Un capítulo muy especial merecerán en las biografías definitivas de Diego Armando Maradona las semanas intensas que pasó en México, donde en plenitud de facultades ganó la Copa del Mundo y también los meses cuando, ya muy deteriorado, dirigió en la segunda división.
El fallecido astro viajó a tierras aztecas para vivir dos significativos “romances”. Tenía 25 años cuando tuvo el primer idilio como gran líder de la selección de Argentina y 57 cuando regresó para dirigir a los Dorados de Sinaloa.
Verano del 86
Durante la Copa del Mundo de 1986, Argentina se concentró en el Club América, en el sur de la Ciudad de México.
Diego compartió habitación con el delantero Pedro Pablo Pasculli. El 10 y su compañero estaban decididos a que esa pieza sería “nuestra casa durante un mes”.
La Albiceleste comenzó el camino sin la confianza plena de su hinchada. “No sabían quiénes jugábamos”, recordó Maradona, quien en el primer partido la pasó mal por el juego brusco de Corea del Sur.
Maradona fue más decisivo conforme avanzó el torneo. Le tocó hacer el gol en el empate 1-1 contra Italia.
Después de cada buen resultado, los argentinos vivían sus cábalas como ir de compras a un centro comercial del sur de la Ciudad de México o a comer a un restaurante de carnes en un barrio de clase alta.
Luego volvían a las instalaciones del América. Ahí el periodista mexicano Antonio Moreno conoció a Maradona.
“Yo trabajaba en el programa de Los Protagonistas de Imevisión y como suerte me tocaba cubrir a la selección de Argentina”, recuerda Moreno para la AFP.
“Los argentinos llegaron antes que nadie y Maradona se metió de lleno para ganar ese Mundial. Bilardo confió mucho en él. Me tocó entrevistarlo muchas veces en el campo del América y él estaba convencido de que tenía que ser su Mundial; entonces él era muy sencillo, estaba al 100 mentalmente, su cuerpo también, era un joven todavía muy sano, me acuerdo muy bien”, detalla Moreno.
El joven reportero de aquel entonces recuerda que el 10 argentino, que ya lo identificaba por el cubo de su micrófono, le pidió una copia en video que recopilaba sus mejores jugadas en el torneo musicalizado con el tango Uno.
“Había todavía esa inocencia de los jugadores de estar pendientes de cuando hablaran de ellos en televisión”, apuntó.
El Mundial siguió su curso, Argentina echó a Uruguay en octavos de final y luego en cuartos enfrentó a Inglaterra donde Maradona la hizo de villano y héroe en un lapso de cinco minutos del segundo tiempo.
“Yo estuve en la transmisión del partido contra Inglaterra”, recuerda para la AFP Teodoro Cano, entonces comentarista de Televisa.
“Me tocó ver el gol que metió con la mano; fue tan rápida la jugada que gran parte de los que estábamos en el estadio no se percataron de que fue con la mano. Unos podrán decir que fue una genialidad, otros que fue una marrullería, pero luego se desquitó con el gol que hizo casi desde la media cancha”, amplía Cano.
De ese partido, Diego se ufanaba de “la Mano de Dios” porque había sido como sacarle la billetera a los ingleses, y también del Gol del Siglo: “El gol de mi vida”.
Maradona dio otra magistral exhibición ante Bélgica en semifinales y cumplió el objetivo ante Alemania en la final.
Con los años, cada vez que se veían Pasculli y Maradona recordaban esas semanas que pasaron en su habitación del Club América y se decían: “¿Qué hacés, guacho campeón del mundo?”.
Caminos paralelos
Después del Mundial de 1986, Antonio Moreno siguió su carrera en el periodismo y siguió los pasos de Maradona.
“Estuve cerca de él en Italia 90, en Trigoria, donde estaba hospedada Argentina; también me tocó ver el Ferrari negro que se lo dejaba manejar su hermano; en el Mundial de 1994 me tocó narrar partidos de Argentina, incluido el de Grecia cuando se fue corriendo hacia la cámara a festejar su golazo”, dijo.
Maradona dejó de ser futbolista y solía viajar por el mundo para jugar partidos de exhibición; luego se convirtió en director técnico.
Moreno por su lado dejó parcialmente su labor como comunicador y asumió el proyecto del Salón de la Fama del Fútbol, ubicado en Pachuca (centro de México). Maradona fue parte de los elegidos en la primera investidura celebrada.
“Él no pudo venir cuando entró al Salón de la Fama en 2011 porque estaba dirigiendo en Arabia Saudita”, recuerda Moreno, director del recinto.
Un amor otoñal
En septiembre de 2018, los Dorados de Sinaloa dieron la campanada de resonancia mundial al contratar a Maradona como entrenador. Querían ascender a primera división con él.
“Quiero darle a Dorados lo que me perdí cuando estaba enfermo”, ofreció el argentino en su presentación. “Hoy quiero ver el Sol, quiero acostarme de noche”, agregó el Diego que hablaba y caminaba con dificultades.
Aun así, algo hizo Diego con los Dorados que los llevó a la final de los torneos Apertura-2018 y Clausura-2019. Sinaloa entera estaba encantada con él. Incluso cuando el estado sufrió inundaciones Maradona hizo un llamado a México entero para apoyar a los damnificados.
En paralelo, Antonio Moreno seguía en contacto con el argentino; tenía en mente llevarlo a la ceremonia de investidura del Salón de la Fama en 2018 para premiar al exportero Héctor Miguel Zelada, su compañero de selección en 1986.
“Ya le tenía un avión preparado”, recuerda Moreno quien no pudo contar con el 10 porque los Dorados estaban concentrados en la fase final.
“Habré hablado con él unas cuatro o cinco veces; su voz ya era como de alguien que está medio dormido y medio despierto. Era ya muy corto ya de palabras, le oías monosílabos”, detalla Moreno.
Maradona dejó a los Dorados en junio de 2019. Al año siguiente, su fallecimiento el 25 de noviembre causó tristeza en quienes lo vieron triunfar en México.
“Aquí lo vimos en su plenitud y realizando cosas increíbles con el balón pegadito al pie. Era un mago”, resume Teodoro Cano.
Por su lado, a varias horas de conocerse la noticia, Antonio Moreno seguía impactado: “Cuando pasen los años te vas a acordar del momento en que alguien te dijo: ‘¿qué crees? Se murió Maradona’ ¡Y no lo creías! Uno de repente piensa que las leyendas como Maradona son inmortales”.