Llevaba tres temporadas retirado y un año lejos de la Selección nacional, pero en diciembre su nombre volvió a ser parte de una convocatoria para La Roja del balonmano. “No, no es un error”, reconoció entonces Marco Oneto.

El ‘Gigante Maravilla’, cuya carrera lo convierte en el jugador más destacado del handball de nuestro país, pareciera nunca agotarse.

Parece muy lejano cuando, en el 2000, un entonces joven Marco armó su maleta y partió a España para sumarse a la cantera del Barcelona.

En el Borges (filial de balonmano de los ‘blaugranas’) impresionó rápidamente por sus casi dos metros de altura y destacó en la posición de pívot, ganándose un puesto en el equipo. Pero fuera de la cancha, a Oneto le tocó cuesta arriba.

No cualquiera sale de su país tan joven y a un mundo totalmente diferente donde, además, Marco debía ingeniárselas para el día a día. “Llegué a un lugar donde robaba comida y robaba para vestirme porque no tenía plata. No me puedo quejar, pero me costó la vida”, reveló a AS hace un tiempo.

“Me costó estar 18 años lejos de mi familia. Me costó no conocer a mi familia. Me fui cuando mi hermana pequeña tenía 13 años. Durante 11 años no bajé en Navidad. El precio fue alto”, complementó el capitán de la Selección nacional.

Pero la aventura de Oneto en España no se centró solo en Barcelona. En 2001 saltó al Costa Blanca de Alicante y, luego de un año, fichó por el Cangas de Galicia.

Luego de tres temporadas en el cuadro ‘frigorífico’, pasó al Bidasoa de Irún, club con el que descendió en 2007. Pese a la mala campaña, el Naturhouse de Logroño se la jugó por Marco y siguió jugando en la división de honor española. Tras su extenso periplo, en 2009 volvió al Barcelona.

Años en la cúspide

El cambio de década trajo consigo los mejores años en la carrera de Marco Oneto. 12 títulos en el Barcelona en tres años, entre ellos una Champions League, sumado a destacadas actuaciones con La Roja, elevaron la figura del ‘Gigante Maravilla’ que ya superaba los dos metros.

En 2011 Chile clasificó al Mundial de Suecia, año en el que el pívot ya brillaba con el cuadro catalán, torneo que marcó un antes y un después para la Selección.

“Nos hemos sacado mierda y media por esto. Hubo una cantidad de sacrificios personales, económicos y físicos”, rememoró Oneto, quien vivió en esos años los más ajetreados de su carrera.

Pasó cinco años sin días libres, varios de ellos arriba de aviones. Acababa la temporada en Europa y sus vacaciones las ocupaba para jugar en América. Cuando terminaban los torneos de selecciones, era hora de volver al ‘viejo continente’.

Pero el sacrificio rendía frutos. Chile cada vez tomaba mayor protagonismo a nivel sudamericano y Oneto no dejaba de sumar títulos en Europa, pese a que abandonó el Barcelona para aventurarse en Hungría y Alemania.

Así, La Roja pasó de ocupar el último lugar en sus grupos a dar pelea a rivales importantes en las citas planetarias y se acostumbró a ocupar podios en torneos Sudamericanos, Panamericanos y Odesur.

Pero el desgaste se notaba y sus equipos se lo hacían saber. Más de un técnico o dirigente lo llamó para rogarle que no jugara por la Selección, pero Marco no podía decir que no.

“Recuerdo que renuncié a mi sueldo para poder ir a los Odesur 2014, porque era la única oportunidad que había tenido de jugar en Chile. Yo me fui el 2000, con 17 años. Tenía gente de mi familia, incluso mi hermano, que nunca me habían visto jugar un partido importante”, rememoró Oneto.

Viaje sin final

Pero la aventura de Marco, siempre entre Chile y Europa, no paró de sumar capítulos. El SC Magdeburgo y el TSV Minden alemanes, el Wisla Plock polaco y el Sporting de Lisboa se sumaron al extenso currículum del ‘Gigante Maravilla’.

Italia parecía ser el último destino de Oneto. Con 35 años, el ASD Albatro depositó su confianza en el pívot chileno aunque, el coqueteo con el retiro, ya parecía una realidad para el más destacado balonmanista de nuestro país.

2018 fue el año de colgar el calzado deportivo, pero los Panamericanos de Lima y el Mundial de Alemania-Dinamarca 2019 tentaron a Marco. Los mensajes del técnico Mateo Garralda y de sus compañeros bastaron para que el ‘Gigante Maravilla’ volviera a saltar a la cancha.

“Me da alegría y miedo ver que, después de tantos años, aún no haya alguien que pueda reemplazarnos en el corto plazo. Miro para atrás y no veo quién. El balonmano no ha sido bien desarrollado en el país. Yo no debería estar en la selección”, indicó en su momento Oneto, en diálogo con La Tercera.

Un tercer lugar en Lima y el cuarto lugar en el grupo del Mundial, con sendos triunfos sobre Austria y Arabia Saudita, hicieron del regreso de Marco algo de lo cual no arrepentirse.

Dos años después, la historia se repitió. El ‘Gigante’ se dedicaba a sus labores personales con la Fundación Marco Oneto y en las Promesas Chile en Valparaíso cuando su teléfono sonó y, otra vez, marcaba Mateo Garralda.

“Muchos me motivaron a volver, pero tenía dos razones principales: quiero terminar un proceso histórico con la real opción olímpica, que sería el culmine de 25 años de carrera en el balonmano. Y segundo, por mi hijo que hace unos meses atrás me empezó a preguntar y hablar del handball”, destacó Marco.

“Mi hijo mayor, por ejemplo, no recuerda haberme visto jugar. Él tiene tres años y medio y eso para mi siempre ha sido mi gran sueño. Es una deuda poder jugar frente a mi familia. Todos los títulos que tengo los gané solo, sin ningún familiar mirándome. Entonces, siempre tuve ese tema pendiente”, agregó el pívot.

El Preolímpico está pactado para marzo en Noruega y, tal como ha sido en las últimas dos décadas, Oneto dirá presente. Esta vez, el cupo a la cita de los cinco anillos, es más personal que nunca.