Lluvia, interés por krill y calor ponen en aprietos a Antártica a 30 años del Acuerdo de Madrid

Créditos: Siggy Nowak en Pixabay
Publicado por Emilio Lara
La información es de Agencia EFE

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Viernes 30 abril de 2021 | Publicado a las 12:46

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Treinta años después de alcanzarse el Acuerdo de Madrid, “un logro del multilateralismo” que estableció una moratoria de 50 años sobre las actividades mineras en la Antártica, las amenazas persisten sobre el último continente virgen del planeta, en particular el incremento de las temperaturas por el cambio global y la intensificación de las actividades pesqueras.

“La Antártica es fundamental para la biosfera – la capa que alberga la vida en la Tierra – porque actúa como neutralizador de las oscilaciones climáticas y como equilibrador de los procesos físicos tanto de la atmósfera como de los océanos”, explicó el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), Fernando Valladares.

Además, “es un reservorio de agua dulce gigantesco cuyo equilibrio físico, químico y biológico interesa mantener por nuestra propia supervivencia”, y que representa una suerte de “almacén de frío en un contexto de cambio climático”, añadió el científico.

Este fenómeno global “afecta a todos los organismos antárticos”, aseguró Valladares, que describió movilizaciones forzosas de colonias de pingüinos, fluctuaciones en el krill – una especie de crustáceos diminutos que sostiene la cadena trófica -” e incluso facilita “la expansión de especies exóticas invasoras como plantas, invertebrados y microorganismos.

Aunque en 1991 “la amenaza de la minería fue el catalizador de la protección ambiental de la Antártica”, el Protocolo de Madrid “solo afecta al continente y no las aguas circundantes”, que constituyen “el gran reto” del continente blanco, aseguró la responsable de biodiversidad de Greenpeace España, Pilar Marcos.

Las dos conferencias del Tratado Antártico que se celebraron en España, en la ciudad de Madrid, lograron poner de acuerdo a todos los socios sobre la minería en el continente blanco.

Entonces, el cambio climático se consideraba “un problema menos apremiante”, pero actualmente el ascenso térmico “tiene impactos evidentes en la fauna local”, ya que en una expedición de Greenpeace realizada en 2020 a la isla Elefante (Shetland del Sur) la ONG constató una reducción del 77% en el número de efectivos desde 1971.

Marcos aseguró que “el aumento de las precipitaciones en forma de lluvia asociadas al cambio climático” está “diezmando a los pollos de pingüino”, porque “el plumón de las crías es resistente a la nieve pero no a la lluvia”, lo que ocasiona “una alta mortalidad por hipotermia”.

El ascenso térmico también está provocando “el afloramiento de gramíneas”, una transformación que “reverdece artificialmente el entorno debido a la vegetación”, que prospera gracias a unas primaveras más suaves.

Pesca del krill y minería

Además del cambio global, Marcos ha destacado las nuevas actividades pesqueras que han aparecido en la Antártida, “especialmente la de krill”, las cuales están “debilitando el equilibrio natural”.

La explotación de este recurso pesquero “ha aumentado enormemente debido a la demanda de complementos vitamínicos”, una necesidad que a juicio de Marcos “no es prioritaria” y que “le está robando el sustento a ballenas, peces y pingüinos”.

El tratado se está respetando y Greenpeace no tiene constancia de “la búsqueda de minerales en el continente” 30 años después del Acuerdo de Madrid, pero está siendo “insuficiente” para la conservación del medio marino, ya que “todavía no están protegidas ni un 10% de sus aguas”.

Sin embargo, Fernando Valladares ha señalado el riesgo de que “algunas de estas clausulas se revisen” ante “el creciente interés en la explotación económica de los recursos minerales de la Antártida debido a la crisis del petróleo”.

El texto del Protocolo del Tratado Antártico sobre la protección del medio ambiente – también conocido como Protocolo de Madrid, que se cerró el 29 de abril de 1991 – fue firmado oficialmente por 12 países el 4 de octubre de ese mismo año y actualmente lo suscriben más de 50.

El acuerdo recoge el compromiso de los países firmantes de no llevar a cabo actividades relacionadas con la extracción minera en 50 años, con el objetivo de salvaguardar para las generaciones futuras el Polo Sur, al que define como “una reserva natural dedicada especialmente a la paz y a la ciencia”.

La responsable de biodiversidad de Greenpeace consideró que hay que celebrar esta efeméride porque “aunque actualmente la confianza en la gobernanza internacional es baja”, la Antártica constituye “un raro ejemplo que el internacionalismo y la gobernanza ambiental global pueden funcionar” y aunque seguirá en vigor 20 años más, el tiempo corre.

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