Foto Familiar

Hermana de víctima del Hércules C130, tras reconocer pertenencias: "Los culpables deben ir presos"

01 abril 2022 | 06:00

Han pasado más de dos años desde que el avión Hércules C 130 de la FACH se perdió cuando iba rumbo a la Antártica con 38 pasajeros a bordo. Uno de ellos era Jacob Pizarro, civil que viajaba a hacer reparaciones. Carolina Pizarro, su hermana, busca justicia: anuncia el proyecto “Ley Jacob: Civiles a Bordo”, que tiene como objetivo igualar los derechos para personas que no son militares y embarcan en vuelos castrenses. Además, cuenta cómo ha sido criar a Williams, su sobrino que adoptó tras la tragedia: “Con el amor, todo lo va a superar. Y que lo que vivió mi hermano, él no lo va a vivir”.

Cuando Carolina Pizarro (42) vio las fotografías en esa pantalla de computador, supo que las pertenencias que le mostraban eran conocidas. Eran prendas que ella, dice segura, estaba usando su hermano Jacob Pizarro (38 entonces) ese fatídico 9 de diciembre de 2019, cuando el avión Hércules C-130 en el que volaban 38 personas cayó a las gélidas aguas al sur del Cabo de Hornos, cortando un recorrido que tenía destino a la Antártica.

Es la primera vez que la citan desde Fiscalía para reconocer artículos que han podido rescatar desde el fondo del mar. Han sido meses de espera, de tristeza y de búsqueda de justicia, así como también de recomposición y de sanación.

Esperando justicia

Carolina entrega esta entrevista en exclusiva a la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío mientras espera un bus en el terminal Alameda Sur. Vino a la capital especialmente para reconocer objetos que podrían ser de su hermano en oficinas del Ministerio Público, en Santiago Centro.

Dice que reconoció más que nada “prendas”, pero que no puede adelantar nada. Debe esperar a que el resto de las familias lo hagan.

Durante la tarde, volverá a San Carlos, región de Ñuble. Su familia está allá: su esposo y sus cinco hijos. Eran cuatro, pero pasó a contar a Williams Pizarro (8) como uno más. El pequeño es hijo de Jacob, quien ya era viudo antes del accidente: quedó sin padre y madre a sus seis años. Ella murió meses antes de la tragedia del Hércules.

No obstante, Williams siempre ha sido de la familia, asegura. Ella siempre fue cercana a Jacob. Eran los menores de cuatro hermanos. Por esto, generaron un lazo especial. Caminaban juntos al colegio y por las tardes, jugaban en su barrio en San Bernardo. Se querían.

Jacob llegó a ese vuelo por su profesión: era soldador. Desde chico su padre, que era maestro, le enseñó a soldar y a cortar fierro. Más adelante, estudió electromecánica y automatización. “Él hacía de todo: cerámica, soldar, hasta sabía leer los planos de los ingenieros. Sabía de todo”, relata Carolina.

Debido a que su empresa prestaba servicios a la Fuerza Aérea, Jacob ya había volado hacia la Antártica antes. Esta vez tenía que ir a reparar un portón. El día de la tragedia se subió al avión, hicieron escala en Punta Arenas y le mandó una última foto a Carolina. Nunca más conversaron. Se enteraron por la prensa sobre el accidente.

Desde entonces, comenzó una larga búsqueda por justicia y conocer la verdad de lo que sucedió. Aún no hay culpables del hecho, y sigue en curso la investigación del Ministerio Público. Se han presentado más de 30 querellas. De hecho, el ente persecutor tipificó el año 2020 la causa como “cuasidelito de homicidio”.

Carolina apunta directamente sus dardos al general de la Fuerza Aérea Eduardo Mosqueira Cruz. “Él es el primer responsable. Porque él es el que dio la orden de vuelo, sabiendo que el avión no fue reparado, sabiendo lo que podía suceder, porque fue advertido por los profesionales”.

A lo que Carolina se refiere es a que el avión presentó fallas antes del despegue. Un audio que el cabo primero Leandro Torti, eléctrico de la FACH, envió a su madre, reveló posibles problemas en la nave.

“Ahora que llegué, hay un problema en el avión, así que no pudimos despegar. Bueno, hay un problema mío, pero lo malo es que no tengo repuesto. Así que va a haber que pedirlo a Santiago”, advierte el uniformado, que también iba en el vuelo siniestrado, en la comunicación.

“Ellos no repararon el avión, están los audios, está todo, donde se le da la orden de que el avión tiene que salir, esté como esté. Sabiendo el riesgo que corrían. Y fue la orden de Mosqueira. El dio la orden, porque él era el que mandaba y él es la última palabra”, denuncia Carolina.

En tanto, Pizarro asegura que está trabajando en un proyecto de ley para igualar las condiciones de los civiles cuando viajan en vuelos militares: que tengan seguro de vida obligatorio, cobertura de salud, entre otros. Le quiere poner “Ley Jacob: Civiles a Bordo”.

Lo está impulsando con los padres de Ignacio Parada, estudiante de ingeniería química de la Universidad de Magallanes que iba rumbo al Continente Blanco a realizar su práctica profesional.

Así también, Pizarro mantiene contacto con políticos como el presidente del Senado y del Partido Socialista, Álvaro Elizalde, la diputada comunista Carmen Hertz y el otrora ministro de Defensa Mario Desbordes. Está empeñada en que avance esta iniciativa.

“Pedimos 10 audiencias con el Presidente Piñera. Las 10, rechazadas. Motivo: no hay agenda. Nunca quiso dar la cara. Ahora, con Boric, presentamos una carta en la “Moneda Chica”, antes de él asumir. No tuvimos respuesta. Mandamos un correo a las dos semanas de entregar la carta. No tuvimos respuesta. Y estamos golpeando la puerta de todos los delegados provinciales para que logren una reunión con él. Porque queremos justicia terrenal”, declara.

Carolina quiere que los culpables cumplan presidio efectivo. “Queremos que vayan presos a una cárcel: Colina, o Santiago 1. Si yo cometo un delito, ni Dios lo quiera, a mi hijo alguien le hace algo y yo mato a esa persona, yo voy a parar a la cárcel, porque maté a una persona. ¿Y por qué ellos no? ¿Si ellos eran conscientes de lo que hicieron? Sabían lo que iba a pasar”.

Carolina Pizarro, hermana de Jacob, busca justicia para su hermano.

Seguir durmiendo

Las primeras dos semanas después del accidente, Carolina soñó con Jacob tres veces.

—Vi primero el trayecto del avión, como que intentó devolverse y cayó. Después, veo a mi hermano afirmarse de una parte del avión, y el avión iba cayendo en picada. Y el tercer sueño, fue que tuvo una discusión arriba entre el personal de la Fuerza Aérea. Una discusión de, no sé, ‘por qué no lo hiciste’, ‘eso se hacía así’, o ‘por qué no avisaste’. Y todo eso después fue confirmado.

Pero con el tiempo, fue soñando de forma cada vez más vívida con su hermano.

—Soñé que él estaba en la casa de San Bernardo, donde él vivía. Venía llegando del trabajo. Se saca la polera. Y yo le decía, pero cómo, si tú estás muerto. ¿Qué haces aquí? Lo veía todo tiznado. Lo abrazaba, y amanecí con la sensación de su piel. Lo toqué en el sueño. Lo abracé. Y he soñado varias veces así. Que lo abrazo, lo abrazo. Sentía su olor. Es terrible. Es un sueño casi real. Ando todo el día pensando en el sueño. Dan ganas de seguir durmiendo. Es un daño grande el que dejaron. Uno muy grande. A todas las familias.

Carolina no tiene contacto con las familias de uniformados. Solo con las de los civiles que iban a bordo del Hércules. Tienen, explica, diferencias de opiniones y de expectativas, ya que las familias de los “civiles” quieren que se amplíe el radio de búsqueda, a diferencia de las familias de militares.

“Nosotros queremos búsqueda y justicia. Ellos están pidiendo que se les aumente la cobertura de salud, esas cosas. No todos quieren búsqueda. (…) Y del Estado, yo espero una sanción grande a los responsables. Un pago, pero como corresponde. O sea, cárcel. Yo quiero cárcel real para ellos”.

— Carolina, ¿y si le ofrecen una indemnización en dinero?

“Una vida humana no tiene cifra. Más, cuando un niño quedó sin su papá, que era su sustento, era todo. Serviría para asegurar su parte económica de Williams, pero jamás van a poder recuperar, ni con el oro del mundo, el dolor que él tiene”.

Pizarro era uno de los tres civiles que iba en el vuelo hacia la Antártica.

Williams

Carolina piensa todos los días en su hermano. Como familia, contando a sus padres y a Williams, han tratado de sobrellevar juntos la pena que pesa sobre ellos. Ella incorporó a su sobrino como un hijo más. Ya tiene la patria potestad.

Mientras espera el bus en el terminal Alameda Sur, que la llevará de vuelta a su hogar, busca libros de lectura complementaria. Son para Williams. Va en tercero básico. Le gusta jugar fútbol: va a una escuela en San Carlos. Es bueno jugando y mete goles. Es de Católica, como su abuelo, aunque su papá era de la U. A veces se enoja cuando no gana. Carolina dice que ese carácter lo sacó de su papá. “Pero tiene que aprender que se gana y se pierde. Lo importante es disfrutar”.

— ¿Cómo ha llevado el proceso Williams?

“Él extraña a sus papás. Pero uno tiene que ahí contenerlo. Amarlo, educarlo. Él es el más chico de todos en la casa. Está bien integrado. Es que nosotros siempre hemos estado presentes en la vida de Williams. No es algo nuevo. Entonces, siempre hemos estado presentes. No le costó adaptarse”.

— ¿Cómo le van explicando lo que pasó?

“Yo le digo que su papá lo está mirando desde el cielo. ‘Te está mirando, Williams. Todo lo que haces. Tienes que estar tranquilito, porque está en un buen hogar’. Él esta en un hogar. Porque en la familia es muy distinto cuando es un hogar. Porque en un hogar está lleno de amor, hay comunicación. Hay todo. Uno puede decir que tiene una familia, pero puede que no haya comunicación ni amor. Acá tenemos un hogar. Como cuando se dice, un hogar, dulce hogar. Acá hay amor. Más allá de las dificultades, siempre está la comunicación. Creo que Williams ha aprendido también que las cosas se conversan. Que no hay que ocupar la correa, no. Hay que ser responsable en sus estudios para que él pueda jugar fútbol, y él lo entiende. Con palabras, tiene que entender. Y así entiende”.

— ¿Ha pensado en qué va a pasar cuando él crezca?

“Cuando crezca, Williams va a querer saber la verdad. Yo le digo, cuando tenga unos 13 años: pregunte. Hablarle con la verdad, pero moderadamente. Porque igual, según la edad que él empiece a preguntar, hay que ir actuando. Es una tarea bien difícil la que tenemos. Que no es llegar y criar un niño huérfano. Él va a querer saber la verdad, buscar. Está el internet. Entonces, ¿qué es lo que va a encontrar en internet?”

— ¿Le da miedo a usted eso?

“Esa parte, sí. Pero nosotros siempre vamos a decirle la verdad no más a Williams. Va a ser doloroso. ¿Cómo va a reaccionar él? Ese es el desafío que tenemos. Cómo va a reaccionar. Hay que estar preparados para ese día, para contenerlo. Con el amor, todo lo va a superar. Y que lo que vivió mi hermano, él no lo va a vivir. No lo va a vivir”.

Jacob Pizarro y su hijo Williams, entonces de cinco años.