Ricardo Lagos o el último radical

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Por Renato Garín
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Ricardo Lagos ingresó a la Escuela de Derecho el año 1955. En esa misma generación, se matriculó un joven militar llamado Augusto Pinochet quien solo duraría un año en la institución, antes de partir a Ecuador. Vino el crónico final de los cincuenta, signados por la crisis económica, la inflación y el reflujo del ibañismo. El Caballo prometió barrer a la clase política, promesa con la que ganó la presidencia en 1952. Esa casta burocrática que Ibáñez quería combatir se componía, esencialmente, de abogados formados en La Escuela de Derecho.

Al poco andar, el joven Ricardo brilló en las huestes del GUR: Grupo Universitario Radical.

Fue electo presidente del centro de alumnos en 1958, mismo año en que ganó la presidencia Jorge Alessandri, el hermano del Decano Arturo, ambos hijos del León.

La década de los sesenta floreció con el aroma de los hippies, la música de Los Beatles, y el mundial de fútbol ganado por Garrincha, Pelé y los suyos.

El bicampeonato brasileño, conseguido en Santiago, fue un momento de alta exposición internacional para la provincia chilena.

Adentro del edificio de los abogados, dado el espiral inflacionario, apareció un rampante interés por la Economía.

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Ricardo Lagos ingresó a la Escuela de Derecho el año 1955. En esa misma generación, se matriculó un joven militar llamado Augusto Pinochet quien solo duraría un año en la institución, antes de partir a Ecuador. Vino el crónico final de los cincuenta, signados por la crisis económica, la inflación y el reflujo del ibañismo. El Caballo prometió barrer a la clase política, promesa con la que ganó la presidencia en 1952. Esa casta burocrática que Ibáñez quería combatir se componía, esencialmente, de abogados formados en La Escuela de Derecho.

Al poco andar, el joven Ricardo brilló en las huestes del GUR: Grupo Universitario Radical.

Fue electo presidente del centro de alumnos en 1958, mismo año en que ganó la presidencia Jorge Alessandri, el hermano del Decano Arturo, ambos hijos del León.

La década de los sesenta floreció con el aroma de los hippies, la música de Los Beatles, y el mundial de fútbol ganado por Garrincha, Pelé y los suyos.

El bicampeonato brasileño, conseguido en Santiago, fue un momento de alta exposición internacional para la provincia chilena.

Adentro del edificio de los abogados, dado el espiral inflacionario, apareció un rampante interés por la Economía.

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