Razones políticas y estéticas para excluir los bordes
Karin Cuyul tiene clara consciencia de provenir y ser, por diversas razones, de los bordes. En Historia de mi nombre se centra, sin excluir otros factores, en su origen mapuche.
Desde esos bordes, ella mira, reflexiona, siente. No en una búsqueda condenatoria, sino en un esfuerzo, a ratos lúcido, por entender. Entender para mirar mejor, para entenderse mejor.
Un punto central en La vida que vendrá, como en Historia de mi nombre, es su fuerte posición de mezclar lo macro con lo micro, lo público con lo personal. Los hechos, la Historia, con las vivencias individuales.
Quitarle color a la vida
La directora, revisando videos en internet como en archivos del Instituto Mexicano de Cinematografía, la Universidad de Santiago (USACH) y la Cineteca Nacional de Chile, entre otros, llega a la siguiente pregunta: ¿por qué las imágenes que tenemos de la Unidad Popular (UP) son en blanco y negro si muchas de ellas fueron hechas y se conservan a color?
Karin Cuyul apunta a confinar la memoria de sueños populares a algo pasado, remoto. Cargado de derrotas, de falta de esperanza.
Ella apela a “cierta justicia histórica que me permitía ver las cosas de otra manera, acercarme a la Historia de otra manera”. A “encontrar en esas imágenes de la UP esos destellos de esperanza que recordaban mi papá y mi mamá. Y que esa memoria me había transmitido que estaba hecha de derrotas, estaba hecha de estos momentos. Una en el que el país soñó que podía ser diferente.”
“Esta sería una película con archivos amateurs”
En La vida que vendrá, Karin Cuyul usa solo material de archivo. Es el construir una historia, una reflexión a partir de lo que hay.
Pero va más allá. Por un lado, recurre a imágenes que muchos hemos visto, solo que ahora, en La vida que vendrá, están a color. Por otro, busca e incorpora material amateur. Busca filmaciones hechas por aficionados, desde las periferias en tanto mirada, forma de usar la cámara, como por los lugares y sujetos capturados.
Así como Cuyul hace dialogar lo oficial con lo personal, hechos y vivencias, también busca hacer algo acorde con las imágenes. El resultado es un relato visual más cotidiano, menos institucional, que se aleja del discurso visual establecido.
Lo anterior se puede sintetizar en dos frases de la directora:
“Alterar la historia en que nos impusieron la memoria”.
“La memoria nacional no puede estar completa sin los archivos amateurs”
En resumen, Karin Cuyul busca “el origen de esa pesadumbre heredada” para recuperar la esperanza, para resistir, cuestionando y alterando los discursos hegemónicos. Esos donde los márgenes, los bordes, están excluidos, salvo para embaucarlos en discursos patrioteros o para estigmatizarlos adjudicándoles -casi- todos los males, causas de -casi- todos los miedos.
“Rescatar la posibilidad de soñar, resistir y articular”
La vida que vendrá invita a reflexionar, a sentir, a conectar con la memoria colectiva y personal. A enfrentar el pesimismo, la resignación. A “dibujar un horizonte que se creía clausurado”.
Karin Cuyul no se basa en consignas, en posturas dogmáticas. Su acercamiento es desde las vivencias, desde la memoria personal y familiar, lo que pone la realidad como primera fuente de conocimiento y análisis. De ahí que, para ella, “el principal error es reducir la historia del país entre vencedores y vencidos”.
Y se impone que “esta no puede ser una película triste” que busca “rescatar la posibilidad de soñar, resistir y articular.”
La vida que vendrá es un gran ejercicio de reflexión, de conectar historia personal, familiar y nacional, hechos y vivencias. Todo ello enfocado en “ese espacio común que llamamos país”.
Después de Historia de mi nombre, Karin Cuyul profundiza y amplía la mirada con La vida que vendrá. Un documental que nos invita a mirarnos y dialogar.
La vida que vendrá
Dirección y guion: Karin Cuyul
Producción: Joséphine Schroeder (Chile)
Co-producción: Jerónimo Atehortúa (Colombia)
Producción ejecutiva: Joséphine Schroeder, Miguel Yilales, Jerónimo Atehortúa, Juan Sebastián Mora Baquero, María José Alarcón Ardila
Compañías productoras: Pequén Producciones (Chile), Invasión Cine (Colombia)
Sonido: Diana Martínez Muñoz
Montaje: Federico Atehortúa
Postproducción de sonido: Guateque Cine
Post de color: Darío Órdenes (Albatros Post-Chile)
Diseño sonoro: Diana Martínez Muñoz, José Delgadillo Gaviria
Año: 2025
País: Chile, Colombia
Duración: 92 min