Carlos Lucas, Claudio Barrientos y Ramón Tapia son los nombres de los tres boxeadores nacionales que lograron una verdadera gesta en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956; regresar al país con tres medallas tras haberse ganado el respeto de todo el mundo, pese a ser un deporte amateur en Chile para aquella época.

“Porque nada tenemos, lo haremos todo”, fue la mítica frase con la que el legendario dirigente deportivo, Carlos Dittborn, cerró su magnífica presentación en el Congreso de la FIFA realizado en Lisboa en 1956, que permitió al país albergar un mundial de fútbol. Un año donde aquella expresión tuvo todo el sentido para Chile. Y es que en los Juegos Olímpicos de Melbourne, la delegación nacional de boxeo logró una verdadera hazaña sin antecedentes previos; tres medallas en una época donde el pugilismo chileno se encontraba decenas de escalones más abajo que el resto del mundo en cuanto a lo físico, técnico y económico.

Carlos Lucas, Claudio Barrientos y Ramón Tapia son los héroes del 56′, quienes a punta de sacrificio, entrega y pasión, escribieron sus nombres en los libros de historia del deporte nacional.

Un registro perfecto de una delegación que regresó al país con la misma cantidad de preseas que de representantes, logrando imponerse y sorprender a los mejores del mundo en ese entonces; los europeos.

Carlos Lucas, del amateurismo al podio

Sin circuito, sin rivales con quienes competir en su natal Villarrica y sin mayores pretensiones de cara a su participación olímpica en Australia, la historia de Carlos Lucas -categoría semi pesado- es de esas que son difíciles de encontrar a lo largo de los años en los JJ.OO.

Carlos Lucas
Archivo: Revista Estadio | www.boxeadores.cl

Con entrenamientos en solitario ante la falta de adversarios en su ciudad, Lucas logró proyectarse a sí mismo como un boxeador con poco ring, pero con una fuerza e impulso sublime, que impactaba a los espectadores cada vez que soltaba sus fuertes puñetazos carentes de técnica.

Una estrategia que, según la revista Boxeadores con información de la revista Estadio, descolocó a más de uno de sus experimentados rivales en Melbourne, donde gracias a su empuje logró instalarse en semifinales, cayendo contra el rumano Gheorge Negrea, quien aprovechó una larga interrupción tras el desperfecto en los guantes de Lucas para recuperarse y amarrar el combate en su reanudación.

Finalmente y pese a las humildes condiciones de entrenamiento que tuvo que afrontar a lo largo de su preparación como pugilista, el villarricense logró colarse entre los grandes referentes del boxeo de Europa Oriental y colgarse la medalla de bronce en su cuello.

Claudio ‘Tripa’ Barrientos, el valdiviano que quiso dominar el peso gallo

Nacido en Valdivia y conocido popularmente como ‘Tripa’, la participación de Claudio Barrientos en las Olimpiadas del 56′ fue la representación de la precariedad que debieron enfrentar los tres pugilistas chilenos. Y es que al no existir una federación específica que monitoreara la preparación de los deportistas nacionales en Australia, Barrientos sufrió las consecuencias de la mala planificación.

Claudio Barrientos
Archivo: Revista Estadio | www.boxeadores.cl

Aún cuando este boxeador valdiviano logró volver al país con la presea de bronce, tras conseguir brillantes victorias como contra los representantes de Brasil y Polonia, y luego de caer en semifinales contra un preparado pugilista surcoreano, es probable que para ‘Tripa’ este resultado le haya dejado un sabor dulce y agraz.

En una edición de la revista Estadio que desglosaba los mejores resultados del deporte chileno de aquel año 1956, Julio Martínez, quien pudo reportear desde Melbourne, detalló las distintas dificultades que tuvo Barrientos desde su llegada al continente oceánico. Desde la mala adaptación a las comidas locales, junto a su problema para conseguir el peso que requería la categoría gallo, hasta el ‘jet lag’, fueron duros escollos para este héroe nacional, que pese al debilitamiento de su cuerpo, logró sendas victorias en las primeras rondas.

Un análisis posterior de Martínez respecto de la participación de Claudio ‘Tripa’ Barrientos en los JJ.OO., remarcaba que la principal razón de por qué el boxeador nacional no logró una gesta aún mayor, fue la precariedad de la planificación de quienes estaban a cargo de él y la nula preparación desde que pisó la Villa Olímpica. Lo tenía todo para dominar el peso gallo ese año y aunque no llegó estar nunca en su 100%, estuvo cerca de conseguirlo.

Ramón Tapia, el minero con puños de plata

Siendo campeón nacional amateur de la categoría ligeros en 1953 y a nivel latinoamericano en un campeonato en Montevideo en 1955, además de finalista de los Panamericanos de 1954, Ramón Tapia Zapata se perfilaba en los días previos a los Juegos Olímpicos como el representante con más opciones de llegar lejos. Y a pesar de que así fue, con su medalla de plata, su participación en Australia no dejó de ser toda una proeza.

Ramón Tapia
Archivo: Revista Estadio | www.boxeadores.cl

Tapia dedicó toda su vida a la minería en la Oficina Salitrera Pedro de Valdivia, pero lo extenuante de su trabajo no le impidió practicar el deporte que más le apasionaba; el boxeo. Una especie de hobby para la época, pero que él mismo logró ver sus condiciones y además de esforzarse para sacar su máximo rendimiento en los distintos torneos amateur en Chile, se forjó como un pugilista fuerte y certero.

Una característica que usó ante sus adversarios en Melbourne, donde sin duda dejó una huella aquel 1956, logrando matricularse con dos KO en las primeras fases de la competición -ante el polaco Zbigniew Piorkowski en su debut y contra el checoslovaco Julius Torma en segunda ronda-. Unos puños de hierro que le sirvieron también para debilitar al representante francés y vencerlo por nocaut técnico en las semifinales.

Aquella excelente campaña no se empañó por ningún motivo tras la derrota por KO en la final ante uno de los favoritos, el soviético Gennadi Shatkov, quien de seguro no esperó enfrentar por la medalla de oro a un antofagastino que no se encontraba en los papeles de nadie, pero que logró superar la adversidad a punta de esfuerzo e imponerse ante los mejores boxeadores del mundo.

Ramón Tapia rozó el oro y a pesar de que voló alto tras su tres combates previos, la caída no fue para nada fuerte, ya que con su presea plateada, se ha mantenido hasta el día de hoy, como el resultado más épico de un pugilista chileno a lo largo de la historia del deporte nacional.

Aunque pasen los años y se modernicen cada vez más las distintas competiciones deportivas, la gesta olímpica de Melbourne 1956 será siempre digna de recordar; tres humildes boxeadores que aspiraron a ser los mejores del mundo y que rozaron ese sueño.