La crisis migratoria es el reflejo de la tóxica relación entre Chile y Perú

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El Presidente de la República, Gabriel Boric, se ha mantenido en silencio, pese a la escalada en declaraciones de parte de las autoridades peruanas en un conflicto que refleja la mala relación que mantienen de manera histórica Lima y Santiago.

La crisis migratoria que se vive en la frontera entre Chile y Perú ha ido progresivamente escalando en declaraciones de lado y lado, en medio de advertencias por la situación humanitaria de cientos de migrantes que permanecen varados en el desierto.

La primera alerta la encendió el reportaje de la televisión peruana que denunció a militares de facilitar el paso de migrantes irregulares.

A esto se sumó el duro emplazamiento del alcalde de Tacna, que tachó de irresponsable al presidente Boric, culpando a La Moneda de trasladar el problema migratorio a la frontera, algo que también mencionó el presidente del Consejo de Ministros peruano, Alberto Otárola.

La tensión es evidente entre ambos Gobiernos, a tal nivel que tanto el embajador chileno, como el representante diplomático peruano, fueron citados para expresar sus respectivas molestias.

Lo cierto es que la falta de diálogo y de conversación entre los países limítrofes, particularmente Bolivia, Perú y Chile, es en parte también la causa de lo que está sucediendo en la Línea de la Concordia.

De hecho, parte de lo que se argumenta es que en su momento, tanto Perú, como también Bolivia, dejaron pasar a los migrantes hacia Chile sin poner ninguna traba, algo que La Moneda podría argumentar en el sentido de por qué ahora es un problema que los reciban de vuelta.

Lo ideal sería el corredor humanitario que están proponiendo algunas autoridades, pero se ve difícil con este nivel de diálogo y conversaciones, que es, básicamente, escoltar a estas personas con policías para que puedan llegar a donde van.

El gran problema es la crisis humanitaria que están viviendo estas personas, que están con niños, con personas en situación de discapacidad, con las necesidades propias de estar varados en el desierto, con calor en el día y frío en la noche.

El jueves se reunió Alberto Van Klaveren con excancilleres, en donde la reciente exministra de Relaciones Exteriores, Antonia Urrejola, aseguró que esto nuevamente pone sobre la mesa la necesidad de conversar, tal como lo intentaron realizar durante su gestión.

Sin embargo, más allá de las declaraciones de lado y lado, lo cierto es que la crisis migratoria viene a reflejar el hecho que las relaciones entre Chile y Perú nunca han sido amables, independiente del Gobierno de turno.

Más aún, tomando en cuenta el fallo sobre el diferendo marítimo que ganó Perú en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, y que no se ha cumplido completamente por parte de Lima hasta el día de hoy. Y Chile no ha tenido la energía y la decisión, para obligar a Perú a cumplir el fallo, a lo que se suma el famoso triángulo terrestre, que se dejó como un asunto pendiente.

Recordemos que la hipótesis de guerra de Chile no es con Bolivia, ni Argentina, es con Perú, y, por lo tanto, cada vez que surge algún pequeño problema, se va a agrandar.

Si se quiere, se puede rememorar los casos de espionaje por parte de Chile, con personas que cumplen condena en el Perú por haber entregado información sensible a Santiago.

Así las cosas, posiblemente la tensión se va a mantener mientras no se solucione a través de un acuerdo internacional con un corredor humanitario hasta Venezuela.

Hay preocupación, además de lo que pueda seguir sucediendo con estas personas que están ahí en más que precarias condiciones, que podrían trasladarse hasta la región de Tarapacá, en donde está el paso de Colchane, que ya tiene su propia crisis por la llegada de migrantes que pasan sin restricciones desde Bolivia.

Este escenario es una de las inquietudes también de las autoridades de Tarapacá, que están esperando que las autoridades centrales tomen decisiones rápidas, porque son centenares de inmigrantes que con el paso de los días también van aumentando, porque algunos pasan durante la noche, pero en el día llegan aún más.

Las decisiones que se están tomando de lado y lado entre la policía peruana y la policía chilena es intentar que no ingresen a ninguno de los dos territorios, pero quedan varados en la frontera en una especie de “tierra de nadie”, sin que haya algún tipo de solución.

Ayer se esperaba que el Presidente de la República, Gabriel Boric, se refiriera al tema, pero no lo ha hecho pese a las preguntas de la prensa en sus salidas a terreno.

Otro factor a tomar en cuenta es la frágil situación institucional de Perú, con el expresidente Pedro Castillo en prisión acusado del autogolpe de Estado, algo que generó graves disturbios.

Justamente, a propósito de la crisis que se vivía en el país vecino, Gabriel Boric criticó a Dina Boluarte por los “atropellos” contra los manifestantes, en una torpeza que ahora pesa a la hora de sentarse a conversar.

No hay dudas que Chile está pagando estos “tropezones” a nivel internacional, que durante este Gobierno se han ido sumando de manera progresiva.

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El Presidente de la República, Gabriel Boric, se ha mantenido en silencio, pese a la escalada en declaraciones de parte de las autoridades peruanas en un conflicto que refleja la mala relación que mantienen de manera histórica Lima y Santiago.

La crisis migratoria que se vive en la frontera entre Chile y Perú ha ido progresivamente escalando en declaraciones de lado y lado, en medio de advertencias por la situación humanitaria de cientos de migrantes que permanecen varados en el desierto.

La primera alerta la encendió el reportaje de la televisión peruana que denunció a militares de facilitar el paso de migrantes irregulares.

A esto se sumó el duro emplazamiento del alcalde de Tacna, que tachó de irresponsable al presidente Boric, culpando a La Moneda de trasladar el problema migratorio a la frontera, algo que también mencionó el presidente del Consejo de Ministros peruano, Alberto Otárola.

La tensión es evidente entre ambos Gobiernos, a tal nivel que tanto el embajador chileno, como el representante diplomático peruano, fueron citados para expresar sus respectivas molestias.

Lo cierto es que la falta de diálogo y de conversación entre los países limítrofes, particularmente Bolivia, Perú y Chile, es en parte también la causa de lo que está sucediendo en la Línea de la Concordia.

De hecho, parte de lo que se argumenta es que en su momento, tanto Perú, como también Bolivia, dejaron pasar a los migrantes hacia Chile sin poner ninguna traba, algo que La Moneda podría argumentar en el sentido de por qué ahora es un problema que los reciban de vuelta.

Lo ideal sería el corredor humanitario que están proponiendo algunas autoridades, pero se ve difícil con este nivel de diálogo y conversaciones, que es, básicamente, escoltar a estas personas con policías para que puedan llegar a donde van.

El gran problema es la crisis humanitaria que están viviendo estas personas, que están con niños, con personas en situación de discapacidad, con las necesidades propias de estar varados en el desierto, con calor en el día y frío en la noche.

El jueves se reunió Alberto Van Klaveren con excancilleres, en donde la reciente exministra de Relaciones Exteriores, Antonia Urrejola, aseguró que esto nuevamente pone sobre la mesa la necesidad de conversar, tal como lo intentaron realizar durante su gestión.

Sin embargo, más allá de las declaraciones de lado y lado, lo cierto es que la crisis migratoria viene a reflejar el hecho que las relaciones entre Chile y Perú nunca han sido amables, independiente del Gobierno de turno.

Más aún, tomando en cuenta el fallo sobre el diferendo marítimo que ganó Perú en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, y que no se ha cumplido completamente por parte de Lima hasta el día de hoy. Y Chile no ha tenido la energía y la decisión, para obligar a Perú a cumplir el fallo, a lo que se suma el famoso triángulo terrestre, que se dejó como un asunto pendiente.

Recordemos que la hipótesis de guerra de Chile no es con Bolivia, ni Argentina, es con Perú, y, por lo tanto, cada vez que surge algún pequeño problema, se va a agrandar.

Si se quiere, se puede rememorar los casos de espionaje por parte de Chile, con personas que cumplen condena en el Perú por haber entregado información sensible a Santiago.

Así las cosas, posiblemente la tensión se va a mantener mientras no se solucione a través de un acuerdo internacional con un corredor humanitario hasta Venezuela.

Hay preocupación, además de lo que pueda seguir sucediendo con estas personas que están ahí en más que precarias condiciones, que podrían trasladarse hasta la región de Tarapacá, en donde está el paso de Colchane, que ya tiene su propia crisis por la llegada de migrantes que pasan sin restricciones desde Bolivia.

Este escenario es una de las inquietudes también de las autoridades de Tarapacá, que están esperando que las autoridades centrales tomen decisiones rápidas, porque son centenares de inmigrantes que con el paso de los días también van aumentando, porque algunos pasan durante la noche, pero en el día llegan aún más.

Las decisiones que se están tomando de lado y lado entre la policía peruana y la policía chilena es intentar que no ingresen a ninguno de los dos territorios, pero quedan varados en la frontera en una especie de “tierra de nadie”, sin que haya algún tipo de solución.

Ayer se esperaba que el Presidente de la República, Gabriel Boric, se refiriera al tema, pero no lo ha hecho pese a las preguntas de la prensa en sus salidas a terreno.

Otro factor a tomar en cuenta es la frágil situación institucional de Perú, con el expresidente Pedro Castillo en prisión acusado del autogolpe de Estado, algo que generó graves disturbios.

Justamente, a propósito de la crisis que se vivía en el país vecino, Gabriel Boric criticó a Dina Boluarte por los “atropellos” contra los manifestantes, en una torpeza que ahora pesa a la hora de sentarse a conversar.

No hay dudas que Chile está pagando estos “tropezones” a nivel internacional, que durante este Gobierno se han ido sumando de manera progresiva.