Agencia EFE

Un economista y un biberón: la caída de Javier Milei

24 febrero 2025 | 09:33

Milei no ha aprendido a lidiar con la criatura que le dejaron en la puerta de Balcarce 50.

En la película Tres hombres y un biberón, acontece que tres solteros que viven en un apartamento han recibido en la puerta de su casa un bebé al que, por cierto, no saben cuidar. El evento inesperado, inopinado, se transforma entonces en una gran carga para sus respectivas vidas. La responsabilidad la aceptan, pero las dificultades abundan. Impera entonces el caos.

No muy distinta es la historia de un economista de prestigio académico limitado y de gran capacidad performática en los medios de comunicación que, de pronto, y luego de señalar que el Estado debe ser destruido, termina haciéndose cargo del Estado. La situación no llega con menos sorpresa que lo que acontece a los jóvenes de la película. Para nada. Nadie hubiera esperado que este jugador que estaba fuera de la cancha pudiera crecer en las magnitudes que lo hizo. La explicación, por cierto, nunca está en política en la persona que gana inesperadamente, sino en cuánto se caen sus rivales. Y es que los rivales habían malogrado sus oportunidades de manera tan radical que cualquier cosa era esperable y esa cualquier cosa aconteció.

La historia de Tres hombres y un biberón es, en esencia, la historia del desconcierto frente a la responsabilidad inesperada. El “Caso Cripto” es el equivalente para Javier Milei, ya que está fundamentalmente fundado en su desconcierto. Tres hombres que no saben cómo cuidar a un bebé terminan enredados en su crianza, enfrentando desafíos que nunca imaginaron.

En este punto, el paralelismo con Milei se vuelve inevitable: un economista que no ha gestionado empresas, que no ha construido estructuras de poder tradicionales y que, sin embargo, termina siendo el responsable de administrar un país. El problema es que la economía no es una ecuación abstracta ni un modelo de equilibrio perfecto, sino un sistema humano, complejo y lleno de incertidumbre. Como los personajes de la película, Milei ha recibido en su puerta algo que no sabe cuidar: el Estado. Y para colmo no es meramente un ministro de finanzas… no. Es el Presidente.

Según explicaré en detalle, las variables en juego en esta crisis generan y profundizarán la probabilidad de un final temprano del gobierno de Javier Milei. Las razones para esto son tres:

a) El tipo de crisis con mayor gravedad a la hora de poder resolverla es aquella donde el proceso de crisis, que se caracteriza por destruir recursos, produce una merma de un recurso central del proyecto político. Como explicaremos, es el caso. Y Milei se verá profundamente debilitado en breve. Esto, de cualquier modo, no implica necesariamente que caiga.

b) El segundo factor es que la debilidad de sus recursos principales va acompañada de una ausencia de estructura de poder. Javier Milei no gobierna ni su país ni su sector político. Parafraseando a Churchill, a Milei le puede pasar lo que aconteció al británico, quien habría dicho que es importante tener cerca a los amigos y más cerca a los enemigos, pero parece que se me pasó la mano. La ausencia de control político y su carácter de afuerino en la elite argentina, tanto social como política; supone un alto riesgo al convivir con los intereses de sus aliados.

Es claro que una caída de Milei no le molesta a nadie y que el sucesor obvio estaría en las filas del mismo gobierno. Deshacerse del carismático es un deporte frecuente de los cuadros políticos.

c) El tercer factor es que el mundo de los anarcocapitalistas en el marco del mundo ‘cripto’, carece de estructura política o moral. Milei se enfrenta al escenario de mercado puro y resulta que ello no es compatible para él, ya sea porque tiene un mensaje que dar, ya sea porque tiene algún nivel de orientación académica o ya sea porque es autoridad. La conducta de sus ‘cercanos’ a ese mundo ha sido una fuente constante de caos y crisis.

Examinemos todo lo señalado

El corazón político del mensaje de Javier Milei estuvo fundamentalmente en tres elementos clave:

Sin embargo, Milei ha entrado en una crisis estructural que no es simplemente el resultado de ataques de la oposición o de errores menores. Es una crisis de alta destrucción de recursos. Esto significa que no solo enfrenta un problema puntual, sino una situación donde cada acción incorrecta amplifica la debilidad de su posición y, lo más importante, donde los recursos políticos, institucionales y de influencia se deterioran rápidamente sin una vía de restauración clara.

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Las crisis de alta destrucción de recursos se caracterizan por varios factores fundamentales:

Las opciones de salida de Milei son limitadas y todas implican costos

1. Sacrificio de un actor clave: Desvincular a Karina Milei podría ser una salida, pero destruiría su estructura política interna.

2. Reconfiguración del mensaje: Intentar redefinir la crisis como un problema de falta de regulación en criptomonedas podría ser una estrategia, aunque choca con su discurso previo.

3. Generación de un escándalo mayor: Esto podría ser efectivo, pero también riesgoso si no es lo suficientemente fuerte para desplazar la crisis actual y suele ser un factor de mera construcción de caos que a los gobiernos no les conviene.

La crisis de Javier Milei tiene un componente adicional que deja en evidencia su falta de comprensión sobre el poder: en una reciente entrevista con Viale, intentó separar su rol de ciudadano y su rol de presidente, sugiriendo que se puede entrar y salir del Estado según se desee. Y este es el primer descubrimiento de alguien que cuida un bebé: que no puedes, bajo ninguna circunstancia, en ningún momento, imaginar que no existe. El Estado, como el bebé en la película, sigue demandando atención, gestión y soluciones. La pregunta no es si la crisis lo dañará, sino si podrá resistirla.

Javier Milei comienza una nueva etapa

Cada día será importante. De momento su objetivo debe ser sobrevivir y para ello necesita aprender. Pero aquí surge una diferencia clave entre la película ya citada y el gobierno de Milei. En Tres hombres y un biberón, los protagonistas se adaptan, aprenden, e incluso terminan desarrollando un vínculo con el niño. En cambio, en nuestra ficticia película Un economista y el biberón, Milei no ha aprendido a lidiar con la criatura que le dejaron en la puerta de Balcarce 50. Su instinto no ha sido criarlo ni reformarlo, sino rechazarlo y seguir creyendo que su conducta puede ser todo lo libre que es un ciudadano.

Milei avanza cada día al momento en que tendrá que hacer carne su mensaje: reducir el estado al máximo. Y para ello cree que el Estado se disuelve por decreto. Pero no es así: el Estado no se evapora porque aparezcan unos discursos libertarios. Y al igual que el bebé de la película, el país sigue demandando atención, gestión y soluciones. Y la política es peor, pues la sospecha y los comentarios se alimentan con fuerza y velocidad.

La diferencia entre ficción y realidad es que en la primera, la historia encuentra su desenlace en el aprendizaje y el crecimiento de sus protagonistas. En la segunda, el desenlace no está escrito, pero todo indica que, si Milei no aprende a sostener lo que se le ha confiado, otros vendrán a arrebatárselo de las manos.

La crisis de alta destrucción de recursos en la que está inmerso Javier Milei no es solo una crisis de imagen o de poder, es una crisis de legitimidad. Y cuando un líder pierde su legitimidad, pierde su gobierno. El desenlace puede tardar en llegar, pero la historia ya ha marcado su rumbo.
- Alberto Mayol