El Corredor Bioceánico Vial, también llamado Corredor Capricornio, va camino a ser la nueva columna vertebral del comercio entre los océanos Pacífico y Atlántico, uniendo el norte de Chile con Argentina, Paraguay y Brasil en un trazado de más de 2.400 kilómetros.
Tan visionario proyecto del corazón del Cono Sur podría demandar más tiempo de lo deseado debido al freno de Argentina para las obras viales, que se suma a su historial de la postergada refuncionalización en el otro corredor bioceánico central: el paso Cristo Redentor.
Así, el megaproyecto es, en los papeles, una obra de integración sin precedentes; en los hechos, todavía una promesa que avanza a distintas velocidades según el lado de la cordillera que se mire.
Cómo avanza el Corredor Bioceánico Vial en el norte de Chile
La iniciativa vial, respaldada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pretendía ser una apuesta conjunta de Chile, Argentina, Paraguay y Brasil para fortalecer la competitividad regional.
Sin embargo, según los últimos reportes del organismo multilateral, Chile y Brasil lideran el avance de las obras, mientras que Argentina y Paraguay arrastran demoras vinculadas a dificultades técnicas, falta de financiamiento y cambios de prioridades políticas.
Por ahora, Chile es el que transformó el impulso en realidad. El ministro de Transporte y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz, afirmó a DF Sud que “todas las obras que son parte de nuestra responsabilidad ya están construidas o en vías de finalización”.
Al ratificar ese diagnóstico, el BID destacó que Chile completó gran parte de los tramos que conectan los pasos fronterizos de Jama y Sico con los puertos de Antofagasta e Iquique, donde además se modernizaron terminales y accesos.
En Iquique, por ejemplo, se incorporó una nueva grúa para aumentar la capacidad operativa, mientras que en Antofagasta se amplía el “molo de abrigo”, destinado a reforzar la zona de carga y descarga. Se suman las obras en la Ruta 1 (conectada con Iquique) y la Ruta 16, donde se optimiza la rotonda Pampino y sus accesos.
Sin embargo, del otro lado de la Cordillera de los Andes, Argentina todavía no logró completar las obras de su jurisdicción, concentradas en la Ruta Nacional 51, que une la localidad de San Antonio de los Cobres (en la provincia de Salta) con el Paso de Sico (en el límite con Atacama), y en un tramo de 25 kilómetros de la Ruta Provincial 54.
Si bien Salta consiguió recientemente un préstamo internacional para reactivar los trabajos, las demoras son evidentes.
“Espero que Argentina cumpla su compromiso”, remarcó Muñoz, en alusión al acuerdo firmado por los cuatro países hace una década.
Las demoras de Argentina, cuya obra pública se contrajo desde la llegada de Javier Milei en 2023, afectan a la conectividad y a la posibilidad de que las cadenas productivas del noroeste encuentren una salida competitiva al Pacífico, algo que permitiría reducir tiempos y costos logísticos frente a la saturación del paso Cristo Redentor, con salida al Atlántico, en Buenos Aires, a través de la Ruta 60 de la Región de Valparaíso y la Ruta Nacional 7 de Mendoza.
En Paraguay, si bien hay demoras, el panorama es más favorable que en Argentina. El puente internacional Porto Murtinho–Carmelo Peralta, considerado una obra clave para vincular Brasil con el resto del corredor, registra un avance del 80% y se prevé su inauguración a fines de 2026.
Además, el país guaraní ejecuta la pavimentación de tres tramos viales: uno ya finalizado, otro en construcción y un tercero de 102,5 kilómetros a la espera de financiamiento del BID.
Sin avances en Argentina: el paso Cristo Redentor y sus mejoras frenadas hace seis años
Si bien el nuevo Corredor Capricornio apunta a potenciar el transporte de carga entre Pacífico y Atlántico, aún está lejos de reemplazar el Sistema Integrado Cristo Redentor-Los Libertadores.
El paso entre Valparaíso y Mendoza, que se encuentra a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar, es la vía histórica de conexión con más de 2.000 vehículos (livianos, buses y transporte de carga) que transitan a diario y, en verano, hasta el doble, siempre a través del emblemático túnel Cristo Redentor de una longitud de tres kilómetros.
En todo el 2024, 905.876 turistas entraron a Chile por el paso Cristo Redentor, un 71,4% más que en 2023. Pese a su relevancia para el Cono Sur, es también uno de los pasos fronterizos más vulnerables.
Los cierres invernales por nieve o temporales, sumados al infame deterioro de la calzada del lado argentino, limitan la fluidez y complican la seguridad de los viajeros.
En Argentina, la obra pública se transformó en un terreno incierto tras los cambios introducidos por el gobierno de Javier Milei. Y es justamente la Ruta 7 dependiente del Estado.
Desde 2023, la administración libertaria promovió un modelo de infraestructura con financiamiento privado y retiró al Estado de la ejecución directa, lo que dejó congelados varios proyectos en curso.
Se estima que, desde la llegada al poder de Milei, más de 2.000 obras públicas dejaron de financiarse en Argentina, un recorte del gasto en los primeros meses de 2024 del 82,3% en términos reales, según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP).
En este contexto, el tramo argentino del corredor central quedó prácticamente paralizado, a la espera de una redefinición de prioridades.
Después de los cuestionamientos durante la última temporada estival, con miles de argentinos cruzando a Chile para compras masivas y vacaciones en Viña del Mar y La Serena, el Gobierno nacional y la Provincia de Mendoza firmaron en julio pasado un acuerdo estratégico para mejorar la infraestructura del paso Cristo Redentor, lo que marca una excepción dentro del esquema de ajuste.
Según el decreto, ambas jurisdicciones se comprometieron a “compartir esfuerzos y recursos” para reparar y mantener el cruce montañoso. En pocas palabras, se estableció que la Nación aportará los recursos técnicos y financieros, mientras que la Provincia asumirá la gestión operativa de las obras. A juzgar por el pasado, es dificultoso confiar en los resultados a la fecha.
En 2018, Argentina y Chile firmaron un convenio para licitar la refuncionalización del túnel Cristo Redentor (en funcionamiento) y el viejo túnel Caracoles, separados entre sí por 325 metros, con una inversión estimada entonces de 750 millones de dólares financiados por el BID.
Al año siguiente hubo un llamado a licitación por parte del entonces gobierno de Mauricio Macri. Las obras nunca llegaron a completarse.
El ambicioso plan contemplaba ensanchar el túnel Caracoles, clausurado desde 1979, de 4,9 metros de ancho y 5,46 de alto a 10,6 metros de ancho y 8,3 de alto. De un único carril, llegar a dos para el paso de vehículos. Y otros dos para aceras y banquinas.
Se proyectaba, además, la construcción de cinco galerías -tres peatonales y dos vehiculares de emergencia- para conectar el renovado túnel Caracoles con el Cristo Redentor. Se estimaron hasta tres años de trabajo. Pero, a siete años del anuncio, las obras están prácticamente archivadas.
Sí, en cambio, se completó en septiembre último la Variante Palmira, un nuevo tramo de autopista de 34 kilómetros destinado a modificar el actual trazado de la Ruta 7 para evitar el ingreso del tránsito pesado a la Ciudad de Mendoza y que estaba previsto finalizarse en noviembre de 2020, hace ya cinco años. Desde su aprobación en 2017 pasaron tres presidentes de distinto color político.