Efemérides: El 5 de diciembre de 1816 son ejecutados colaboradores de San Martín

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El 5 de diciembre de 1816 en la Plaza de Armas de Santiago fueron ejecutados los colaboradores de José de San Martín, José Antonio Salinas, Juan José Traslaviña y Pedro Regalado Hernández, acusados de conspirar contra el gobernador español Casimiro Marcó del Pont.

Salinas era de Rinconada de Silva, un caserío al sur de Putaendo, Traslaviña de la ciudad de San Felipe y Hernández oriundo de Quillota.

A inicios de 1816, época en que los españoles habían reconquistado Chile y habían acabado con el primer periodo independentista. El general argentino San Martín envía una carta a Salinas y Traslaviña para que ayudasen a formar algunas guerrillas y así dispersar a las fuerzas realistas.

Esto pretendía hacerse para facilitar la llegada del ejercito libertador que iba a cruzar la cordillera y San Martín pretendía hacer esto en más zonas del país.

Salinas y Traslaviña pusieron manos a la obra y viajaron a Quillota para involucrar a otras personas en el proyecto, estos eran Ramón Aristegui y Pedro Regalado Hernández, además de Ventura Lagunas, un profesor de solo 17 años.

Ocurrió que el joven docente tenía una estrecha amistad con un sargento apellidado La Roza y como este se encontraba muy mal dispuesto con sus jefes, el muchacho no vaciló en convertirlo en su confidente y pedirle su cooperación en esta empresa que se preparaba.

Este sargento oyó atentamente las revelaciones e incluso pensó en formar parte de la conspiración pero justo esos días se veía envuelto en un proceso por insubordinación. Preso y expuesto a un severo castigo La Roza quiso congraciarse con sus superiores y denunció todo lo que sabía de los planes.

La revelación despertó los recelos y activó al coronel Barañao quien decidió llegar a esclarecer los hechos y para eso detuvo a una mujer que servía a los conspiradores y descubrió el lugar donde guardaban sus papeles. Entre ellos encontró las cartas de José de San Martín y otras del coronel patriota José María Oportus que estaba refugiado en Mendoza después del desastre de Rancagua.

Justamente en esas cartas se instaba a los confabulados a organizar estar guerrillas en Aconcagua y fue esa correspondencia que sirvió para dar inicio al proceso. Los conspiradores con excepción de Aristegui, quien logró escapar, fueron inmediatamente apresados.

Comenzaron por negar su culpabilidad pero viéndose descubiertos en todos los detalles del proyecto perdieron toda confianza en su causa y confesaron la parte que cada cual tenía en el proyecto.

Los cuatro reos fueron remitidos a Santiago y entregados al Consejo de Guerra que debía juzgarlos y ese proceso terminó con la sentencia de muerte. Pese a que en esos años ya existía el fusilamiento el Gobernador Casimiro Marcó del Pont quiso que los ahorcaran como escarmiento.

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El 5 de diciembre de 1816 en la Plaza de Armas de Santiago fueron ejecutados los colaboradores de José de San Martín, José Antonio Salinas, Juan José Traslaviña y Pedro Regalado Hernández, acusados de conspirar contra el gobernador español Casimiro Marcó del Pont.

Salinas era de Rinconada de Silva, un caserío al sur de Putaendo, Traslaviña de la ciudad de San Felipe y Hernández oriundo de Quillota.

A inicios de 1816, época en que los españoles habían reconquistado Chile y habían acabado con el primer periodo independentista. El general argentino San Martín envía una carta a Salinas y Traslaviña para que ayudasen a formar algunas guerrillas y así dispersar a las fuerzas realistas.

Esto pretendía hacerse para facilitar la llegada del ejercito libertador que iba a cruzar la cordillera y San Martín pretendía hacer esto en más zonas del país.

Salinas y Traslaviña pusieron manos a la obra y viajaron a Quillota para involucrar a otras personas en el proyecto, estos eran Ramón Aristegui y Pedro Regalado Hernández, además de Ventura Lagunas, un profesor de solo 17 años.

Ocurrió que el joven docente tenía una estrecha amistad con un sargento apellidado La Roza y como este se encontraba muy mal dispuesto con sus jefes, el muchacho no vaciló en convertirlo en su confidente y pedirle su cooperación en esta empresa que se preparaba.

Este sargento oyó atentamente las revelaciones e incluso pensó en formar parte de la conspiración pero justo esos días se veía envuelto en un proceso por insubordinación. Preso y expuesto a un severo castigo La Roza quiso congraciarse con sus superiores y denunció todo lo que sabía de los planes.

La revelación despertó los recelos y activó al coronel Barañao quien decidió llegar a esclarecer los hechos y para eso detuvo a una mujer que servía a los conspiradores y descubrió el lugar donde guardaban sus papeles. Entre ellos encontró las cartas de José de San Martín y otras del coronel patriota José María Oportus que estaba refugiado en Mendoza después del desastre de Rancagua.

Justamente en esas cartas se instaba a los confabulados a organizar estar guerrillas en Aconcagua y fue esa correspondencia que sirvió para dar inicio al proceso. Los conspiradores con excepción de Aristegui, quien logró escapar, fueron inmediatamente apresados.

Comenzaron por negar su culpabilidad pero viéndose descubiertos en todos los detalles del proyecto perdieron toda confianza en su causa y confesaron la parte que cada cual tenía en el proyecto.

Los cuatro reos fueron remitidos a Santiago y entregados al Consejo de Guerra que debía juzgarlos y ese proceso terminó con la sentencia de muerte. Pese a que en esos años ya existía el fusilamiento el Gobernador Casimiro Marcó del Pont quiso que los ahorcaran como escarmiento.