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Nelson Ávila a fondo: "La cocina siempre va a existir, pero las recetas han cambiado"

Sábado 24 junio de 2023 | 06:03

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Twitter | Nelson Ávila

En conversación con BioBioChile, Nelson Ávila reivindica la cocina y admite que el Crédito con Aval del Estado fue el peor acuerdo de la era concertacionista: "Fue un engendro entre una política socialista y una institucionalidad privada neoliberal que no tiene forma posible de ser conciliada", asegura. También reconoce que se retiró a tiempo de la política. Como futbolero empedernido, le gustaría que algunos hicieran como él en la Selección Chilena y en la U, el club de sus amores.

Nelson Ávila no necesita presentación. Ya cumplió 80 años. Y al igual que muchos en las últimas horas, está preocupado por el temporal.

“Estoy en El Quisco y ha llovido bastante acá”, admite de entrada. Alcanzó a viajar.

Desde su particular mirada, el “Cenador” -como se hace llamar en Twitter- analiza el pasado, los 50 años del golpe de Estado y la nueva generación al mando en La Moneda.

De paso, rompe con un mito: asegura que nunca fue consumidor habitual de marihuana.

Boric y la falta de experiencia: “En muchos aspectos, todos lo hemos sufrido”

—Como dice la canción de José Luis Perales ¿A qué dedica el tiempo libre?

Mira, yo terminé no hace mucho de escribir un libro que se tituló “Caupolicanazo”. La historia del Teatro Caupolicán desde el punto de vista político. Ese ha sido un escenario privilegiado para conocer el pensamiento de los grandes liderazgos que ha tenido el país desde el año 38 en adelante.

—¿Y a quiénes destaca entre los grandes liderazgos?

Bueno, desfilan por ahí, Pedro Aguirre Cerda, González Videla y todos los que destacaron en las diferentes agrupaciones políticas y que atraían particularmente por la calidad de sus liderazgos, de sus discursos. Por supuesto quedaron como sepultados en el tiempo, siendo muchas de ellas piezas oratorias de extraordinaria valía y que había que darse a la tarea de recuperarlos, porque quedan disponibles para el conocimiento de las nuevas generaciones y era bien lamentable que se extraviaran en el tiempo.

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La cocina siempre va a existir, porque es indispensable muchas veces ir preparando fórmulas a fuego lento, que requieren criterios de adaptación, que requieren consenso, que son bastante difíciles de conseguir. Las recetas han cambiado y, por lo tanto, se requiere el concurso de diversas visiones de sociedad que van a tener que ir confluyendo necesariamente en un camino que nos sea común.
- Nelson Ávila

—¿De las figuras actuales, a quién rescata como gran liderazgo?

Bueno, están todos los que jugaron un rol en la recuperación de la democracia. El discurso de Eduardo Frei en el Teatro Caupolicán, que marcó todo un hito.

—El del Presidente Boric ¿Le parece un buen liderazgo?

El Presidente Boric representa un tipo de liderazgo distinto desde todo punto de vista. Nunca habíamos tenido en Chile la experiencia de un dirigente que, desde las aulas universitarias y la lucha callejera, brinca a instalarse en la cúspide del aparato del Estado. Eso implica falta de experiencia, por supuesto, en el manejo de una burocracia que tiene sus propios códigos y que, al ignorarlos, va a generar problemas bastante serios para quien acometa el desafío. Así efectivamente ha ocurrido y en muchos aspectos todos lo hemos sufrido también.

“Hemos pasado de un exceso de pachorra de una generación, a la ausencia de experiencia”

—Siendo usted uno de los rostros de la época de la Concertación ¿Cuál es su balance de lo que ha hecho hasta ahora esta nueva generación en el gobierno?

Aquí se da la circunstancia que, desde el punto de vista del manejo del aparato del Estado, hemos pasado desde un exceso de pachorra por parte de una generación, a la ausencia por completo de experiencia para desenvolverse en la burocracia. Eso ha entrañado problemas de toda índole, porque al funcionario público común le ha costado digerir unos liderazgos que llegan con desconocimiento total de sus códigos fundamentales.

Entonces la gente pasa de la sospecha de estar frente a personas que no van a saber desenvolverse de manera adecuada, hasta aquellos que pudieran traer prácticas ajenas a la burocracia y que, por el hecho de no ser conocidas, generan tanto daño o más como aquellos que la manejan en exceso. Había un desconcierto, pienso yo, muy grande, de parte del funcionariado público en relación a esta nueva hornada que llega a hacerse del poder.

—Esta nueva generación, por ejemplo, empezó diciendo que ellos tenían más estatura moral para gobernar.

Venían con todos los ímpetus de una dirigencia joven que soñó con un Estado ágil, que acometiera todos los problemas de nuestra sociedad de una manera que estuviese estrictamente apegada a criterios éticos fundamentales. Pero al llegar a la práctica misma, en el ejercicio del poder, se dieron cuenta que hay complejidades muy grandes que no supieron abordar de manera adecuada. Y muchos se dejaron absorber por las prácticas tradicionales. O bien otros intentaron implementar criterios distintos que en realidad no cuajaban adecuadamente.

—¿Se aplica en este caso el dicho “otra cosa es con guitarra”?

Aquí plenamente adquiere ese dicho popular una realidad nítida, que no es posible soslayar. En realidad, todos los que en un momento determinado decidieron acometer con ilusión transformaciones del aparato público, se percataron que hay tradiciones, que hay códigos, que hay formas de abordar las cosas, que no es posible modificar de la noche a la mañana. Y entonces ahí nos surgen las denominadas curvas de aprendizaje, que parten desde el vértice mismo de la pirámide hasta su base. Entonces, si hubiese que representar gráficamente al gobierno, veríamos un campo ondulado, lleno de curvas de aprendizaje. Y eso naturalmente retarda el funcionamiento adecuado de la burocracia. Genera inconvenientes, muchas veces rechazos y otras franca incomprensión para lo que pretenden hacer las nuevas autoridades.

“A veces pienso que se torna casi imposible impedir que las diferencias sociales lastren las posibilidades de desarrollo”

—Usted fue, en su tiempo, intendente de Salvador Allende. ¿Qué reflexión hace en torno a los 50 años del golpe?

La verdad, uno no deja de sorprenderse de cómo el país en 50 años ha pasado de una dictadura feroz, que atropelló por completo la historia, los derechos humanos, y luego emergió a una aurora democrática, que ha sido imposible deslastrarla por completo de lo que fue la dictadura misma con sus prácticas. Y en este momento estamos todavía intentando abrirnos un camino que nos saque de los graves problemas creados por desigualdades sociales que no han sido superadas.

—¿Y tiene esperanza de que se puedan superar esas diferencias?

A veces pienso que se torna casi imposible conseguir ese sueño que todos abrigamos de impedir que las diferencias sociales lastren por completo las posibilidades de desarrollo del país. Se ha enseñoreado una cultura que emana precisamente de estas graves diferencias que afectan a la sociedad chilena y que la hacen completamente imposible de conseguir una sociedad más homogénea… por las prácticas que cada grupo social ha hecho suyas en virtud de su propia historia. Entonces no nos reencontramos en un proyecto común. Eso hace que sea extremadamente complejo alcanzar metas comunes de desarrollo, porque no hay un compromiso que nos toque a todos con la misma intensidad.

—¿Qué opina de que Boric haya llamado a revisar el periodo de la Unidad Popular?

Yo me imagino que lo que envuelve eso es tratar de analizarlo con una mayor perspectiva en el tiempo y tratar en lo posible de deshacernos de estos criterios con que muchas veces nos manejamos, que hacen tener una mirada sesgada de lo que hemos hecho y de la proyección que esto puede tener hacia el futuro.

Creo que está en este instante el Presidente Boric ansioso de generar ciertos consensos básicos en la sociedad, que ve complicados de poder lograr debido a que no hemos podido superar miradas tan distintas del pasado reciente. Tal vez conciliando ciertos criterios, cierta revalorización de los valores democráticos, que -en el fondo casi todos compartimos- podamos armar un proyecto común más viable.

—¿Se parece este gobierno en algo al de Allende?

No, porque las realidades que afrontamos en este momento son muy muy difíciles de poder equiparar con aquellas que tuvo ante sí Salvador Allende. Desde luego, en este momento, nosotros necesitamos no profundizar el enfrentamiento, sino que intentar armar un proyecto que cuente con la mayor base de sustentación posible.

Y el último desafío que tenemos al frente es el de la nueva Constitución. Acá estamos obligados a conciliar criterios básicos y, por ningún motivo, permitir que se vaya a producir nuevamente un rechazo a la propuesta que surja, porque ya quedaríamos en una condición lamentable para abordar un futuro que nos espera, para concretar un proyecto que todavía está pendiente.

—Usted va por el Apruebo entonces…

Sí, yo confío en que se apruebe el texto que surja y ojalá este último esté dominado por criterios básicos que terminemos por fin de compartir ampliamente.

—¿No le da algo de temor que este Consejo Constitucional está dominado por la derecha dura?

Por supuesto que esto genera un grave inconveniente y que está atravesado por una realidad muy compleja que estamos viviendo. Las derechas en el mundo están fortaleciéndose debido a que en muchas partes se está viviendo el fenómeno de la inmigración y la respuesta que el ciudadano común empieza a tener es que hay que emplear la fuerza para impedir todo lo relacionado con la delincuencia, muchas veces asociada a estos flujos migratorios, termine por ahogar a la sociedad en su conjunto. Entonces la respuesta que más reclama el ciudadano medio es la de la fuerza y la violencia por parte del Estado. Y ahí es donde se produce una diferencia de criterio muy importante, que es difícil de conciliar en estos momentos.

CAE: “Un engendro entre una política socialista y una institucionalidad neoliberal”

—Usted habla de la importancia de llegar a acuerdos. Pero una de las mayores críticas a la Concertación era que “cocinaron” muchos acuerdos ¿Le falta cocina a este gobierno?

La cocina siempre va a existir, porque es indispensable muchas veces ir preparando fórmulas a fuego lento, que requieren criterios de adaptación, que requieren consenso, que son bastante difíciles de conseguir. Las recetas han cambiado y, por lo tanto, se requiere el concurso de diversas visiones de sociedad que van a tener que ir confluyendo necesariamente en un camino que nos sea común. Porque, de lo contrario, vamos a dejarnos envolver en una pugna sin término que nos va a demandar problemas muy muy serios y difíciles de afrontar.

—El CAE es una de las políticas públicas más criticadas de la era concertacionista. Incluso Lagos dijo hace poco que los “jóvenes fueron engañados prácticamente”. Viéndolo con la perspectiva del tiempo ¿Cree que fue así?

Esa es una de las decisiones políticas más controvertidas que hemos tenido y que todavía nos sigue penando, porque fue una solución desesperada que surgió como consecuencia de la presión social que, en un momento determinado, surgió con mucha fuerza. Entonces prácticamente obligó al gobierno de la época a concebir un engendro entre una política socialista y una institucionalidad privada neoliberal que no tiene forma posible de ser conciliada.

En el tiempo, necesariamente tenía que ir generando gravísimos problemas, porque la banca no entiende de sensibilidad social, sino que tan solo lo que le interesa son los rendimientos económicos y la implacable marcha de un sistema financiero que tampoco perdona. Entonces, eso se ha transformado en algo totalmente insoluble. No hay manera posible de abordar desde el punto de vista económico un problema tan gigantesco y que no deje traumas graves.

Nelson Ávila y la marihuana: “La gente creía que era un consumidor habitual, pero eso formaba parte del chiste”

—Uno de los hitos que marcó su carrera política fue su apoyo a legalizar la cannabis ¿Cómo se lo tomaron sus colegas en esa época?

En ese momento fui objeto de toda clase de impugnaciones y muchas de ellas con una odiosidad que -la verdad- recuerdo con tristeza. Nunca se entendió de manera apropiada cuál era el verdadero sentido de esa propuesta. Las mafias del narcotráfico estaban muy a gusto con un Estado que les entregaba el monopolio del manejo de las diversas sustancias y, por lo tanto, quitarles lo que era el señuelo que tenían para atraer hacia el consumo de drogas duras, era un golpe muy duro que por supuesto les perjudicaba el negocio.

Entonces, cuando se quiso establecer una política de represión todavía mayor, en general, las mafias sentían que eso estaba en la dirección correcta para favorecer sus intereses, pero el resto de la gente entendía que era la política más apropiada a aplicar y ahí entrábamos en una contradicción que todavía no hemos podido superar.

—Por el contrario, hoy hay varios parlamentarios que abiertamente admiten su consumo.

Claro, ha cambiado mucho la soltura con que algunas personas lo admiten, porque ya no hay forma posible de ocultar una realidad. Ahora, el punto está en que con la situación que vivimos en la actualidad es difícil avanzar, debido a que el problema de la droga se ha sofisticado enormemente. Han entrado a tallar otras sustancias ya de laboratorio, que se han apropiado del manejo de estas situaciones y todo esto se hace ya de un manejo de extraordinaria complejidad.

—¿Fumaba marihuana regularmente mientras fue parlamentario o solamente impulsaba la legalización?

(Ríe). El hecho de haber adoptado esa actitud que yo exhibí, hacía suponer a la gente que era un consumidor habitual, pero eso formaba parte del chiste respecto del tema. Lo que en el fondo había que leer era el intento de sacar del mundo de los prejuicios unas conductas que estaban ya bastante asentadas en la sociedad, que era un absurdo ignorarla y que, por lo tanto, darle una cabida desde el punto de vista de la ley era un paso apropiado que iba en la dirección correcta y no una simple permisividad.

—Usted no andaba fumando marihuana a cada rato, entonces, como muchos podían haber creído.

Claro, así es la cosa.

—¿Y en ese tiempo sabía de colegas que sí fumaban marihuana?

La verdad es que mucha gente que probablemente en el ámbito privado consumía marihuana u otras sustancias, lo tenía particularmente en reserva por la condena pública que eso suponía. Pero no cabe duda que, como en todas las épocas, la gente en su intimidad probablemente tenía algunos hábitos que jamás daba a conocer.

—Menos aún con otras drogas más duras.

Exactamente, claro.

—¿Y había algún hipócrita en ese tiempo que lo criticara y que, al mismo tiempo, consumiera en secreto?

Hipócritas, como en todas las épocas, por supuesto que los había. Uno sentía que tenían un discurso para la tribuna y otro muy distinto en su fuero íntimo, pero se cuidaban mucho de no dar señales de ninguna especie que pudieran delatar conductas que intentaban por todos los medios mantener en la más absoluta intimidad.

—Y además de quitarle el dominio a los traficantes ¿era también parte de su objetivo que con el tiempo el consumo fuera visto con la normalidad que se ve ahora?

La idea era desprejuiciar acerca del consumo de las diferentes sustancias. De las formas de comer. Yo sí, siempre he sentido que fue inútil por completo establecer criterios prohibicionistas, porque, por las más diversas fórmulas, la gente que desea consumir va a lograr obtener la sustancia de que se trate. Pagando más, buscando mecanismos que sean eficaces, etcétera. Todo eso envuelve un germen de corrupción que es indispensable evitar que surja.

Si fuese libre la posibilidad de acceder a las más diversas sustancias, van a ir tras ellas solamente las personas que sientan necesidad de hacerlo. Y las demás, con una información apropiada acerca de los daños que puede producir el consumo de estupefacientes, van a intentar -por todos los medios- alejarse de ese tipo de prácticas. Y así se da de manera natural el comportamiento de la gente. Quedarán consumiendo solamente aquellos que siempre lo harán en cualquier circunstancia, con la diferencia que no van a necesitar prácticas corruptas para conseguirlo.

“Creo que me retiré a tiempo”

—Usted aún es militante del Partido Radical ¿verdad?

Como diría un masón, estoy en sueño. No tengo práctica alguna en este instante de tipo partidario y estoy asomado a la realidad desde la tribuna que me otorga Twitter y en general las redes sociales. Desde allí opino con plena libertad acerca de lo que está ocurriendo, pero no hago vida partidaria.

—¿En qué momento decidió retirarse de la política?

Decidí retirarme de la política cuando entendí que era preciso abrir paso a las nuevas generaciones, que la gente parecía interesada en darle la oportunidad a liderazgos que venían surgiendo de los movimientos estudiantiles, pensando que había que refrescar el mundo político, traerle nuevos aires, sin pensar que muchas veces llegan aires nuevos, pero huracanados que con exceso de ímpetu pueden desarticular cosas que había que corregir, pero no que destruir ni deshacer por completo. Eso podría generar problemas tal vez mayores de aquellos que se pretendía resolver. En fin, creo que el juicio que esta experiencia traerá consigo, hay que darle tiempo porque está todavía en pleno desarrollo. Ojalá que las curvas de aprendizaje se acorten y logren encontrar un rumbo definido por donde encauzar toda su actividad.

—Pero ciertamente le preocupa que, en vez de avanzar, terminemos retrocediendo.

Está esa inquietud, esa preocupación. Pero yo confío en que el Presidente Boric, al que le reconozco la capacidad de reaccionar adecuadamente frente a las experiencias que está viviendo, consiga un rumbo apropiado y tenga la fortaleza para conducir su movimiento político tras sus pasos.

—¿Usted considera que se que se retiró a tiempo?

Yo creo que me retiré a tiempo, sí.

—Hay otros que no supieron retirarse a tiempo, colegas suyos querían ser consejeros y no les fue muy bien en la última elección…

Hay que tener la inteligencia para hacer una lectura apropiada de cada coyuntura, de cada circunstancia. Cuando uno se da cuenta de que ya los tiempos traen consigo la necesidad de nuevos actores, hay que dar un paso al costado y apoyar desde su posición todo lo que sea conveniente, y al mismo tiempo con la libertad y la posibilidad que dan las redes sociales, hacer valer los criterios que sea útil exhibir en un momento determinado.

“La generación dorada ya empieza a hacer un daño tremendo al fútbol”

—En su Twitter acostumbra a hablar harto de fútbol.

Soy un futbolero.

—Es de la U.

De la U, pero no me hacen sino sufrir esta gente que ha tomado la conducción de la U en el último tiempo.

—¿Ahí hay algunos que también deberían retirarse?

Sin duda. Lo que pasa es que esta gente viene con criterios empresariales a dirigir un club que requiere ser fiel a su historia y caminar conforme a lo que vaya surgiendo desde sus divisiones inferiores, que han sido completamente descuidadas, por hacer prevalecer criterios de empresarios más que de dirigentes genuinos del fútbol.

—Eso ocurre incluso más allá de la U.

Exactamente, está afectando de manera severa al fútbol chileno, porque en este minuto nos tiene lamiendo los últimos restos de la llamada generación dorada, la cual en este minuto empieza ya a hacer un daño tremendo al fútbol en su conjunto, porque nos tiene anclados nostálgicamente a un pasado, que ya ha sido por completo superado, y que no nos ha permitido una renovación apropiada. No surgen nuevos valores y nos hará vivir unas eliminatorias que vienen llenas de sufrimiento sin que vayamos en modo alguno a poder conseguir el objetivo de clasificar al mundial.

—¿A quién le gustaría ver retirado en el fútbol a usted?

A todos los que ya dieron lo que tenían que dar y deben abrir paso a nuevas generaciones. No importa que no nos vaya bien en estas eliminatorias que vienen, pero al menos intentar una renovación genuina, porque nos alimentaría de la ilusión de estar formando algo hacia el futuro y no estrujando una generación que ya no da más.

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