En el Centro de Entrenamiento Olímpico, entre tantos deportistas destacados, se observa a uno que golpea el costal de box una y otra vez. La concentración es total. Las gotas de sudor transitan por su rostro hasta llegar al piso. Su entrenador le grita, pero la mente de Miguel Véliz está en la siguiente derecha, la misma que lo puede clasificar nuevamente a un Mundial de boxeo.

El púgil de 27 años emprende este lunes rumbo a Cuba para prepararse para el Campeonato Continental de Honduras, cita que entrega seis cupos al Mundial de Boxeo a disputarse a finales de agosto y principios de septiembre en Hamburgo, Alemania.

“Tengo muchas posibilidades. Si repito la actuación de Toronto, estaría clasificado”, comenta Véliz en conversación con BioBioChile.

Entre el 7 a 19 de junio, Véliz tiene que hacer valer en tierras centroamericanas su cartel, ese con que hizo historia en 2013 cuando se convirtió en el primer chileno en conseguir un triunfo en un mundial organizado por la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA, organismo que regula las normas del boxeo aficionado a nivel competitivo). Fue en Almaty, Kazajistán, ante el escocés Stephen Lavelle por 3-0 en la categoría 91 kilos (peso pesado), el torneo donde llegó hasta la tercera ronda luego de ganar dos peleas, todo un hito en el pugilismo de Chile.

La plata en los Juegos Bolivarianos de Trujillo 2013 y Suramericanos 2014, más el bronce en los Panamericanos de Toronto 2015 (primera medalla del boxeo chileno en 20 años tras la plata de Ricardo Araneda en Mar del Plata) fueron sus logros más destacados que vinieron después, medallas que lo alzan como el número uno de este deporte en nuestro país.

Miguel Véliz en Odesur | Archivo / Agencia UNO
Miguel Véliz en Odesur | Archivo / Agencia UNO

El camino para llegar al sitial donde está hoy emerge entre la casualidad y la necesidad. Véliz, de origen humilde y de sangre mapuche, nació en Rancagua y cuando tenía dos años su familia se fue a vivir a Talca. Su padre, técnico de reparación de equipos dentales, encontró trabajo en la capital de la región del Maule y desde esa fecha que ‘La ciudad del Trueno’ lo acogió como uno más.

Cuando tenía 11 años y viviendo con su madre y sus dos hermanos menores producto de la separación de sus padres, el boxeo ni siquiera se le pasaba por su cabeza. En ese momento tenía sobrepeso, llegando a registrar 81 kilos.

“Yo era un gordito que no tenía ninguna condición para ser deportista”, asevera.

Su obesidad le ocasionó un problema de inseguridad que lo acompañó en su niñez. Bullying no sufrió, pero sí tenía miedo de no ser capaz defenderse.

“Estaba buscando una opción en el deporte y cuando conocí el boxeo me enamoré. Me gustó la dedicación que había que ponerle y más encima estaba con la presión de que si no entrenaba me iban a sacar la ‘chucha"”, recuerda.

Inspirado en Rocky y tras frustrarse por lo caro que eran las escuelas de taekwondo y karate, ingresó con 16 años al Club de boxeo Dragones Rojos de Fernando Valenzuela de Talca.

“Conocí lo que es la pelea con Dragon Ball Z, pero cuando encontré la película Rocky vi que esto era como más real, lo otro era fantasía, animación. Así solito fui a una escuela de boxeo y cuando supe que era gratis más me gustó. Había consultado en karate y taekwondo y todos cobraban mucho, pedían ciertas exigencias que a mí no me interesaban”.

De ahí no se despegó. En 2007 ganó el torneo nacional juvenil y al año siguiente el nacional adulto, el primero de los tres que tiene.

La inseguridad se fue esfumando. Es una persona tranquila que sólo se transforma en el ring. Allí es el ‘Ogro’ Véliz, apodo que representa lo que quiere transmitir a sus rivales. Fuera de las cuerdas dice ser la persona menos conflictiva. Jamás ha peleado en la calle y espera no llegar a eso.

http://www.miguelveliz.cl
http://www.miguelveliz.cl

Para él, su más grande batalla es seguir creciendo como persona. El boxeo le ayudó para integrarse al mundo, pero no se quedó sólo con el deporte. La defensa de su tesis para optar el título de Ingeniería en Ejecución Informática fue una pelea más de las tantas que ha enfrentado dentro del cuadrilátero.

“Terminar la carrera fue bastante importante para mí, porque me entregó una manera de socializar mucho mejor. En el mundo del boxeo hay mucha gente que no tuvo la posibilidad que yo tuve, esto demuestra que el boxeo no se trata sólo de gente tonta como dicen, cualquier persona que quiera boxear puede hacerlo. Es muy importante que se empiece a cambiar este estigma que hay en el boxeo. Fue muy importante para demostrar que sí se puede, que el boxeo no es solamente agarrarse a combos, uno tiene que ser integral como deportista”, expresa.

Su carrera de Ingeniería es su mayor título; estuvo dos años alejado del boxeo para poder sacarla y espera ejercerla después de retirado de la alta competencia.

“El boxeo me apasiona más, para poder dedicarme a la ingeniería tengo toda la vida cuando me retire, lo que es el deporte es ahora ya”.

Hoy vive de su pasión, realiza charlas y en el futuro, por qué no, podría dedicarse a uno de sus hobbies: tocar el piano o cantar, puesto que en la enseñanza media era el barítono del coro del Liceo, recitando canciones desde Johann Sebastian Bach hasta Mozart.

“Hoy día no tengo mucho tiempo, pero quien sabe si se pueda dar en el futuro”, concluye.