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El conmovedor mensaje de optimismo del último sobreviviente brasileño de Auschwitz

31 enero 2020 | 13:46

Este lunes se conmemoraron 75 años desde la liberación de Auschwitz, el tristemente famoso campo de concentración donde murieron 1.1 millones de personas durante el gobierno de los nazis.

Ubicado en Polonia, Auschwitz funcionó como un centro de exterminio, al cual eran llevados no sólo prisioneros judíos, sino también rusos, polacos, gitanos y homosexuales. Desde ahí las opciones eran tan variadas como macabras: hambre, enfermedades, temperaturas bajo cero en invierno, trabajos forzados, torturas y ejecuciones, la mayoría de ellas llevadas a cabo en masa dentro de cámaras de gas.

Aunque no hay precisión de las cifras, se estima que menos de 200 mil personas -un 15% del total de prisioneros- logró sobrevivir. Uno de ellos es Andor Stern que, a sus 91 años, es el último brasileño con vida en haber sufrido el horror del holocausto.

Stern nació en Sao Paulo en 1928, pero vivió su adolescencia en Hungría. En abril de 1944 fue trasladado a Auschwitz junto a su familia. Allí perdió a su madre, tíos y abuelos, quienes fueron ejecutados en las cámaras de gas.

Con apenas 16 años, el joven logró soportar 13 meses de condiciones extremas hasta que los aliados liberaron el campo, el 27 de enero de 1945. En 1948 regresó a Brasil, donde inició una familia que le dio cinco hijas, nueve nietas y muchos bisnietos. Pese a haber sufrido los mayores horrores infligidos por los nazis, Stern es un agradecido de cada momento que le ha dado la vida, y así lo hace saber a quienes se toman un momento para escucharlo.

A continuación, la traducción de su conmovedor testimonio entregado a la BBC de Brasil:

“La vida me dio momentos terribles, pero también me dio momentos maravillosos. Tal vez incluso en exceso. Si tienes el don de sentir gratitud, ya es un gran regalo. Y siento gratitud casi a diario.

Estoy agradecido de que estés aquí. Me has dado tu atención, tu curiosidad. Además de eso, si esto resulta útil para alguien, ¿no es maravilloso?

Sobrevivir a eso (al Holocausto) te da una lección de vida que te hace muy humilde. ¿Quieres que te cuente algo que me sucedió hoy? Quizá nunca te has detenido a pensar en esto, pero es porque me tocó pasar algunas cosas más que a ti.

comillas
Imagina mi cama que huele a sábanas limpias. La ducha caliente que me espera en el baño. Tengo jabón. Pasta de dientes, cepillo de dientes. Una toalla suave maravillosa. Bajando (las escaleras), hay una cocina llena de medicinas, porque este viejo necesita tomarlas para vivir mejor. Comida en abundancia, el refrigerador está lleno. Subí a mi autito y fui a trabajar por el camino que quise, sin que nadie me apuntara con una ametralladora. Estacioné. Mis colegas me recibieron con cariño. Chicos, soy un hombre libre.
- Andor Stern

Lo otro… lo recuerdo como si fuera hoy. Imagine a 80, 100 personas dentro de un vagón que lleva el ganado al matadero. No tienes ni un urinario ni un inodoro. Ancianos de 90 años y bebés de 3 meses viviendo allí dentro. El olor, la suciedad. Nos tomó alrededor de una semana entre Budapest y Auschwitz. Mi familia viajó unida, pero allí nos separaron. Después de eso comenzó su calvario. Los mandaron directo a la cámara de gas. Mis abuelos, mis tíos, mi tía embarazada. Si tenías menos de 12 años o más de 55, ibas directo a la cámara de gas.

Llegas allí y te quitan la ropa, te quitan todo lo que llevas. Me bañaron con creolina. ¿Sabes qué es la creolina? Duele y arde. Te dan un traje a rayas que no es de tu talla, es más pequeño o más grande, y sólo algunas veces, el adecuado. Te quitan los zapatos, te cortan el cabello, te afeitan todo el cuerpo, sostienen tu brazo y ponen el número ahí. Te tatúan de una forma muy dolorosa. Después se te inflama y llena de pus. Tarda un mes en sanar la herida.

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Y entonces durante una conversación, en una de las barracas, otro chico te dice: “¿Ves el humo que sale de ahí? Tu familia se va por ahí. Tus abuelos, tus tíos, tu madre”. Al día siguiente, cuando llega la comida, toman el lavatorio que algún desafortunado trajo consigo en el vagón, para que lo uses en el día como plato de comer y en la noche como bacinica. Tienes que comer como un perro. No tienes tenedor, cuchillo, cuchara, nada. El compañero grita: “Porción para tres”, y tres pobres van allí a comer como perros. Tienes eczemas, tienes sarna como un perro. Debes soportar todo eso.

El invierno es donde sabes que los seres humanos pueden su humanidad. Comes un alimento que te causa diarrea eterna. De hecho, es una de las principales razones por las que moría la gente.

Y en ese invierno, con quizá cuántos grados bajo cero, cuando te cagas por la diarrea, siento decirlo, pero te gusta porque te da calor. Y como no tienes forma de bañarte para limpiarlo, lo aceptas. Aceptas esa suciedad. Esa inmundicia se vuelve parte de tu vida.

En invierno tu cuerpo se congela. Se rompe como el chocolate.

Si encuentras una cáscara de papa, te la comes al instante.

Sólo piensas en el hambre.

El hambre no solo es física, sino también psicológica, y te vuelve loco si no sabes cómo controlarte. No tiene perspectivas de futuro. Ninguna. Eres un zombie.

Esta degradación es gradual.

Si no lo soportas, te vuelves loco o corres hacia el cable. ¿Sabes qué significa decir “correr al cable”? Es una solución también.

Te fríes a ti mismo y se acabó.

Allí surgen las defensas del ser humano. Tuve que crear un sistema para mí. No fue instantáneo, pero lo logré.

Me di cuenta de que cuando pensaba en mi madre, sufría un dolor físico, un dolor indescriptible. Interno, dentro de mi vientre. No sé si era una perforadora, un destornillador, unos alicates… Cuando comenzaba a pensar en mi madre, era cuando sentía más dolor.

Mi mamá era mi mejor amiga, pero la tuve poco tiempo conmigo. No me sigue doliendo así, pero me hizo una falta increíble.

R7 Noticias Brasil

La guerra ya estaba decidida. Fue después del Día D. Los aliados ocuparon Francia, liberando Italia. Los alemanes ya estaban siendo derrotados. Nos pusieron en un vagón para eliminarnos, pero la guerra no se los permitió. Donde sea que nos fueran a llevar, no llegamos.

Quedé libre cerca de un lugar maravilloso. Los estadounidenses ocuparon ese espacio. Eso fue el 1 de mayo. A mediados de julio, tuve el valor de quitarme la camisa y entrar en un maravilloso lago donde fui liberado. Era en el sur de Alemania, cerca de Munich. Se llama Lago de Starnberger. La guerra terminó y sobreviví, estaba vivo. Pesaba 28 kilos, pero estaba vivo. Ya no tenía uñas, estaba cubierto de forúnculos.

El regreso a Brasil

Llegué con 20 años. ¿Qué quería de la vida? Ahí decidí lo siguiente: quería un par de zapatos a los que no les entrara el agua, que me abriguen en invierno y que no me lastimen los pies. Y como gran lujo tener también calcetines. En invierno, calcetines de lana y en verano, uno de hilo. Ropas que me protejan de los insectos y que me abriguen en invierno. Una chaqueta con un bolsillo de esos que te dejan poner, ya sabes, esas rebanadas gruesas de pan. Y tener un reloj. Para mirar el reloj y decirme: “Voy a comerme ese pan mañana a las dos y media de la tarde. Y voy a aguantarme las ganas de comerme ese pan. Me controlaré porque no me estoy muriendo de hambre, así que comeré solo al día siguiente”.

Y así, de poder moverme para delante, para atrás, a la izquierda, a la derecha, me voy sintiendo el hombre más exitoso del mundo. Así es como ocurrió. Regresas a Brasil y entras en esta vida vibrante. Sólo con 20 años, lleno de ideas. Tu vida comienza a funcionar y te llenas de cosas nuevas. El zapato debe ser de suela cromada alemana; el traje, de cachemir inglés; la camisa, de velo suizo; la corbata, de seda italiana; y el reloj, de oro. Y te olvidas… pero yo no he olvidado. Para mí, todo esto fue un regalo extra.

Con todos nuestros problemas, soy muy afortunado vivir en Brasil. Gente humana … Te sientes abrazado, querido.

Normalmente digo que todos los días que vivo son un postre, uno muy sabroso. Quizá de aquí proviene esta inmensa intensidad de querer vivir, y también de querer que otros vivan. Y no sólo las personas, sino todo lo que está vivo. Tengo el mayor de los respetos por la vida”.