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El 28 de abril de 1993, el baloncesto mundial vivió un momento trágico cuando el jugador serbio Slobodan 'Boban' Janković, del Panionios, se lanzó contra el soporte del aro en un partido de la liga griega contra el Panathinaikos, resultando en una fractura de vértebras y parálisis. A pesar de quedar en silla de ruedas, Janković siguió siendo un ejemplo de valentía y amor al deporte, falleciendo en 2006 a los 42 años de edad.

El 28 de abril de 1993, el mundo del baloncesto se estremeció con un momento tan trágico como inolvidable. En un partido por las semifinales de la liga griega entre el Panionios y el Panathinaikos, un rugido de frustración se convirtió en silencio eterno cuando el alero serbio Slobodan ‘Boban’ Jankovic se lanzó contra el soporte del aro y cambió su destino para siempre.

Janković, nacido en Belgrado en 1963, era un talento respetado en Europa. Con 2.04 metros de estatura y una habilidad que combinaba potencia y técnica, se había forjado una sólida carrera en el Estrella Roja de Belgrado antes de emigrar a Grecia, país que adoptó como suyo durante la turbulenta década de los 90’. Para los aficionados del Panionios, Boban era más que un jugador: era el alma del equipo.

Aquella noche, en un partido tenso y cargado de emociones, Janković recibió una falta ofensiva que consideró injusta y que significaba su expulsión. En un arrebato de impotencia, golpeó con la cabeza el soporte metálico del poste del tablero. Fue un instante: cayó desplomado, su cuerpo inerte, sus piernas sin respuesta. El público, los jugadores, incluso el árbitro, quedaron paralizados ante lo que nadie imaginó sería el fin de su carrera… y el principio de una lucha por sobrevivir.

No siento las manos, no noto las piernas, me voy a morir“, le gritaba un desesperado ‘Boban’ a su técnico, Vlade Djurovic.

El diagnóstico fue brutal

El diagnóstico fue brutal: fractura de la tercera y cuarta vértebra cervical, parálisis total desde el cuello hacia abajo. Janković jamás volvió a caminar. Aquel gesto, nacido del amor competitivo al deporte, lo condenó a una silla de ruedas por el resto de su vida. Pero ‘Boban’ no se rindió. Convertido en símbolo de valentía, continuó asistiendo a los partidos de Panionios, esta vez desde el banquillo, animando a sus compañeros con la misma pasión con la que antes encestaba.

Durante más de una década vivió con dignidad, acompañado por su esposa, sus amigos, y un hijo pequeño que más tarde seguiría sus pasos en el deporte. Boban luchó contra infecciones, complicaciones médicas, y los altibajos emocionales de una vida interrumpida demasiado pronto. Falleció en 2006 a los 42 años debido a una insuficiencia cardíaca, pero su legado permaneció intacto.

La vida de Jankovic estuvo marcada por las frustraciones deportivas a nivel colectivo con su amado Estrella Roja, donde jugó seis finales y las perdió todas, y por la convulsión que atravesaba su país a partir de la desintegración de Yugoslavia que decantó en la Guerra de los Balcanes iniciada en abril de 1992 y extendida hasta diciembre de 1995 con un saldo de cerca de 100 mil muertos.

Y dejó su país para fichar en el Panionios de Grecia, donde finalmente triunfó. Allí recibió el apodo de ‘Bombardero’ luego de demostraciones asombrosas como una noche en la que anotó 41 puntos ante la Pallacanestro Virtus de Roma.

El Panionios se había vuelto uno de los equipos más temidos de Europa y el serbio era su gran estrella. Llegó entonces aquel día trágico en que todo terminó, a sus 30 años.

La exesposa de Boban, de quien se separó en 1997, rompió el silencio en 2013 para el The New York Times. La mujer se fue a vivir a Chipre con su hijo, Vladimir, después de divorciarse.

Es muy triste para todos nosotros. (…) La gente le mostraba amor, respeto. Hicieron mucho. No sólo Panionios; toda Grecia”, indicó.

Su hijo, Vladimir Jankovic, fue la única alegría durante aquellos duros años. Un hijo que intentaría continuar el legado de ‘Boban’ siendo jugador de baloncesto profesional que aún permanece en activo en el PAOK Salónica, a sus 35 años. En su carrera ha jugado además en el AEK Atenas, Panionios, Panathinaikos, Aris Thesalonika, Valencia Basket, Andorra, entre otros equipos.

Respecto al trágico accidente de su progenitor, que terminó en una paraplejia, Vladimir exculpó al árbitro Stelios Koukoulekidis. “No culpo a nadie, excepto a mi papá”, reveló al citado medio neoyorquino.

Consultado, además, si Slodoban se arrepintió, alguna vez, de tomar semejante decisión, señaló que “por supuesto. Se quedó con una pregunta sobre cómo sería su vida. Y me quedé con esta pregunta, y a todos los que nos rodean”.

Más que una tragedia deportiva

La historia de Boban Janković no es solo la de una caída, sino la de un hombre que, incluso en la adversidad más cruel, se mantuvo fiel al deporte que lo formó. Su trágico accidente cambió para siempre los protocolos de seguridad en las canchas europeas y fue un recordatorio amargo del precio que pueden pagar los atletas en el fragor de la competencia.

Luego de su tremendo accidente los soportes de los aros de las principales Ligas fueron acolchados. Fue una exigencia de la Federación Internacional. Para entonces, Boban Jankovic ya era una leyenda.

Hoy, el nombre de Boban sigue vivo. En las gradas del Panionios hay una silla vacía que nadie osa ocupar. No por superstición, sino por respeto. Porque a veces, los héroes no se miden por los puntos que anotan, sino por el corazón con el que enfrentan sus peores derrotas.