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De riesgo mortal a herramienta médica: las dos caras de la ketamina

24 septiembre 2025 | 15:26

Si bien estas sustancias por sí solas no representan una cura mágica, su verdadero potencial aparece cuando se combina con un proceso psicoterapéutico riguroso.

El reciente reportaje de Biobío que aborda el consumo abusivo de ketamina es un llamado de alerta sobre los graves efectos que puede tener un uso equivocado de la sustancia. No cabe duda de que el uso recreacional y descontrolado de ketamina puede provocar daños físicos severos y dependencia psicológica. Sin embargo, es fundamental entender que este fármaco, en entornos clínicos controlados, es un medicamento seguro y con décadas de evidencia que avalan su uso terapéutico. La información incompleta no es neutra: puede costar vidas.

Reconocida por la Organización Mundial de la Salud

La ketamina fue aprobada en 1970 como anestésico y está incluida en la Lista de Medicamentos Esenciales de la OMS. Durante décadas ha permitido realizar procedimientos en pacientes en salas de cirugía y unidades de emergencia. Su perfil de seguridad es bien conocido y documentado.

Junto con ello, en los últimos 20 años, la investigación clínica ha demostrado que la ketamina, y su derivado, la esketamina, tienen un efecto antidepresivo rápido y eficaz, especialmente en casos de depresión resistente.

Diversos meta-análisis y estudios multicéntricos han reportado que una sola infusión a dosis sub-anestésicas suele producir una mejoría del ánimo en las primeras 24 horas en una proporción relevante de pacientes, aunque la respuesta puede variar según la severidad del cuadro y las características individuales.

También se ha documentado reducción significativa en la ideación suicida en pacientes en crisis. Ningún antidepresivo convencional logra resultados equivalentes.

Ventana de plasticidad

A diferencia de los antidepresivos convencionales, que tardan semanas en hacer efecto, tanto la ketamina como la esketamina actúan sobre el sistema glutamatérgico, en particular, bloqueando los receptores NMDA. Esto provoca un aumento transitorio de glutamato en el cerebro, lo que desencadena una cascada de señales que favorece la liberación de BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro).

El resultado es un aumento de la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro de formar nuevas conexiones.

Esta “ventana de plasticidad” abre la posibilidad de que el paciente pueda trabajar de manera más profunda en psicoterapia, procesar traumas, salir de patrones de pensamiento rígidos y generar nuevas formas de relacionarse consigo mismo y con el mundo.

Dicho de otra manera: la ketamina y la esketamina no eliminan los aspectos conflictivos, pero permiten que el cerebro alcance una mayor flexibilidad para encontrar nuevos ángulos y perspectivas de resolución y cambios conductuales.

Psicoterapia con ketamina

Si bien estas sustancias por sí solas no representan una cura mágica, su verdadero potencial aparece cuando se combina con un proceso psicoterapéutico riguroso, pues es en estas condiciones, que estos fármacos facilitan un estado de apertura psicológica y emocional que permite revisar creencias, procesar experiencias dolorosas y generar cambios sostenidos.

Los casos descritos en el reportaje son reales y preocupantes, pero representan un contexto completamente distinto: consumo frecuente, sin control médico, sin indicación terapéutica y muchas veces mezclado con otras sustancias, lo que equivaldría a mezclar altas dosis de benzodiacepinas con barbitúricos, por ejemplo, lo que puede derivar en un resultado letal.

Es tan injusto juzgar a la ketamina exclusivamente por estos casos como lo sería descartar la morfina porque existe adicción a los opioides en el mercado ilegal.

Como psicólogo clínico, veo frecuentemente personas que llegan a tratamiento al borde del suicidio, y que tras un proceso cuidadoso con esketamina y psicoterapia logran estabilizarse, resignificar sus conflictos y encontrar un nuevo rumbo existencial. Esto no es anecdótico, existe evidencia científica que respalda que este medicamento salva vidas y por ello, el debate debe centrarse en educación, regulación y acceso seguro, no en el miedo.

Reducir la información sobre la ketamina solo como “droga de abuso” es incompleto y, para algunos pacientes, incluso puede significar el silencio de una opción terapéutica que podría devolverles la esperanza. La invitación es a abrir la conversación con matices, apoyándonos en ciencia y en ética clínica, para que, tanto la ketamina como la esketamina, sigan siendo lo que siempre han sido, un medicamento al servicio de la salud.