Ante una clase política fragmentada por la instalación de nuevos y diversos actores con agendas identitarias, debemos atender con urgencia las consecuencias que esto implica.
El deterioro en la capacidad de construir acuerdos y la ineficiencia en la formulación de políticas públicas erosionan la legitimidad de las instituciones y desvían los esfuerzos por traducir los problemas sociales en soluciones reales.
Por otro lado, fortalecer una política basada en la búsqueda de acuerdos, adoptar una visión de Estado y repensar un sistema electoral que incentive la construcción de mayorías son algunas luces de cómo transitar desde una sociedad fragmentada a una cohesionada.