaba algo fulminante y lo encontró. El problema es que también halló una incómoda consecuencia: no podía aguantar la orina. El estupefaciente por poco le destruye su vejiga.
—Me dolía, me salía sangre —cuenta a la Unidad de Investigación de Bío Bío.
El contrabando
Si hay algo en lo que existe consenso entre las autoridades chilenas, es que el tráfico de ketamina va al alza. Organizaciones criminales —principalmente el Tren de Aragua— han dejado de lado el contrabando de sustancias “tradicionales” para volcarse a esta droga sintética que es utilizada como anestésico veterinario.
Y es que su fácil acceso en países limítrofes, como Perú (se puede comprar de manera legal), permite a bandas chilenas y extranjeras ingresar a burreros a territorio nacional para su distribución. Sin ir más lejos, a comienzos de julio la Fuerza Aérea de Chile (FACh) descubrió envíos de esta sustancia al interior de sus propios vuelos institucionales.
Según cifras proporcionadas por el Ministerio de Seguridad Pública, en tan sólo un año, los decomisos registraron un explosivo aumento. Inquiridos por esta Unidad de Investigación, desde el organismo presidido por el ministro Luis Cordero informaron que durante 2024 se logró la incautación de 1,9 millones de unidades de ketamina, avaluadas en $18 mil millones. Un negocio a todas luces lucrativo para los narcotraficantes pero a costa de la salud de los consumidores.
“Al comparar con años anteriores, esto representa un crecimiento del 52,8% respecto de la ketamina incautada en 2023. Al analizar la distribución regional, se identifica que Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta concentraron el 83,5% de las incautaciones del año”, detallan.
Lo que no está del todo claro, sin embargo, son los efectos que produce esta sustancia en los consumidores. Un problema de salud pública cuyo alcance recién comienza a dilucidarse.
Al baño cada 10 minutos
Fernando comenzó a consumir ketamina cuando tenía 36 años. Dice —en entrevista con esta Unidad de Investigación— que fue advertido de entrada sobre los riesgos. Al menos sobre la dependencia que le iba a generar en el corto o mediano plazo. Sobre todo si se la aplicaba por vía venosa.
—El gallo que me la vendió me dijo que podía probarla inyectada, pero una sola vez porque era demasiado adictiva —recuerda.
No le hizo caso. Ignoró las alertas. A las pocas semanas, en su afán de conseguir mejores precios, comenzó a contactar distribuidores mayoristas que se la dejaban hasta cinco veces más barata en comparación con el precio de venta al menudeo.
—Yo vi cómo la cocinaban y todo. Tenía acceso a mucha cantidad. En mi periodo de drogo yo decía: “Prefiero gastar plata en algo bueno que comprarme cualquier cosa”. Y compraba al por mayor, porque también era más barato.
Si al comienzo Fernando se pinchaba “una o dos veces por día”, en su peor momento podía llegar a hacerlo en decenas de oportunidades.
—La ketamina tiene un efecto disociativo y alucinógeno en el que tú pierdes, en cierto modo, la sensación de la corporalidad. Como que, de alguna manera, no sientes el cuerpo —recuerda.
Los efectos físicos, especialmente en su tracto urinario, no tardaron en aparecer. Haciendo memoria mientras se toma unos segundos para vapear por tercera vez durante le entrevista, asegura que las consecuencias comenzaron unos ocho meses después de probarla por primera vez.
—Empecé a tener problemas para orinar, me dolía, me salía sangre. Otra gente que consumía, y que yo conocía, tenía esos mismos síntomas —relata hoy, cuando ya completa cinco años limpio de ketamina.
La alerta
Pese a que se trata de una droga que cada vez se usa con más frecuencia, y que está cada día más presente en la vida de los jóvenes, en Chile todavía no se han establecido protocolos para las uropatías provocadas por la ketamina. Se trata de un grupo de enfermedades que implica un bloqueo o dificultad en el flujo normal de la orina a través del sistema urinario, desde los riñones hasta la uretra.
Eso sí, para 2024, ya existía una alerta desde el extranjero. La Asociación Británica de Cirujanos Urológicos (BAUS, por su sigla en inglés), emitió el año pasado una declaración de consenso con el propósito de orientar a sus médicos asociados sobre cómo manejar estas afecciones.
El documento, tenido a la vista por BBCL Investiga, además de detallar cómo manejar las complicaciones urológicas relacionadas con el consumo de la droga, establece un protocolo integral para el manejo de las disfunciones urinarias que cada vez venían siendo más comunes entre usuarios de la sustancia en Gran Bretaña.
La BAUS enlistó los siete síntomas más comunes de la uropatía por ketamina: aumento de la frecuencia urinaria, nicturia (despertarse en la noche para orinar), incontinencia urinaria, cistitis, dolor vesical (de la vejiga) o lumbar, hematuria (sangre en a orina) y ganas urgentes de miccionar.
“Estos síntomas afectan de manera significativa la calidad de vida. En algunos casos, el dolor lleva a consumir más ketamina u otras drogas para aliviar los síntomas, lo que agrava la condición. Los síntomas urinarios suelen aparecer con retraso y su severidad está asociada a la cantidad y duración del consumo”, reza el texto.
Y agrega:
“La uropatía por ketamina es difícil de tratar y un principio básico es la abstinencia total. Para ello se requiere colaboración entre servicios de apoyo a drogodependencias y manejo urológico especializado”.
Fernando lo sabe bien:
—Cuando decidí dejar la keta, tenía que ir al baño cada 10 minutos… o cada 30 minutos más o menos, hacía un poquito. Lloraba, estaba asustado. Además, tenía que tomar medicamentos para dormir porque tenía pesadillas todas las noches —se lamenta.
De esporádico a frecuente
Por iniciativa de una de sus doctoras asociadas, la Sociedad Chilena de Urología también comenzó a recopilar información sobre casos clínicos.
El miembro del directorio y secretario del órgano, doctor Raúl Valdevenito, detalla que en los últimos años —principalmente a través de un chat grupal que integran miembros de la Sociedad de Urología— distintos colegas a lo largo del país han ido reportando casos de pacientes con problemas vesicales (es decir, a la vejiga) asociados al consumo de ketamina. Los primeros casos documentados datan desde 2021.
—Yo trabajo en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile y hace tres o cuatro años empezamos a ver esto esporádicamente. Debutó con pacientes que tenían síntomas que llamamos nosotros irritativos, inflamatorios de la vía urinaria. Se quejan del aumento de la frecuencia, de ardor, de dolor en la parte baja en la zona de la vejiga y sangrado urinario. Estamos hablando de pacientes jóvenes, hombres y mujeres.
El problema fue que al comienzo, al no existir información o ser esta muy vaga, muchos pacientes fueron mal diagnosticados. Eso, a la luz de los antecedentes, abre la puerta a que existan casos de personas a las que, por ejemplo, se les pudo haber intervenido —o incluso extraído— la vejiga como consecuencia del deterioro, pudiendo haberse resuelto el padecimiento con la detención de la ingesta de ketamina.
—Al principio dábamos un poco más de bote —reconoce Valdevenito.
Según cuenta el facultativo, esto fue “porque este cuadro de inflamación en la vía urinaria se podía asociar a procesos inmunológicos, infecciones urinarias, cálculos, tumores, etcétera”.
—No había muchos casos reportados, pero en la medida que se empezó a interrogar directamente sobre consumo de medicamentos apareció el antecedente del tusi y su relación con la ketamina —dice el especialista.
Lo que al principio era esporádico, afirma el doctor Valdevenito, comenzó a hacerse cada vez “más frecuente y en todos los servicios de salud”.
Injerto intestinal
De acuerdo al especialista, si el paciente no consulta un médico cuando comienza la “fase aguda”, es decir, con síntomas como ardor, aumento de la frecuencia, sangrado o ganas permanentes de orinar, la situación podría escalar.
—Si el consumo de ketamina es reiterado y la persona no consulta, este cuadro inflamatorio va llevando progresivamente a un compromiso cada vez mayor (…) Esto lleva en los casos más avanzados de consumo masivo o muy prolongado a que las vejigas se vayan haciendo fibrosas y más pequeñas —advierte.
En casos graves de daño provocado por la ketamina, ya se han hecho en Chile “ampliaciones vesicales”.
—¿Eso qué significa?
—Un injerto, habitualmente intestinal, para ampliar la vejiga.
“Órgano rígido, pequeño y doloroso”
Para la uróloga y académica de la Universidad de Valparaíso, la doctora Natalia Calvo Alarcón, la patología urológica por ketamina no le es desconocida. De hecho, ella se ha dedicado a divulgar información al respecto a través de su Instagram.
En diálogo con BBCL Investiga, la doctora, quien también es miembro de la Sociedad Chilena de Urología, recuerda que fue hace cuatro años cuando le tocó tratar su primer caso relacionado.
—¿Cómo lo identificamos? Un médico hizo la derivación con nosotros. Él ya había diagnosticado que, probablemente, los síntomas de la joven se debían al consumo de ketamina. Con mi equipo no conocíamos sobre el tema, así que buscamos en la literatura y evidencia científica disponible, logrando encontrar algunos casos documentados —recuerda.
Calvo cuenta que los principales síntomas que presentan los pacientes son inflamación crónica, fibrosis (cambia el tejido elástico normal de la vejiga por tejido cicatricial), disminución de la capacidad vesical, aumento de la frecuencia miccional, urgencia miccional y, en algunos casos, incontinencia.
—En simple, la vejiga pasa de un reservorio flexible y de gran capacidad a un órgano rígido, pequeño y doloroso —recalca la experta.
Sobre las posibilidades de los consumidores, es categórica:
—En fases iniciales, si el consumo cesa, puede observarse una mejoría parcial de los síntomas y reducción de la inflamación. Sin embargo, en estadios avanzados, el daño es generalmente irreversible y puede requerir cirugía reconstructiva —sentencia.
A modo de ejemplo, señala que si la vejiga de un adulto almacena en promedio entre 400 y 500 mililitros, el consumo crónico de ketamina provoca que su capacidad se limite a 50 o 100 mililitros.
Estudio chileno
Un estudio publicado recientemente por la Universidad de Valparaíso, del que participó directamente la uróloga y uroginecóloga, doctora Melissa Cifuentes, describe las características de 19 pacientes que presentaron cistitis por ketamina sin tener antecedentes urinarios previos. En total, fueron 18 los urólogos que contribuyeron con información anonimizada.
La profesional detalla que la edad promedio de los pacientes afectados por la patología fue de 26 años, mientras que el tiempo transcurrido desde el inicio del consumo hasta la aparición de los primeros síntomas promedió ocho meses. Sin embargo, obtener un diagnóstico certero tomó, en promedio, otros seis meses adicionales.
Su diagnóstico es que hay “desconocimiento tanto de la población general como de muchos profesionales de la salud”, lo que se contrapone con “el aumento sistemático del consumo de ketamina en la población joven, sola o mezclada con otras drogas como en el tusi”.
—Eso hace que pase mucho tiempo antes de que el paciente pueda llegar a saber lo que tiene y, por lo tanto, comenzar a tomar medidas para mejorar —asevera.
De ahí que ella se haya convertido en una de las principales impulsoras del levantamiento de información, en coordinación con la Sociedad Chilena de Urología, y en conjunto con otros colegas como la propia doctora Calvo.
Tusi o ¿ketamina?
En Chile, el consumo de ketamina está directamente asociado al tusi. Se trata de una sustancia que se comercializa como 2C-B, una feniletilamina psicodélica que en realidad —en nuestro país— corresponde a una mezcla de ketamina con otras sustancias.
Así lo revelan los perfiles químicos que ha elaborado el Instituto de Salud Pública (ISP). En respuesta a una solicitud de esta Unidad de Investigación, desde el organismo informaron que, pese a que las drogas más consumidas siguen siendo las derivadas de la cannabis y la cocaína, desde 2013 en adelante la reaparición de drogas más tradicionales, pero en nuevas formas de presentación o con nuevos adulterantes, ha venido marcando la pauta. En esa clasificación entra el tusi.
El jefe (s) del Departamento de Salud Ambiental del ISP, Boris Duffau, explica que el tusi que se consume en Chile, de acuerdo con las incautaciones y posteriores análisis de ellos, “corresponde mayormente ketamina mezclada con cafeína, cocaína, medicamentos como sertralina, tramadol u otros”.
Respecto de la ketamina, Duffau la define como “un anestésico que se emplea en medicina veterinaria”.
En ese contexto, afirma que si se revisa la tendencia de análisis de composición de droga analizada por el ISP entre 2014 y 2024, es posible observar cómo la ketamina desplazó notoriamente a compuestos de la familia de las fenetilaminas como el 2C-B, el “tusi original”.
Catalogar de “explosivo” el aumento es poco. Si el ISP en 2014 tuvo dos muestras positivas para ketamina en su laboratorio, en 2024 ese número llegó a 3.922. Un aumento del 196 mil por ciento.
Duffau explica que el riesgo aumenta considerando que “los consumidores pueden pensar que están consumiendo efectivamente 2C-B. Sin embargo, lo que ingieren es una peligrosa mezcla de ketamina y otras sustancias como cafeína, cocaína, tramadol, creatina y antidepresivos. Todo mezclado con polvos de colores, generalmente rosado con sabor y aroma a frutilla”.
Consumo marginal
En el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA), pese a que la ketamina no figura dentro de las drogas de mayor consumo en Chile, pues su prevalencia es del 0,2%, de igual forma observan con atención su progresión.
La directora nacional de la repartición, Natalia Riffo, apunta a que —al igual otras sustancias sintéticas— la ketamina “se mueve rápido” y “genera riesgos que debemos tener la capacidad de anticipar”. En esa línea, la autoridad subraya que figura “en la lista de sustancias psicotrópicas controladas, lo que significa que su producción, comercialización y uso sólo están permitidos bajo autorización médica o veterinaria”.
Respecto a las cifras de consumo de ketamina que manejan en el organismo, Riffo sostuvo que un estudio de 2022 concluyó que su consumo alcanzaba el 0,2%, mientras el del tusi llegaba al 0,3%.
—Son cifras acotadas, pero que hablan de fenómenos que requieren de vigilancia. Insisto: más que la magnitud, lo que nos preocupa es la irrupción de nuevas sustancias en un mercado que cambia con mucha rapidez, porque hoy puede ser el tusi o la ketamina y mañana otras sustancias —dice.
Sobre las medidas que se han adoptado para enfrentar el fenómeno de la ketamina y el tusi, la directora del SENDA subraya el trabajo que se está haciendo en el marco del Plan para el Abordaje de Drogas Sintéticas que contempla 36 medidas.
En su criterio, las más relevantes son el refuerzo del Sistema de Alerta Temprana “que nos permite detectar fenómenos emergentes y dar respuesta”. Además, el fortalecimiento de la trazabilidad de medicamentos controlados, entre ellos la ketamina, mediante sistemas de recetas electrónicas.
En la misma dirección, otra medida que destaca es la actualización al reglamento de la Ley 20.000 “para incorporar nuevas sustancias que van apareciendo en el país” y el diseño de estrategia de comunicaciones de riesgo para entregar información clara y oportuna a la ciudadanía.
Por último, apunta a la importancia del fortalecimiento del trabajo y coordinación entre diversas instituciones como Aduanas, Carabineros, la PDI, el ISP y el Ministerio de Salud “para mejorar controles en frontera y prevenir desvío de insumos”.
Recaída
El pronóstico del doctor Valdevenito no es muy alentador. En su criterio, si algo no cambia, estamos viendo cara a cara “un problema de salud pública que se nos viene, yo creo, que en intensidad creciente”.
De ahí la importancia de informar a la población de las consecuencias del abuso de ketamina y también, poner en alerta a todos los médicos, no sólo a los especialistas en urología.
—Lo que tenemos que hacer es recopilar los datos, hacer una descripción epidemiológica y formar a los médicos. O sea, difundir entre todos los médicos que la ketamina produce síntomas del tracto urinario inferior —sostiene.
El llamado que hace es a “interrogar directamente sobre la ketamina” cuando surjan estos casos de “pacientes que vienen con estos síntomas y no tienen infección”.
Eso ya salvó de ser intervenida a una paciente suya —de entonces 27 años— que le derivaron a él y que llegó prácticamente lista para ser sometida a una extracción de la vejiga, debido al deteriorado estado en que tenía el órgano.
—Me la mandaron por un dolor pélvico crónico severo, severo. Habían hecho todos los tratamientos posibles, se planteó un diagnóstico de un cuadro que se parece, que se llama cistitis intersticial. Tenía sangrados vesicales masivos y la idea era sacarle la vejiga. Esta fue mi primera paciente —rememora.
En la consulta, el doctor Valdevenito le dijo a la paciente que, antes de intervenirla, la iba a reevaluar. Le pidió hacerse todos los exámenes nuevamente, pudiendo observar en las imágenes que tenía la vejiga totalmente inflamada, pequeña y muy retraída. La operación parecía la única salida. No obstante, al preguntarle por antecedentes de consumo de sustancias ella le comentó que ocasionalmente y desde hace varios años venía suministrándose ketamina.
—Mira, no te voy a operar de tu vejiga mientras tú no suspendas la ketamina. Porque si no lo suspendes, lo que yo le haga a la vía urinaria va a volver a impactarse. O sea, si tú no tú suspendes el consumo, tú puedes sacar la vejiga, ampliar la vejiga, hacer el proceso que quieras, pero la exposición continua va a terminar fibrosando al resto —recuerda el doctor que le dijo a la paciente.
Era indispensable la suspensión, por lo que la derivó al equipo de Psiquiatría del Hospital Clínico de la Universidad de Chile para que la trataran, logrando que suspendiera el consumo completamente.
—La sorpresa fue que a los seis meses no había dolor, no había sangrado, había vuelto su frecuencia miccional normal (…) Estuvimos a punto de sacar la vejiga, pero el cuadro desapareció completamente. Esa regresión no es tan frecuente en los casos avanzados como el que tenía ella —lanza.
¿Lo más dramático? La paciente recayó.
—El caso de ella fue excepcional y volvió a la situación original. Ahora la estoy viendo de nuevo porque otra vez está consumiendo. ¿Te fijas? Ese es el problema que tiene… porque esto (la ketamina y/o el tusi) lo reparten en las fiestas y es una adicción. El consumidor puede recaer como cualquier otra persona con drogadicción.
“Olor a químico”
Entre abril y mayo de 2020, cuando la pandemia ya había comenzado a restringir las libertades personales, Fernando decidió que era momento de parar.
Era tal la cantidad de ketamina que se metió que la sustancia se hizo patente en todos los sentidos. Su vida llegó a girar completamente en torno a la droga. Estuvo a nada de perder incluso su trabajo en el sector público.
—Sentía el olor a químico en el cuerpo, porque cuando tú te inyectas es como que el químico se te impregna el cuerpo, ¿cachay?.
Después de varios intentos infructuosos por dejarla por cuenta propia, con una pareja que no ayudaba en el proceso, Fernando decidió internarse. Hoy agradece que haber tenido apoyo de sus superiores en el trabajo, le permitió tomarse el tiempo necesario para limpiarse por completo de la ketamina.
Sobre su periodo consumiendo tusi y keta pura, que se extendió por cerca de un año, hoy reflexiona sobre la falta de información que hay a diferencia de lo que sí ocurre con otros estupefacientes.
—En nuestro país falta concientización al respecto, sobre todo en los cabros y minas jóvenes que van a fiestas electrónicas. El tusi, por ejemplo, lo ven como una droga muy entretenida porque, a diferencia de la keta, no te ‘plancha’, no quedas así tirado y te da risa (…) Yo tuve la suerte de que, siendo drogo, nunca fui un mal chato. Nunca me cagué a nadie, entonces harta gente me prestó ropa —analiza.
Trabajo conjunto de instituciones
Desde La Moneda, el Ministerio de Seguridad Pública destaca la labor de Carabineros, la Policía de Investigaciones y la Dirección General del Territorio Marítimo de Marina Mercante (Directamar) en la incautación de ketamina.
Según explican desde el Palacio de Gobierno, han puesto el foco en el fortalecimiento de las distintas instituciones del ecosistema de seguridad para combatir los delitos.
“En el caso del combate contra el tráfico de droga, el Plan Nacional contra el Crimen Organizado (PNCO), ha destinado a la fecha más de $21 mil millones al Servicio Nacional de Aduanas para la compra de mejor equipamiento, en el que se incluye tecnología para la detección de drogas”, resaltan.
En este escenario, el subsecretario de Seguridad Pública, Rafael Collado, enfatiza en que “el trabajo entre instituciones es fundamental para incautar ketamina y otras sustancias químicas que tanto daño le hacen a las familias chilenas”.
—Es por eso que el Plan Nacional contra el Crimen Organizado contempla recursos para dotar a las instituciones de mejores equipamientos y tecnología, y los Consejos contra el Crimen Organizado en las distintas regiones del país han generado planes específicos para combatir el tráfico de drogas, incluido el de ketamina.
Minsal pone el foco
Desde el Ministerio de Salud (Minsal) fue el subsecretario de Redes Asistenciales, Bernardo Martorell Guerra, quien tomó la palabra.
Sobre la situación descrita, la autoridad apunta a que el Ministerio en su conjunto, en respuesta a su su rol de proteger la salud pública, tiene “una injerencia y un abordaje multidimensional frente al desafío nacional que significa el combate contra el narcotráfico”.
—Este abordaje incluye desde la atención clínica a las personas con consumo problemático, el control de los flujos de suministros y el control de las recetas retenidas, hasta la destrucción de sustancias ilícitas, responsabilidad que hoy está radicada en los servicios de salud, luego de la incautación realizada por las policías y el Ministerio de Seguridad —sostiene.
Asimismo, Martorell explica que en el ámbito asistencial, a propósito de fenómenos como este, la cartera de Salud trabaja colaborativamente con sociedades científicas, académicas y de especialidad que “generan y validan evidencia fundamental para la actualización de estrategias terapéuticas seguras y eficaces”.
—Cada innovación o prestación incorporada, debe cumplir con exigentes estándares sanitarios de calidad y seguridad del paciente, y pasar por procesos normativos que aseguren su incorporación responsable en las guías clínicas —recalca.