Hitler: fracasos y odios de juventud

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Adolf Hitler fue uno de los personajes más relevantes del siglo XX en el mundo. Temido y temible, su figura está asociada al poder que acumuló en Alemania desde su llegada al gobierno en 1933, a la Guerra Mundial en la que sumió a su país y a tantas otras naciones, así como por el Holocausto que propició contra el pueblo judío, sobre la base de un odio que era parte de la quintaesencia de su ideología nacionalsocialista. En las decisivas décadas de 1930 y 1940 Hitler se transformó en una amenaza y un desafío, y aunque por momentos pareció que terminaría victorioso su aventura expansionista, finalmente fue derrotado y culminó sus días con el suicidio en el búnker de la cancillería del Reich.

Hitler había nacido en Branau am Inn –ubicado en Austria, en el Imperio Austro Húngaro– el 20 de abril de 1889. Su papá murió cuando solo tenía 14 años y su mamá falleció cuando todavía no llegaba a las dos décadas. En sus primeros años Adolf vivió con sus padres en diferentes ciudades, hasta que posteriormente se trasladó a Viena, donde definió sus convicciones políticas, tuvo sus primeros fracasos profesionales y sufrió diversos problemas que recordaría por el resto de su vida. Uno de sus factores negativos en la infancia fue que su padre le pegaba; a ello se sumó la decepción que tuvo cuando supo que el niño quería ser “un pintor, un artista”, lo que lo había dejado sin palabras, según expresaría el futuro influyente líder alemán.

Parte de esa etapa infantil y juventil de la vida de Hitler la conocemos a través de sus propios recuerdos, presentes en su obra Mi Lucha, un libro que es autobiográfico y constituye también un manual doctrinal del nacionalsocialismo.

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Adolf Hitler fue uno de los personajes más relevantes del siglo XX en el mundo. Temido y temible, su figura está asociada al poder que acumuló en Alemania desde su llegada al gobierno en 1933, a la Guerra Mundial en la que sumió a su país y a tantas otras naciones, así como por el Holocausto que propició contra el pueblo judío, sobre la base de un odio que era parte de la quintaesencia de su ideología nacionalsocialista. En las decisivas décadas de 1930 y 1940 Hitler se transformó en una amenaza y un desafío, y aunque por momentos pareció que terminaría victorioso su aventura expansionista, finalmente fue derrotado y culminó sus días con el suicidio en el búnker de la cancillería del Reich.

Hitler había nacido en Branau am Inn –ubicado en Austria, en el Imperio Austro Húngaro– el 20 de abril de 1889. Su papá murió cuando solo tenía 14 años y su mamá falleció cuando todavía no llegaba a las dos décadas. En sus primeros años Adolf vivió con sus padres en diferentes ciudades, hasta que posteriormente se trasladó a Viena, donde definió sus convicciones políticas, tuvo sus primeros fracasos profesionales y sufrió diversos problemas que recordaría por el resto de su vida. Uno de sus factores negativos en la infancia fue que su padre le pegaba; a ello se sumó la decepción que tuvo cuando supo que el niño quería ser “un pintor, un artista”, lo que lo había dejado sin palabras, según expresaría el futuro influyente líder alemán.

Parte de esa etapa infantil y juventil de la vida de Hitler la conocemos a través de sus propios recuerdos, presentes en su obra Mi Lucha, un libro que es autobiográfico y constituye también un manual doctrinal del nacionalsocialismo.