Claudia Serrano M.
Nutricionista materno infantil
La gran interrogante sigue ahí: ¿Qué nos pasa a las mujeres en edad fértil que no estamos teniendo hijos? Las respuestas no son simples, y claramente tienen múltiples aristas. Sin embargo, hay factores estructurales que son imposibles de ignorar: la inseguridad, la precariedad económica y la falta de garantías básicas para construir un proyecto familiar.
Crisis de natalidad en Chile
Según datos recientes del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la tasa global de fecundidad en Chile en 2024 fue de apenas 1,03 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional de 2,1 hijos. Además, solo el 56,6% de las mujeres entre 15 y 49 años tiene hijos, una cifra que ha disminuido considerablemente desde el 70,7% registrado en 1992.
Entre las mujeres que sí tienen hijos, el promedio es de 1,97 hijos, también a la baja. La fecundidad adolescente (15 a 19 años) ha caído al 2%, muy lejos del 14,6% de hace tres décadas. Por si fuera poco, solo en diciembre de 2024 se registraron 10.921 nacimientos, lo que representa una caída interanual del 4,3%.
Este fenómeno afecta mayormente a la clase media, un sector que muchas veces queda en el limbo social: sin acceso pleno a programas de protección o apoyo estatal destinados a la maternidad, pero sin los recursos suficientes para afrontar de manera independiente los costos crecientes de criar un hijo. Esta “clase media vulnerada” sufre la precariedad de un sistema que no logra entregar garantías reales para sostener la maternidad con dignidad.
Una opción inviable para muchas mujeres
En un contexto de alta delincuencia, con acceso casi inexistente a créditos habitacionales, sueldos que muchas veces no cubren ni lo básico y un costo de la vida cada vez más alto, pensar en tener hijos no es una opción viable para muchas. El miedo a no poder sostener la maternidad en condiciones dignas no es exagerado, es real.
Además, existe un discurso cultural que no valora la maternidad como algo esencial para la vida. Se da prioridad a la individualidad, y la maternidad se presenta solo como una elección personal, sin ofrecer el apoyo o reconocimiento que las madres necesitan. Muchas veces, este enfoque culpabiliza o crítica a las mujeres que deciden ser madres en condiciones difíciles, lo que las invisibiliza y estigmatiza. Criar hijos en Chile es caro: el alto costo de salas cunas, jardines, colegios y educación superior hace que la maternidad se convierta en un lujo difícil de alcanzar para muchas familias.
El problema no es solo económico. Es también cultural y social. Y no se resolverá solo con incentivos estatales puntuales, sino con un cambio profundo en cómo entendemos, apoyamos y valoramos la maternidad y la crianza en nuestra sociedad.
Porque la renovación de las generaciones es la base de la sociedad del mañana, y eso es algo en lo que claramente no estamos pensando ni actuando con la urgencia que requiere.
¿Realmente olvidamos esta crisis o simplemente no queremos enfrentarla?