Colorida producción trae de vuelta ópera “La flauta mágica”

La Flauta Mágica- TMS
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Luego de siete años de ausencia, la popular obra de Mozart está de regreso en el Teatro Municipal de Santiago como última ópera de 2014. En su primera incursión como directora de escena en la temporada lírica de ese escenario, la experimentada Miryam Singer convence a medias con su llamativo montaje, pero de todos modos, el público reaccionó con entusiasmo, y los aspectos musicales están muy bien abordados por casi todos los intérpretes.

Por Joel Poblete

“La flauta mágica” es indudablemente uno de los títulos más queridos y populares del repertorio operístico universal, cada nueva presentación de esta pieza de Mozart siempre concita atención y expectativas en el medio musical.

En su regreso al Teatro Municipal de Santiago, donde no se escenificaba desde 2007, y se ha programado en siete ocasiones a partir de su tardío estreno en Chile -precisamente en ese escenario, en 1954-, no sólo es la última ópera de 2014 en ese escenario, sino que además marca un importante debut para la directora de escena chilena Miryam Singer, quien es habitualmente elogiada y premiada por sus producciones que han incluido los estrenos en nuestro país de “Orfeo” de Monteverdi y “Der Kaiser von Atlantis” de Ullmann.

En rigor, no es la primera vez que Singer es parte de una producción de ópera en el Municipal: primero destacó ahí como soprano, y fue precisamente ahí donde debutó como directora teatral, hace ya dos décadas en “Così fan tutte”, otro título de Mozart, compositor que permite a la artista desarrollar sus mejores herramientas, a menudo haciendo verdaderos milagros con ingenio y desafiando los presupuestos reducidos.

Sin embargo, esa obra y otras que ha montado -como las que dirigió para el Pequeño Municipal- no eran parte de la temporada lírica oficial como ahora, con una partitura con la que ha estado asociada durante años, tanto en su etapa como cantante como también a través de aplaudidos montajes que han incluido giras por el país.

En el estreno de esta nueva producción, el miércoles 29 de octubre, la siempre inagotable y entusiasta Singer se encargó no sólo de la dirección de escena, sino además de la escenografía y vestuario y de la supervisión de las imágenes virtuales que elabora un equipo audiovisual encabezado por uno de sus colaboradores habituales, Erwin Scheel.

La artista ofreció una propuesta tan juguetona y llamativa como requiere este título, que funciona como cuento de hadas para toda la familia, pero también como enigmática alegoría social, humanista e incluso religiosa y política.

Como ya es habitual en sus trabajos, su propuesta mezcla algunos elementos físicos de escenografía -muy lograda la primera aparición de la Reina de la Noche- con la proyección de imágenes que ilustren y acompañen lo que pasa en escena.

Este último aspecto, que tan bien ha funcionado en otras producciones dirigidas por ella de “La flauta mágica”, no nos convenció por completo en determinados segmentos (como las criaturas que bailan al son de la flauta mágica, un instante habitualmente adorable y efectivo que acá no tiene mucho impacto), aunque algunos momentos funcionaron muy bien y estuvieron resueltos de manera eficaz, como la pirámide que se va desplegando durante el aria de Sarastro “In diesen heil’gen hallen”.

Lúdico y muy colorido, en lo escénico, el montaje recicla algunas ideas ya vistas en otras presentaciones dirigidas por Singer -por ejemplo, el look de las tres damas de la reina de la noche, o que uno de los genios ande en patines- y mezcla estilos, épocas y tendencias visuales, algo que no es grave al ser “La flauta mágica” una obra que permite diversas lecturas en un marco fantástico que no tiene límites fijos totalmente definidos.

Lo que a menudo se presta en otros escenarios para muchos desbordes y excesos kitsch, acá, en general, fue bien resuelto, salvo ocasionales arranques que pueden no ser del gusto de toda la audiencia, o en el vestuario, quizás el elemento menos acertado de esta puesta en escena, que al menos se ve beneficiada por el sólido aporte de Ramón López desde la iluminación.

En definitiva, es un montaje correcto y efectivo, en especial para quienes nunca han visto esta ópera, pero no es memorable ni entusiasma o convence por completo. Quizás requiere más fluidez y ritmo y habrá que darle algo más de rodaje, y considerando que en el estreno se produjeron notorios desajustes y algunos detalles incómodos, es probable que en las próximas funciones todo funcione por completo.

Pero a pesar de los reparos que se puedan encontrar al espectáculo, el público en la primera función lo recibió con aplausos y escuchamos entre los espectadores de localidades cercanas que la producción era atractiva e ingeniosa.

En cuanto al apartado musical fue, en general, mucho más convincente y logrado que lo escénico. El director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago, el ruso Konstantin Chudovsky, volvió a demostrar su eclecticismo en ópera -lo hemos visto dirigiendo títulos de Mussorgsky, Rossini, Verdi y Janáček- en una lectura no demasiado incisiva, pero de todos modos correcta y efectiva.

El maestro contó con un buen reparto, en el que brilló especialmente la espléndida Pamina de la ascendente soprano alemana Anett Fritsch, quien posee una hermosa voz, unida a una buena técnica y presencia escénica, lo que le permitió destacar en su conmovedor “Ach, ich fühl’s” y en el cuarteto con los genios.

También destacó el tenor Joel Prieto, quien al fin debutó en el escenario del Municipal, luego de que la versión de “Pagliacci” en la que cantó por primera vez en Chile en 2010 en el rol de Beppe, debió realizarse en el Teatro Escuela de Carabineros a raíz del terremoto de ese año; excelente cantante y adecuado actor, Prieto fue un excelente Tamino, muy bien afiatado con sus colegas y de especial lucimiento en el aria “Dies Bildnis ist bezaubernd schön”.

El estadounidense Adam Cioffari, quien ya tuviera aquí un rol secundario el año pasado en el estreno latinoamericano de “Billy Budd”, fue ahora un Papageno simpático y encantador como dicta la tradición. Y el bajo coreano In-Sung Sim, quien cantara en el Municipal en el “Attila” de 2012, volvió a ser un convincente y sonoro Sarastro, personaje que ya encarnara ese mismo año en el Teatro del Lago de Frutillar.

Aunque sólo aparece en escena en tres ocasiones durante la obra, es habitual que el rol de la Reina de la Noche, patrimonio de las mejores sopranos de coloratura que sean capaces de cumplir con sus exigentes notas altas y agilidades, se convierta en el más aplaudido de la función, gracias a sus dos demandantes momentos solistas, verdaderos mecanismos de relojería en los que cada nota debe estar en su lugar.

Lamentablemente, en su debut en Chile, aunque mostró buenos medios vocales la soprano estadounidense Jennifer O’Loughlin tuvo severos problemas en ambos números musicales; por supuesto que los cantantes son seres humanos, están sometidos a presión y pueden tener dificultades en sus desempeños que el público y los críticos deben saber comprender y no juzgar de manera implacable, pero el hecho es que por tratarse de un papel tan acotado en sus intervenciones vocales, en este caso, no es posible soslayar las deficiencias de la artista.

Es de esperar que fuera sólo un percance o indisposición pasajero en el estreno, y que en las restantes funciones O’Loughlin consiga desplegar mejor su voz y talento.

Las cinco figuras extranjeras de este elenco internacional estuvieron muy bien acompañadas por el valioso aporte de cantantes chilenos en los distintos roles secundarios.

Mientras la soprano Andrea Betancur fue una Papagena adorable y el tenor Gonzalo Araya -con el look más estrambótico de estas funciones- fue un adecuado Monostatos, el experimentado bajo-barítono Rodrigo Navarrete fue el primer sacerdote y el orador, aportando una vez más severa sobriedad y nobleza a este último rol, que ha cantado en el Municipal en tres temporadas anteriores a lo largo de dos décadas; y por su parte, el tenor Luis Rivas, de grato timbre y canto firme y seguro, fue una bienvenida sorpresa vocal como el segundo sacerdote.

Muy bien las tres coquetas damas de la Reina de la Noche, encarnadas por Daniela Ezquerra, Nancy Gómez y Gloria Rojas, así como los genios que interpretaron Carolina Grammelstorff, Valeria Severino y Constanza Olguín, y sólidos los dos hombres armados de Pedro Espinoza y Cristián Lorca. El Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, se lució particularmente en su sección masculina, en el bello coro de los sacerdotes en el segundo acto, “O Isis und Osiris”.

Las próximas funciones del elenco internacional de “La flauta mágica” serán el miércoles 5, sábado y lunes 10 de noviembre, y el elenco estelar debutará el domingo 2, con otras dos funciones el martes 4 y jueves 6.

La Flauta Mágica- Teatro Municipal de Santiago

La Flauta Mágica- Teatro Municipal de Santiago

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Luego de siete años de ausencia, la popular obra de Mozart está de regreso en el Teatro Municipal de Santiago como última ópera de 2014. En su primera incursión como directora de escena en la temporada lírica de ese escenario, la experimentada Miryam Singer convence a medias con su llamativo montaje, pero de todos modos, el público reaccionó con entusiasmo, y los aspectos musicales están muy bien abordados por casi todos los intérpretes.

Por Joel Poblete

“La flauta mágica” es indudablemente uno de los títulos más queridos y populares del repertorio operístico universal, cada nueva presentación de esta pieza de Mozart siempre concita atención y expectativas en el medio musical.

En su regreso al Teatro Municipal de Santiago, donde no se escenificaba desde 2007, y se ha programado en siete ocasiones a partir de su tardío estreno en Chile -precisamente en ese escenario, en 1954-, no sólo es la última ópera de 2014 en ese escenario, sino que además marca un importante debut para la directora de escena chilena Miryam Singer, quien es habitualmente elogiada y premiada por sus producciones que han incluido los estrenos en nuestro país de “Orfeo” de Monteverdi y “Der Kaiser von Atlantis” de Ullmann.

En rigor, no es la primera vez que Singer es parte de una producción de ópera en el Municipal: primero destacó ahí como soprano, y fue precisamente ahí donde debutó como directora teatral, hace ya dos décadas en “Così fan tutte”, otro título de Mozart, compositor que permite a la artista desarrollar sus mejores herramientas, a menudo haciendo verdaderos milagros con ingenio y desafiando los presupuestos reducidos.

Sin embargo, esa obra y otras que ha montado -como las que dirigió para el Pequeño Municipal- no eran parte de la temporada lírica oficial como ahora, con una partitura con la que ha estado asociada durante años, tanto en su etapa como cantante como también a través de aplaudidos montajes que han incluido giras por el país.

En el estreno de esta nueva producción, el miércoles 29 de octubre, la siempre inagotable y entusiasta Singer se encargó no sólo de la dirección de escena, sino además de la escenografía y vestuario y de la supervisión de las imágenes virtuales que elabora un equipo audiovisual encabezado por uno de sus colaboradores habituales, Erwin Scheel.

La artista ofreció una propuesta tan juguetona y llamativa como requiere este título, que funciona como cuento de hadas para toda la familia, pero también como enigmática alegoría social, humanista e incluso religiosa y política.

Como ya es habitual en sus trabajos, su propuesta mezcla algunos elementos físicos de escenografía -muy lograda la primera aparición de la Reina de la Noche- con la proyección de imágenes que ilustren y acompañen lo que pasa en escena.

Este último aspecto, que tan bien ha funcionado en otras producciones dirigidas por ella de “La flauta mágica”, no nos convenció por completo en determinados segmentos (como las criaturas que bailan al son de la flauta mágica, un instante habitualmente adorable y efectivo que acá no tiene mucho impacto), aunque algunos momentos funcionaron muy bien y estuvieron resueltos de manera eficaz, como la pirámide que se va desplegando durante el aria de Sarastro “In diesen heil’gen hallen”.

Lúdico y muy colorido, en lo escénico, el montaje recicla algunas ideas ya vistas en otras presentaciones dirigidas por Singer -por ejemplo, el look de las tres damas de la reina de la noche, o que uno de los genios ande en patines- y mezcla estilos, épocas y tendencias visuales, algo que no es grave al ser “La flauta mágica” una obra que permite diversas lecturas en un marco fantástico que no tiene límites fijos totalmente definidos.

Lo que a menudo se presta en otros escenarios para muchos desbordes y excesos kitsch, acá, en general, fue bien resuelto, salvo ocasionales arranques que pueden no ser del gusto de toda la audiencia, o en el vestuario, quizás el elemento menos acertado de esta puesta en escena, que al menos se ve beneficiada por el sólido aporte de Ramón López desde la iluminación.

En definitiva, es un montaje correcto y efectivo, en especial para quienes nunca han visto esta ópera, pero no es memorable ni entusiasma o convence por completo. Quizás requiere más fluidez y ritmo y habrá que darle algo más de rodaje, y considerando que en el estreno se produjeron notorios desajustes y algunos detalles incómodos, es probable que en las próximas funciones todo funcione por completo.

Pero a pesar de los reparos que se puedan encontrar al espectáculo, el público en la primera función lo recibió con aplausos y escuchamos entre los espectadores de localidades cercanas que la producción era atractiva e ingeniosa.

En cuanto al apartado musical fue, en general, mucho más convincente y logrado que lo escénico. El director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago, el ruso Konstantin Chudovsky, volvió a demostrar su eclecticismo en ópera -lo hemos visto dirigiendo títulos de Mussorgsky, Rossini, Verdi y Janáček- en una lectura no demasiado incisiva, pero de todos modos correcta y efectiva.

El maestro contó con un buen reparto, en el que brilló especialmente la espléndida Pamina de la ascendente soprano alemana Anett Fritsch, quien posee una hermosa voz, unida a una buena técnica y presencia escénica, lo que le permitió destacar en su conmovedor “Ach, ich fühl’s” y en el cuarteto con los genios.

También destacó el tenor Joel Prieto, quien al fin debutó en el escenario del Municipal, luego de que la versión de “Pagliacci” en la que cantó por primera vez en Chile en 2010 en el rol de Beppe, debió realizarse en el Teatro Escuela de Carabineros a raíz del terremoto de ese año; excelente cantante y adecuado actor, Prieto fue un excelente Tamino, muy bien afiatado con sus colegas y de especial lucimiento en el aria “Dies Bildnis ist bezaubernd schön”.

El estadounidense Adam Cioffari, quien ya tuviera aquí un rol secundario el año pasado en el estreno latinoamericano de “Billy Budd”, fue ahora un Papageno simpático y encantador como dicta la tradición. Y el bajo coreano In-Sung Sim, quien cantara en el Municipal en el “Attila” de 2012, volvió a ser un convincente y sonoro Sarastro, personaje que ya encarnara ese mismo año en el Teatro del Lago de Frutillar.

Aunque sólo aparece en escena en tres ocasiones durante la obra, es habitual que el rol de la Reina de la Noche, patrimonio de las mejores sopranos de coloratura que sean capaces de cumplir con sus exigentes notas altas y agilidades, se convierta en el más aplaudido de la función, gracias a sus dos demandantes momentos solistas, verdaderos mecanismos de relojería en los que cada nota debe estar en su lugar.

Lamentablemente, en su debut en Chile, aunque mostró buenos medios vocales la soprano estadounidense Jennifer O’Loughlin tuvo severos problemas en ambos números musicales; por supuesto que los cantantes son seres humanos, están sometidos a presión y pueden tener dificultades en sus desempeños que el público y los críticos deben saber comprender y no juzgar de manera implacable, pero el hecho es que por tratarse de un papel tan acotado en sus intervenciones vocales, en este caso, no es posible soslayar las deficiencias de la artista.

Es de esperar que fuera sólo un percance o indisposición pasajero en el estreno, y que en las restantes funciones O’Loughlin consiga desplegar mejor su voz y talento.

Las cinco figuras extranjeras de este elenco internacional estuvieron muy bien acompañadas por el valioso aporte de cantantes chilenos en los distintos roles secundarios.

Mientras la soprano Andrea Betancur fue una Papagena adorable y el tenor Gonzalo Araya -con el look más estrambótico de estas funciones- fue un adecuado Monostatos, el experimentado bajo-barítono Rodrigo Navarrete fue el primer sacerdote y el orador, aportando una vez más severa sobriedad y nobleza a este último rol, que ha cantado en el Municipal en tres temporadas anteriores a lo largo de dos décadas; y por su parte, el tenor Luis Rivas, de grato timbre y canto firme y seguro, fue una bienvenida sorpresa vocal como el segundo sacerdote.

Muy bien las tres coquetas damas de la Reina de la Noche, encarnadas por Daniela Ezquerra, Nancy Gómez y Gloria Rojas, así como los genios que interpretaron Carolina Grammelstorff, Valeria Severino y Constanza Olguín, y sólidos los dos hombres armados de Pedro Espinoza y Cristián Lorca. El Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, se lució particularmente en su sección masculina, en el bello coro de los sacerdotes en el segundo acto, “O Isis und Osiris”.

Las próximas funciones del elenco internacional de “La flauta mágica” serán el miércoles 5, sábado y lunes 10 de noviembre, y el elenco estelar debutará el domingo 2, con otras dos funciones el martes 4 y jueves 6.

La Flauta Mágica- Teatro Municipal de Santiago

La Flauta Mágica- Teatro Municipal de Santiago