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Italia soñaba con ver a Alessandro Nannini triunfando en la Fórmula 1 con Ferrari, pero un trágico accidente de helicóptero cortó su brazo derecho y acabó con ese destino. Nannini destacó en Minardi y Benetton, ganando un Gran Premio en 1989. A pesar de ser considerado para Ferrari en 1990, decidió quedarse en Benetton. Sin embargo, en octubre de ese año, el accidente puso fin a su carrera en la F1. Aunque intentó volver, nunca recuperó su nivel y dejó el deporte motor. Schumacher tomó su lugar en Benetton, y Ferrari nunca volvió a tener un campeón italiano. La historia de Nannini quedó marcada por el sueño truncado de todo un país.
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Toda Italia soñaba con ver a su compatriota Alessandro Nannini vestido de rojo. Lo imaginaban celebrando triunfos a bordo de un Ferrari y recuperando la gloria que la ‘Scudería’ había perdido en la década de 1980 en la Fórmula 1.
“Era el destino”, decían en el país europeo, donde anhelaban que un nacido en la Toscana volviese a brillar en la categoría reina del automovilismo desde que Alberto Ascari lo hiciera en 1953.
Pero el destino no siempre se cumple. A veces, quienes parecen designados a la gloria, encuentran obstáculos en su camino.
En el caso de Nannini, fue el aspa de un helicóptero el que cortó su brazo derecho y, de paso, el sueño de todo un país.
Nacido en 1959, Alessandro fue el tercer hijo de la familia Nannini. “Sandro”, como lo apodaban en casa, creció dedicando su juventud a arreglar su motocicleta con la que a corta edad debutó en el motocross.
Con 22 años, el italiano fue campeón de la Fórmula Fiat Abarth en su país y, de la mano de Minardi, disputó la Fórmula 2 europea.
Junto al entonces joven equipo italiano, “Sandro” terminó la temporada entre los 10 mejores entre 1982 y 1984 y, en 1986, dio el salto a la Fórmula 1 tras conseguir su superlicencia.
Los problemas técnicos del Minardi M185B, segundo monoplaza de la escudería en la F1, eran ampliamente conocidos. La inexperiencia de los de Faenza se transformó en un suplicio para Nannini y su compañero, el también italiano Andrea de Cesaris.
Minardi no sumó puntos en la temporada 1986. Tampoco en la del año siguiente. Los abandonos eran constantes y, en su primer paso por el ‘Gran Circo’, “Sandro” apenas cruzó la línea de meta en una oportunidad.
Pero según Car And Driver, algo que Alessandro forjó en sus dos primeras temporadas en la F1, pese al desastre que era el M185B, fue demostrar que estaba un paso por encima de sus compañeros.
En 1986, superó por mucho a De Cesaris y, en 1987, con el español Adrián Campos como compañero, volvió a ser el mejor del equipo. Por lo anterior, el teamBenetton apostó por el italiano para 1988.
El sueño italiano se manifiesta
Con el respaldo del equipo británico, fundado dos años antes pero que tomó el legado del Toleman, Alessandro Nannini no tardó en obtener buenos resultados en la F1.
Con el belga Thierry Boutsen como compañero, “Sandro” puntuó en su segunda carrera a bordo del B188 y terminó la temporada subiéndose a tres podios y en el décimo puesto del campeonato mundial.
En 1989, el italiano ganó su único Gran Premio. Aprovechando la descalificación de Ayrton Senna por chocar a Alain Prost en su estrecha lucha por el título en Japón, el primer lugar quedó en poder del promisorio piloto de Benetton.
La incredulidad en el rostro de “Sandro”, sumado a su inocencia con el alargado trofeo del Imperio del Sol Naciente en las manos, no hicieron más que cautivar a su país. “Es el destino”, manifestaron desde Italia.
Nannini acabó el año en el sexto lugar de la F1. Su determinación y desempeño al volante hablaban por él. Su apellido ya figuraba entre grandes nombres como Senna, Prost y Berger.
El sueño de Italia a punto de cumplirse
En Ferrari ya no podían hacer oídos sordos ante el nivel del italiano y, previo a la temporada 1990, el nombre del nacido en la Toscana se barajó como opción para la ‘Scudería’.
Los rojos de Maranello querían romper con el maleficio de no triunfar con un compatriota al volante. El último había sido Alberto Ascari en 1952 y 1953 y, lo hecho hasta entonces por “Sandro”, apuntaba a que él sería el próximo. El sueño italiano parecía destinado a cumplirse.
Pero para sorpresa de todos, la respuesta de Nannini fue un “no”. Alessandro decidió correr una temporada más bajo el respaldo de Benetton, que para 1990 también había fichado a Nelson Piquet, “el brasileño indomable”.
La lucha entre ambos estuvo muy pareja, con dos podios para el sudamericano y tres para el italiano, cuyo tercer puesto en el Gran Premio de España (30 de septiembre) fue su último registro en el ‘Gran Circo’.
El sueño italiano -y de Alessandro Nannini- llega a su fin
El 12 de octubre de 1990, cuando “Sandro” disfrutaba de unas vacaciones junto a su familia, la tragedia le puso fin al sueño italiano de ver a Alessandro con los colores de Ferrari.
En un viaje en helicóptero a la finca de los Nannini, uno de los patines de aterrizaje del aparato se enterró en el blando suelo de la Toscana y el piloto profesional de la aeronave perdió el control.
Los tres pasajeros salieron eyectados de la cabina, y una de las aspas cercenó el brazo derecho de “Sandro”. Un socorrista tomó la extremidad y la colocó en una hielera, mientras el padre de los Nannini le hizo un torniquete a su hijo menor para frenar la hemorragia y salvarle la vida.
De acuerdo a El Tiempo, tras una serie de complejas cirugías, los doctores pudieron reimplantarle el brazo a Alessandro y le dieron 65% de probabilidades de que recuperaría la movilidad. El pronóstico no se cumplió.
Nannini jamás volvió a disputar una carrera en la Fórmula 1. Los últimos dos Grandes Premios de la temporada 1990 los corrió, en el monoplaza B190 del italiano, el brasileño Roberto Moreno. Ferrari siguió buscando alternativas para su equipo.
Dos años después de su accidente, Alessandro se subió a un monoplaza de la ‘Scudería’ para una test privado. El toscano compitió en carreras de Turismo en su país y en Alemania, al mismo tiempo que un joven Michael Schumacher maravillaba al automovilismo a bordo del Benetton que “Sandro” dejó vacío.
En la F1, una máquina roja y un piloto italiano jamás han vuelto a coronarse en conjunto. El anhelo del país sigue siendo eso: un sueño.