Mariana estaba lista para entrar al río Pilmaiquén después de que le pasaran las ramas de maqui por todo su cuerpo. Eran cerca de las 9:20 de la mañana del 19 de agosto. Invierno en el sur de Chile. Adentro del río, con el agua hasta las rodillas, esperaba una pareja de argentinos. De fondo la fogata ardía y el sonido de la cascahuilla junto al kultrún retumbaba en el aire. Se entremezclaba con los hombres que golpeaban unas varillas de dos metros sin parar. La escena pintaba como lo que era: un ritual.
A duras penas Mariana entró al agua vestida con calzones y una polera. Físicamente le costó. Estaba ahí por los dolores de huesos que le dificultaban caminar. Pero lo hizo porque fue la orden que le dio Millaray Huichalaf, la machi de su comunidad. Nadie podía —ni se atrevían— contrariarla.
El plan original nunca fue adentrarse al río Pilmaiquén que esa mañana no superaba los siete grados. Ni siquiera sus padres que miraban desde un costado lo entendían del todo. Cuando decidieron someter a su hija Mariana a una ceremonia de sanación pactaron un baño de vapor con hierbas medicinales. Pero esa misma mañana Millaray cambió los planes. Dijo que a raíz de un sueño que tuvo esa noche, Mariana debía meterse al río.
Y lo hizo.
Y fue Millaray quien gritó ¡la niña se está yendo! cuando el agua le sobrepasó los hombros y la corriente arrastró su cuerpo de 15 años. Mariana ni siquiera alcanzó a gritar por ayuda. Su madre intentó salvarla y se lanzó tras ella. La siguió su vecino, Juan Maripán Paillán.
Mientras los tres eran arrastrados por el agua, Millaray exigió que terminaran el ritual. Vertió un líquido sobre el fuego y pidió a los pocos presentes que quedaron que ahumaran toda la ropa de la menor.
El cuerpo de Mariana apareció al segundo día. El de Juan, al sexto. A Millaray la quisieron interrogar en el aeropuerto y guardó silencio. Acusó persecución. Culpó a la hidroeléctrica Statkraft —instalada en la zona— de haber abierto las compuertas sin avisar. Lo cierto, es que eso nunca pasó. Y la distancia entre un punto y el otro, ni siquiera habría provocado una ola.
Los propios habitantes de la zona —pertenecientes a la comunidad huilliche— aseguran que cualquier lugareño conoce el río. Saben que por la mañana el caudal es más peligroso y que las “ceremonias de sanación” nunca se hacen ahí. Siempre en tierra. Pero ellos van más allá. Pese a que Millaray es respaldada por organizaciones no gubernamentales, en Río Bueno algunas comunidades no la reconocen como machi. Menos como autoridad ancestral. Denuncian que llegó con ritos satánicos, como sacarle el corazón a un caballo vivo, y también con una cultura de violencia extrema: la justicia la ha condenado por usurpación e incendio. Incluso, historiadores mapuches tildan su llegada como una nueva forma de colonialismo.
El sueño de la machi
La noche previa al ritual de sanación Millaray Huichalaf citó a Mariana y a la mujer de Juan Maripán para practicarles un lawen. En la cultura mapuche, esta práctica consiste en usar hierbas y recursos naturales para sanar dolencias. Ambas mujeres estaban enfermas. Mariana se aquejaba de dolores de huesos que le impedían sentarse y caminar bien. Había iniciado un tratamiento en el servicio de salud de Puyehue y de manera paralela, para ampliar sus opciones, buscó a Millaray, la autodenominada machi de la comunidad mapuche huilliche.
Esa noche estaban las dos familias y llegó una tercera: una pareja de argentinos junto a su hijo de tres años. Todos estaban ahí por la misma razón, asistir a un lawen. Una querella que se interpuso una semana después de la tragedia relata parte de esa madrugada. No menciona el lugar al que fueron citados por Millaray, pero sí que del seleccionado grupo, a solo una mujer le practicó el lawen. Del resto, no dio explicaciones. Sólo se fue a dormir.
Danitza, la hija de Juan Maripán, estuvo presente esa noche. Fue ella quien presentó la querella y quien esa madrugada se levantó a preparar el baño de vapor de Mariana. Estaba en eso cuando Millaray se le paró de frente. Le contó que había tenido un sueño con Mariana. Más bien, una señal: debía bañarla en el río antes de aplicarle el lawen.
Una familiar de Mariana corrobora esa versión. Millaray siempre les prometió a los padres una sanación en tierra. Una que por lo demás, tenía que pagarse. No fue hasta los minutos previos que entendieron que el plan había cambiado. La excusa para convencerlos fue que Mariana tenía “la enfermedad del machi”.
—Según ella (Millaray), no se iba a sanar. Los médicos nunca la iban a sanar porque Mariana estaba enferma porque iba a ser machi. Ese fue el argumento y los convenció —confiesa a BioBio Investiga—. Nosotros sabemos que Millaray se aprovechó de ellos. Ellos son muy vulnerables. Son personas muy sumisas.
—¿Y eso suele pasar en la cultura mapuche, que una machi sueña, cambia todo y deben obedecer?
—Eso yo creo que se le ocurre a ella no más. Se supone que ellos tienen conexión con los taitas. A lo más sueñan con ellos y trasmite las palabras de ellos, pero son consejos, sabiduría. No ponen en riesgo a las personas.
Millaray Huichalaf también les prohibió usar teléfonos esa noche y madrugada. Todos, a excepción de ella, estaban incomunicados.
Terminar el ritual
Llegaron cerca de las 9:20 al borde del río, al lado del cementerio de Carimallin. La querella detalla que antes de poner un pie en el agua ocurrieron cosas extrañas. Por ejemplo, Millaray fue quien preparó los platos mapuches. Algo poco frecuente porque es una tarea que delega. Tampoco permitió a Danitza recoger las plantas de la zona para preparar el lawen. La orden era traer una jarra de su cocina con hierbas desconocidas.
Antes de tocar el río obligó a todos a beber ese lawen.
La tragedia fue casi inmediata. La madre de Mariana fue la primera en lanzarse para salvarla y alcanzó a abrazarla, pero se le soltó al instante. Juan Maripán vino después. Se desprendió del peso extra, hasta de su cuchillo, y sin pensarlo fue al rescate de las dos. La corriente también alcanzó a la mujer argentina que logró salir por las suyas. Millaray, por su lado, estaba ensimismada en verter el resto del lawen al fuego. Al rato desapareció.
Según el documento, en esos momentos de desesperación la descubrieron conversando por teléfono. Ella respondió que estaba pidiendo ayuda. Testigos del hecho contrastan esta versión. Los equipos de emergencia tardaron casi tres horas en llegar. Nadie avisó antes.
—Nosotros decimos que ella trató de ocultar eso que ocurrió. Se perdieron tres horas valiosas donde se pudo haber hecho algo —lanza una testigo.
Millaray volvió a aparecer cuando la madre de Mariana logró salir del río. Estaba en la ambulancia, hipotérmica. Conversó un instante con ella y se fue.
La búsqueda de los cuerpos continuó durante todo el día. A la noche se reunieron en la ruka de Millaray para coordinar los planes futuros. Allí, apuntan, empezaron las primeras amenazas. Danitza en la querella lo relató así:
“Esa noche, algunos miembros del aylla rewe me presionaron para que no declarara ante las autoridades sin abogado. Recibí mensajes de una lawentuchefe llamada Estrella, solicitándome concurrir donde la machi Millaray Huichalaf para “ordenar declaraciones y estrategias”, actitud que considero hostil y poco empática ante el dolor y la tragedia”.
Amenazas y silencio
Aylla rewe en mapudungun son organizaciones que actúan en unidad. En el territorio Pilmaiquén se hacen llamar Aylla Rewe Ngen Mapu Kintuantü. Según su propia descripción, agrupa a comunidades mapuches huilliches.
Danitza, la misma que interpuso la querella por la muerte de su padre, grabó un video dos días después de la tragedia. En él se le ve leyendo un comunicado desde un celular y culpando a la hidroeléctrica Statkraft por haber abierto sus compuertas sin avisar. A ratos ni siquiera fue capaz de mirar a la cámara.
Cinco días después del video interpuso la demanda. En esta aclara que algunos miembros del aylla rewe la interceptaron en más de una ocasión. Tanto, que ni siquiera la dejaron buscar a su padre al tercer día. Le advirtieron que la “machi” Millaray estaba siendo “injustamente culpada” y por eso debía evitar declarar. En esta misma instancia esclareció que el video nunca lo quiso hacer.
“El tercer día resolví aclarar lo ocurrido con los miembros del aylla rewe, siendo increpada y presionada sistemáticamente para que no declarara. En tanto, se esgrimían argumentos políticos y se preparaban comunicados que no reflejaban mi versión ni el dolor de mi familia. Ante la insistencia y hostigamiento, finalmente presté declaración ante la PDI”, aclaró en su demanda.
Estas amenazas también salpicaron a la familia de Mariana. Miembros de este aylla rewe se presentaron cuando estaban apunto de enterrarla.
—Ellos anduvieron detrás de los papás para que no hablaran y no dijeran nada. Los presionaron mucho, pues de hecho se vinieron a meter acá al velorio de Mariana —expone una testigo.
Estas actitudes no son únicas. Son al menos 10 comunidades las que quieren que Millaray se vaya del territorio por amenazas constantes de su parte o de su grupo. Estas divisiones internas tampoco son recientes, de hecho, vienen desde hace más de una década. Para el exterior, Millaray Huichalaf es la máxima autoridad de la zona. Una defensora del agua. La mujer que pelea contra una hidroeléctrica. Pero internamente, a Millaray Huichalaf ni siquiera la reconocen como machi. Nadie sabe de dónde viene ni cómo de un día a otro se convirtió en autoridad ancestral.
Pasado desconocido
—Antes de que llegara Millaray Huichalaf ¿existía una machi en la zona?
—No, nunca. Sólo hueseros y médicos naturales. Ella llegó con una ideología e imponiendo una cultura que no es propia.
Millaray Virginia Huichalaf Pradines, hoy de 36 años, llegó por el 2011 al sector El Roble de Río Bueno, a la tierra de sus padres. Los que se acuerdan de ella la describen como una joven de pelo largo. Un metro sesenta. Un nombre y una cara que no le sonaba a nadie. Para entonces, ya no estudiaba. Su último registro es el de cuarto medio en 2006. Reprobado con un 3.1.
Cuando se presentó en la zona no venía sola. Su entonces pareja, amigos y un grupo de argentinos la acompañaban. Las comunidades huilliches la aceptaron. Pensaban que venía a enseñar sobre rogativas mapuches.
—Ella llegó observando a las comunidades, como interiorizándose, analizando a las personas, directamente a los dirigentes que pudieran ser adherentes a su grupo. Fue formando un grupo, aliados —menciona un presidente de una de las comunidades.
Su mensaje siempre fue claro: recuperar el territorio y evitar que la empresa noruega Statkraft operara en la zona. Principalmente la central hidroeléctrica Rucatayo ubicada en la cuenca del río Pilmaiquén. Ella misma, cuando le tocó declarar en un juicio anterior como imputada, dijo que asumió por su cuenta la vocería política del movimiento en defensa de este río.
Pero la adherencia de varios culminó antes de que empezara. La mayoría se alejó de Millaray apenas hizo uno de sus primeros rituales. Fue una escena de terror: le sacaron el corazón a un caballo cuando estaba vivo. Un testigo de ese momento dice que después quemaron el cuerpo y se bebieron la sangre. Fue un sacrificio animal con el potrillo gimiendo a las cuatro de la madrugada. Justificaron el acto asegurando que era una tradición. Pero es mentira. La mayor preocupación de las comunidades huilliches es que el animal no sufra. Y algo así, nunca había ocurrido en la zona.
Hay otro hecho que les preocupa a quienes viven cerca de ella. Regularmente, cuando se reúne con su grupo —casi siempre de madrugada— se escuchan disparos. Y en algunas ocasiones, gritos.
Escuche uno de esos momentos aquí:
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Ideologías distintas
Una de las principales razones del porqué se rehúsan a llamarla machi recae en que su cosmovisión es distinta a la del pueblo huilliche, la que han intentado preservar durante siglos.
—Ella fue investida en La Araucanía. Por esos lados fue convertida en machi, pero por una persona de origen mapuche, no del pueblo huilliche.
En otras palabras, recriminan que Millaray llegó con otras creencias, tradiciones y una identidad que no los representa. Por el contrario, se sienten pasados a llevar. Si no están a favor de ella, no pueden asistir a ninguna ceremonia. Ni siquiera les dirige la palabra. Aseguran que ellos siempre habían sido comunidades lepuneras que vivían del diálogo y en comunidad. Ahora, afirman, todo es violencia, ataques y engaños. Como lo que pasó con Mariana.
—Las comunidades lepuneras nunca hacen ese tipo de ceremonia en el río. Nunca se pone en riesgo a las personas por hacer algo simbólico, por hacer publicidad en redes sociales. Porque ella todo lo que hace en el río lo avala por su lucha, que es defensora del río. Pero no significa que ella va a sacrificar almas, y justamente por una torpeza e inmadurez de una “machi”. La verdadera machi dice no, que no puede exponer una vida.
Los requisitos para ser machi parten por el reconocimiento de las propias comunidades. También por autoridades centrales, como los loncos. Osvaldo Pradines, lonco de Carimallín y Maihue, nunca la ha reconocido. Pero además, las machis predominan por tener sabiduría.
—Ella como machi debió haberlo previsto. Por eso decimos que esto lo planeó, que estaba premeditado.
Sin aumento de caudal
El 20 de agosto, un día después de la tragedia, Millaray tenía programado un vuelo de Osorno a Santiago. Los destinos finales eran México y Suiza. El viaje tenía como fin reunirse con abogados y otras autoridades extranjeras para llegar a una mediación internacional con la empresa Statkraft en Ginebra.
En el aeropuerto, la Policía de Investigaciones y el fiscal Sergio Fuentes la interceptaron para interrogarla en calidad de imputada. Pese a que le plantearon sus derechos y la muerte de Mariana había ocurrido menos de 24 horas atrás, justificó que por “la premura del viaje no entendía de qué se trataba el asunto y decidió ejercer su derecho a guardar silencio”.
Una semana después de ese momento, la propia Millaray interpuso una querella quejándose del trato que le dieron los funcionarios antes de embarcar.
En ese mismo documento, y en un video de redes sociales que subió ella misma, se exculpó de toda responsabilidad. Para ella, y para quienes la defienden, la culpa fue de la hidroeléctrica del sector que aumentó el caudal esa mañana sin avisar. Plantea que se le incrimina una “criminalización, estigmatización y hostigamiento”. A raíz de eso decidió restarse de la mediación en Ginebra, pese a que el vuelo ya lo había tomado.
Para que la central hidroeléctrica abra sus compuertas debe existir una coordinación previa. Se avisa al municipio y a la comunidad. Sólo ocurre cuando el caudal supera la capacidad de generación o cuando el embalse supera el nivel máximo. Eso se da una o dos veces al año. El 19 de agosto no ocurrió. Ese tipo de movimiento no sólo está regulado por la Dirección General de Aguas (DGA), también son datos declarados en tiempo real y con acceso público.
—La central Rucatayo cuenta con un sistema de Supervisión, Control y Adquisición de Datos (SCADA) que monitorea de forma permanente la gestión de la planta, en el que consta que no hubo apertura de compuertas ese día. El mismo sistema registra los caudales y sus variaciones, el que se mantuvo en parámetros habituales durante toda la jornada del 19 de agosto— expone Statkraft a BBCL Investiga.
El monitoreo de ese día indica que esa mañana el río tampoco tuvo una variación en su caudal. Es más. Durante esa jornada el caudal fue más bajo de lo normal porque se vive un año seco. Por lo demás, la distancia desde un punto a otro es de 18,2 kilómetros.
Millaray Huichalaf es respaldada por distintas organizaciones, como el Comité Noruego de Solidaridad con América Latina (LAG). También por el Observatorio Ciudadano. En su disputa contra Statkraft también se le ha visto en fotos con autoridades.
Expulsados de su territorio
En 2014 la empresa Statkraft adquirió un lugar sagrado para las comunidades: el espacio ceremonial del Señor Kintuante. En 2018 se lo devolvieron a las comunidades huilliches tras un acuerdo por reconocer prácticas ancestrales. No obstante, a la fecha, la Corporación Nacional para el Desarrollo Indígena (CONADI) todavía no resuelve a qué comunidad entregárselo. Y mientras eso se resolvía, un grupo lo ocupó ilegalmente.
Ese espacio era primordial y vital para las comunidades huilliches. Allí realizaban sus ceremonias, incluida la de sanación. La morada del señor Kintuante tenía un árbol de laurel que para ellos es su planta sagrada. Tras la usurpación se lo talaron. Hoy, ni siquiera pueden entrar. Si se acercan los amenazan y en algunos casos, con armas.
A través de un comunicado que enviaron estas 10 comunidades expusieron que fue Millaray y su grupo aylla rewe quienes lo usurparon.
“Estas personas no solo son afuerinas, sino que jamás han pertenecido a nuestras agrupaciones lepuneras ni han tenido participación en nuestras ceremonias religiosas relacionadas con el Señor Kintuante, las que vienen realizándose desde hace siglos”, detallaron.
En la misma carta explayan su malestar contra Millaray, quien ha ejercido diversas acciones legales para desplazarlos, borrarlos del territorio y eliminar su cultura.
“Han desconocido intencionalmente nuestras agrupaciones lepuneras de Maihue, El Roble o Mantilhue, y han implantado ideas y prácticas que nada tienen que ver con nuestra espiritualidad y cultura. Se han empeñado en desconocer a nuestras propias autoridades, líderes y lideresas. Han desconocido nuestras tradiciones y derechos ancestrales, suplantándose como voceros del territorio, mediante una campaña sistemática de falsedades y engaños”.
Eugenio Alcamán, historiador y antropólogo, describió a través de una columna de opinión que lo que hace Millaray es una actual forma de colonialismo. Una de colonizar una cultura mediante la imposición, la suplantación y la descalificación de los desplazados.
Lea su comunicado acá
Causas previas
Entre 2010 y 2013 existieron distintas tomas en el sector. Eran comunidades indígenas que levantaban carpas hasta que Carabineros los desalojaba. Se presumía que la líder del movimiento era Millaray Huichalaf. No fue hasta que una testigo la identificó, que la película se aclaró. La mujer contó que Millaray, desconocida para entonces, se hacía pasar por mormona o testigo de Jehová, asegurando que era afuerina y estaba perdida en el sector. Pedía ayuda, revisaba la zona, y se iba. A la semana aparecía un grupo a usurpar el terreno.
Pasó en 2013 con la quema del fundo Pisu Pisué. Tres sujetos armados —entre ellos Jones Huala— entraron a la casa, ataron a los moradores y luego quemaron todo. En la casa de Millaray no sólo encontraron a estos tres sujetos, también los objetos que se usaron para el incendio. Aquí una testigo la identificó como la mujer que se hizo pasar por mormona para preguntarle detalles del sector.
En este caso, M.G.P., un cabo de Ejército del Regimiento Maturana de La Unión reveló que tuvo una relación con Millaray. Fue fugaz, pero en más de una ocasión Millaray le pidió municiones, escopetas, pistolas y hasta un fusil. Dijo que era para espantar a las aves del campo. Le alcanzó a pasar 30 tiros de fusil a fogueo.
Millaray fue condenada a 71 días de presidio menor como encubridora. En ese entonces, el tribunal acreditó que era una líder espiritual.
En 2012 hubo otra usurpación y quema de vivienda. Millaray también fue detenida en ese entonces.
Hoy, fuentes conocedoras de la indagatoria aseguran que el caso Millaray está siendo investigado. Un informe antropológico determinará su investidura. Si es declarada una autoridad ancestral, estará amparada por tratados internacionales.
Hasta el cierre de esta edición se intentó contactar a Millaray Huichalaf, sin resultados. No ha vuelto a ser vista en el sector.