El 2 de mayo de 2008 ocurrió la erupción del volcán Chaitén en la provincia de Palena, región de Los Lagos.
Según la ciencia, en el mundo no se registraba una erupción de este tipo desde hace 100 años.
No solo esta erupción fue inesperada, sino que se desarrolló de una forma inusual. Cuando se vio el humo de la erupción y se empezó a percibir una serie de sismos se culpó al volcán Michinmahuida, pero no era ese el causante del evento, era el Chaitén del que no se tenía registro de actividad previa cercana.
Según el Global Volcanism Program del Instituto Smithsoniano, análisis geológicos datan de una erupción previa en el año 7.420 antes de Cristo, con un margen de error de 75 años. Poco después, un estudio del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile estimó que hacia fines del siglo XVII hubo una erupción similar a la del 2008.
Sin embargo, el volcán Chaitén había sido ignorado por esta falta de registro histórico y también por su relieve poco destacado, tenía tan solo 900 metros de altitud sobre el mar aproximadamente.
A las pocas horas de iniciada la erupción, la columna de cenizas alcanzó un máximo de 20 kilómetros de altura, seguida por el derrame de lava y continuo descenso de cenizas hacia tierras bajas.
Los flujos piroclásticos, nombre técnico con que se designa a la mezcla de gases, cenizas y trozos de roca a altas temperaturas, bajaron por las laderas e incendiaron los bosques nativos.
Esa erupción marcó una evacuación histórica. Para el 3 de mayo ya se habían desalojado a más de 4.500 personas, en ese momento la comuna de Chaitén tenía 7.062 habitantes.
Algunos de ellos se negaron a dejar sus hogares, para cuidar sus objetos personales o sus animales. Por ese motivo se recurrió a la justicia, y el 7 de mayo los tribunales acogieron el recurso de protección presentado por la Intendencia que ordenaba el desalojo de la zona afectada por la erupción.
Con esa resolución, Carabineros pudo proceder a la evacuación inmediata y obligatoria de los habitantes de Chaitén que se resistieran a salir del radio de 30 kilómetros dispuesto por la autoridad.
Los efectos de esta erupción fueron extensos, abarcando grandes áreas entre la región de Los Lagos y Aysén en Chile, así como las provincias de Chubut y Río Negro en Argentina.
Diversos ecosistemas fueron destruidos debido a las inundaciones y las avalanchas. Las cenizas alcanzaron la costa atlántica y aislaron la área de influencia del volcán por casi 3 meses.
Su caída también dificultó el transporte terrestre, causó daños a la actividad agropecuaria de Chile y Argentina e influyó negativamente en el turismo.
Tiempo después, las cenizas acumuladas en las ladera del volcán fueron arrastradas por las abundantes lluvias y dieron lugar a flujos de barro que afectaron los cauces de los ríos, y originaron inundaciones e importantes daños.