Colon irritable: un problema que ya no me da risa

Christian Leal

Periodista. Director de BioBioChile. Penquista.

Miércoles 25 junio de 2025 | 15:04

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Si son seguidores de esta sección o de nuestro canal de WhatsApp de Tecnología, se habrán percatado de que muchas veces hay vacíos en el periodo con el que puedo publicar. Algunos de ustedes pensarán que es por flojera (y tienen razón), pero además de eso quiero compartir con ustedes que cargo con un pequeño demonio en mi vida llamado colon irritable.

Cuando era niño, todo lo que sabía del colon irritable es que era una punzada en el costado muy graciosa que le daba al señor Retamales en “Los Venegas” cuando alguien lo sacaba de quicio. Pasados los 20 años comencé a sentir la misma puntada y me di cuenta de que no hacía gracia.

A medida que aumentaban mis años, mis vivencias y mis ansiedades, el colon irritable también se hizo más complejo. A las puntadas se sumaron ciclos de diarrea y estreñimiento, reflujo gastroesofágico (su infaltable secuaz), hemorroides (estupendo) y una sensación de malestar generalizado en el vientre.

De todo, esto último es lo peor.

Vamos a divertirnos...
Vamos a divertirnos…

Verán, uno puede funcionar con el dolor de una puntada en el colon, tal como se puede funcionar con el dolor de un machucón en el dedo o incluso con un cuchillo clavado en la cabeza (historia real). Pero esa suerte de “descomposición” del colon es otro nivel de problema. Provoca que simplemente quieras tirarte en un lugar hecho bolita y quedarte inmóvil. Es algo que además de dejarte sin fuerzas, te impide actuar con claridad.

(Salvo cuando tienes que correr al baño. Ahí eres Usaín Bolt).

Ahora, aquí es cuando el tema se pone interesante. Tras concurrir a lo largo de los años a una letanía de médicos y veterinarios, aprendí que el colon irritable es una condición crónica cuyo mecanismo no se entiende totalmente todavía. Entre diversas teorías, la que más llamó mi atención es sobre una posible desincronización de los impulsos nerviosos que controlan los movimientos del colon, tal como si se tratara de una lavadora desvencijada que cruje y salta mientras centrifuga como si estuviera a punto de explotar.

Y esa falta de sincronización se produce por un hecho espectacular: el intestino tiene neuronas. Las mismas del cerebro. Este sistema nervioso autónomo le permite hacerse cargo de sus cosas sin molestar al cerebro, pero también significa que en ocasiones ambos se enojan y no se quieren hablar, o bien, bailan con la misma coordinación con que yo intento hacerlo al seguir a mi esposa.

Por el mismo motivo, muchas veces sentimos primero en el vientre aquellas sensaciones de cosquilleo, dolor o incluso mariposas cuando nos ocurre algo emocionalmente impactante, bueno o malo. Por eso una noticia especialmente devastadora puede hacernos vomitar.

Hechos el uno para el otro...
Hechos el uno para el otro…

Sobra decir entonces que el colon irritable tiene un vínculo estrecho con nuestra psicología. En julio de 2022, aún cargado con todas las tensiones que el estallido social, la pandemia y los procesos constituyentes pueden causarle a un periodista y ser humano (se venden por separado), simplemente mi colon colapsó. El dolor y las molestias eran tales que me dieron licencia por un mes, lo que aproveché para viajar hasta mi cama y hundirme en ella lamentando mi miseria. No tenía apetito. No podía comer y si lo lograba, me teletransportaba al baño de inmediato. De hecho perdí 10 kilos en un par de meses (aunque después ellos me volvieron a encontrar rápidamente).

Sólo un tratamiento psicológico + psiquiátrico + gastroenterológico me permitió recuperar la salud aunque -en total- las molestias se extendieron por 6 meses.

Sí, es algo que no le deseo a nadie.

(Bueno, quizá a Steve Ballmer. Pero sólo un poquito).

Un último factor: existe cada vez más evidencia de que las inflamaciones del colon y su bienestar en general, depende de la flora intestinal. Esto es una plétora de bacterias benéficas que ayudan a procesar nuestra comida. Pero cuando la variedad o cantidad de estas bacterias se desequilibra -al igual que nuestra sociedad- comienzan los problemas y hacen paros, encienden barricadas, se encadenan al apéndice y les lanzan gases lacrimógenos.

Sí, tienes todo un zoológico en la panza...
Sí, tienes todo un zoológico en la panza…

Ahora, la clave para mantener felices a estos bichitos parece ser una dieta balanceada (la mía es en base a anvorguesas) y en ciertos casos extremos, ingerir caca de otras personas. Sí, suena grotesco, pero hay un documental de Netflix que lo explica mejor. No lo hagan en casa.

En resumen, si al igual que yo sufren de colon irritable u otra enfermedad inflamatoria intestinal, no se sientan mal (al menos, no más mal de lo que ya se sienten). Existen tratamientos que si bien no pueden acabar con ellas, sí pueden ponerlas en remisión o al menos aliviar sus síntomas.

Y dos datos útiles: en Chile existe la ley “No puedo esperar” (y que debería ameritar el premio Dundie “No entres después de mí”) que autoriza el uso de los baños del comercio establecido o de las dependencias del Estado, a quienes porten una credencial certificando su enfermedad.

Lo otro, compré en Amazon este maravilloso bidet portátil que se carga mediante USB y realmente ha cambiado mi vida desde que lo tengo. Deberían darle el premio Nobel al que lo inventó. Kudos.

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